Por Sara Barquilla Guerrero
“Dadmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. […] Por su estilo es este el mejor libro del mundo: aquí comen los caballos, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros de este género carecen”. Así habla en El Quijote Miguel de Cervantes, en boca del cura, salvando de la quema la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. Este libro de caballerías, más verosímil y sincero que los demás, fue escrito por Joanot Martorell en 1490. Más de quinientos años después, Màrius Serra adapta el clásico para convertirlo en pieza teatral y la Compañía Nacional de Teatro Clásico lo representa en las tablas bajo la dirección de Joan Arquè.
En el siglo XVI fue un bestseller pero hoy no creo que sea muy leído fuera del entorno lingüístico catalán, pues es un clásico valenciano. Una obra que no es leída, corre el peligro de ser olvidada, así que convertirla en una obra de teatro es de por sí una apuesta interesante para conocer las ficciones de este caballero medieval. Aún así, frente a los clásicos, siempre surge el cuestionamiento sobre qué nos aportan cinco siglos después, cómo nos nutrimos de ellos ya sea como espectadores o como lectores. No obstante, al poner la etiqueta de clásico, ya lo estamos salvando de la quema, como hizo Cervantes en su momento. El caso es que si es conocido por los estudiantes de catalán, ¿por qué es un desconocido para todos los demás, siendo fundamental la diversidad lingüística del Estado español? Ya solo por esto debemos conocer la historia de Tirante y darle una oportunidad a este caballero bretón y sus aventuras por el mundo.
La adaptación de la obra selecciona algunos de los episodios más representativos, aunque inicia la trama directamente en Constantinopla y sus amores con Carmesina. He echado en falta los primeros pasos de Tirante en la caballería, sobre todo su encuentro con el ermitaño que le transmite toda la sabiduría de la orden. Supongo que para hacer al héroe más humano es fundamental mostrarle en las garras del amor. Tirante es prudente, casi torpe con Carmesina; no quiere fallarle al emperador, padre de la chica. Ante tal cautela, ella le empuja a declarársele e inician un idilio secreto. La adaptación muestra una Carmesina joven y juguetona, prácticamente una niña, enamorada de Tirante pero con su posición clara: no mantener relaciones sexuales antes del matrimonio, aunque muera de ganas. Estas escenas reflejan el mismo erotismo que desprenden las páginas escritas por Joanot Martorell.
Además de un joven enamorado, Tirante es un caballero. ¿Y eso qué significa hoy en día? La puesta en escena incluye varios momentos donde los actores dejan de ser personajes para lanzar al aire sus reflexiones sobre la obra, su significado entonces y ahora. Son réplicas breves, cual lluvias de ideas, que tejen una red de conceptos sugeridos por la observación del clásico. Por ejemplo, se plantea que el caballero no deja de ser un sicario o un asesino. ¿Esos valores de Tirante los compartimos hoy? Ahí es donde está la riqueza del clásico, en poder traerlo al presente y estudiar los distintos matices. Para representar al Tirante guerrero, todo el elenco se dispone en escena y se representan las situaciones bélicas de forma casi coreográfica. La fuerza de estas escenas está subrayada con los bastones que marcan el ritmo y luego son armas en la batalla.
A pesar de haber muchas escenas donde la dramaturgia es la protagonista, no deja de ser una obra con mucho texto. Al estar subtitulada, requiere una gran atención para seguirla y no perderse la buena dramatización llevada a cabo. Sin embargo, hay que señalar la belleza de la lengua catalana, la sonoridad de su entonación y sobre todo, la verosimilitud que adquiere este Tirante hablando su lengua original. Y además, es un toque de atención hacia el desconocimiento que tenemos de las lenguas de nuestro país.
Siendo el texto tan importante, la representación opta por la desnudez absoluta de la escena. La pared del foro se ilumina en rojo o blanco para ofrecer mayor expresividad en algunos momentos. Hay un elemento muy voluminoso, unos cajones con ruedas que entran en escena y ocupan mucho espacio en aquellas situaciones que merecen la pena ser subrayadas. Es el sillón o cama donde Tirante se declara a Carmesina, pero también es féretro para mostrar a Tirante muerto. De gran belleza es la representación del naufragio: se coloca un mástil en el centro del escenario, del que parten unas sogas que sujetan los personajes; tirando a un lado u otro, la oscilación da una sensación muy verosímil de estar a bordo de una galera que lucha contra la tempestad. Por último, una de las escenas eróticas entre Tirante, Carmesina y Placerdemivida gira en torno a un contrabajo, cuyas curvas reflejan la voluptuosidad del encuentro de los amantes.
La música tiene una presencia fundamental y bellísima en la puesta en escena. Judit Neddermann se encarga de poner voz a las canciones tradicionales que llenan el tránsito entre escenas, además de incorporar acompañamiento musical. Es maravillosa la escena de todo el elenco con los panderos cuadrados.
El pequeño espectador no está presente en la sala. Ciertamente, una obra subtitulada es complicada de seguir, sobre todo una con tanto texto como Tirant lo Blanc, pero seguramente los jóvenes catalanoparlantes tengan otra percepción de la misma conociendo la obra. La dramaturgia ofrece la posibilidad de comparar su perspectiva del caballero con lo que están viviendo durante la representación. Hoy estamos muy lejos de aquellos caballeros andantes, pero no tanto de invasiones territoriales, guerras, racismo, naufragios en el Mediterráneo, engaños derivados de las envidias y amores con promesas de infinito. Es lo que ofrecen los clásicos: un panorama que surca los siglos y actualiza las cuestiones humanas que se repiten sin cesar.
Por Sara Barquilla Guerrero

FICHA TÉCNICA Y ARTÍSTICA
Vista el viernes 24 de enero de 2025 en el Teatro de la Comedia (Madrid)
Texto: Màrius Serra (a partir del clásico de Joanot Martorell).
Elenco: Rubén de Eguía / Quim Ávila (Tirant lo Blanc), Moha Amazian (Emir), Júlia Genís (Plaerdemavida), Mamadou Diallo (Escariano), Agnès Jabbour (La Viuda reposada/ Maragadina), Clara Mingueza (Carmesina), Judit Neddermann (Música), Ireneu Tranis )Señor de Agramunt / Fraile).
Escenografía: Judit Colomer.
Iluminación: Toni Ubach.
Vestuario: Nídia Tusal.
Composición musical: Judit Neddermann.
Caracterización: Núria Llunell.
Coach de dramaturgia y asesoramiento en diversidad: Denise Duncan.
Dirección de producción: Maite Pijuán.
Técnico de luces: Víctor Cárdenas.
Técnico de sonido: Roger Giménez.
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