Por Eva Llergo

Teatralia, el festival internacional de artes escénicas para todos los público, cumple 29 años y este martes 21 de enero, en la sala Negra de los Teatros del Canal, Lola Lara, su directora artística, nos presentó la maravillosa oferta que el público familiar tendrá a su disposición entre el 7 y el 30 de marzo. En total 26 espectáculos, de 12 países y 8 comunidades autónomas, que se representarán en Madrid capital y en 23 municipios de la región. Siguiendo con los números: serán 8 los estrenos internacionales en España, y varias de las obras tendrán en cuenta la discapacidad intelectual y la diversidad funcional, abarcando una gran variedad de disciplinas y lenguajes: desde el teatro, la danza o el circo a las sombras, la música o los títeres.

Siendo todo esto un regalo incuestionable para los enamorados del teatro destinado a la infancia, lo mejor del acto fue el merecido homenaje a Luis Matilla, dramaturgo de teatro infantil, que falleció el pasado noviembre, y que llevaba desde 1968, entusiasta e incansablemente, dedicado a dignificar e iluminar las artes escénicas para la infantil y la juventud a través de sus obras y su divulgación. Algunas de ellas están publicadas (y premiadas, muy premiadas): Manzanas rojas, Las piernas de Amaidú, Los chicos del barracón nº2, El último curso, El árbol de Julia, Bajo el cielo de Gaza, etc., y a muchas de ellas se puede acceder de manera gratuita desde la página que Cervantes Virtual tiene dedicada al autor.

Durante la presentación de la XXIX edición de Teatralia pudimos disfrutar y emocionarnos con la pieza que Olga Margallo preparó para la ocasión: Luis Matilla, el hombre de las cien manos, basada en la obra y vida del autor, con Alicia Merino en la actuación y Lola Barroso al piano.

Tanto la familia del autor, como otras personas que le admirábamos y conocíamos, pudimos conmovernos profundamente con el homenaje de Margallo que partía no solo desde el aprecio profesional, sino del enrome lazo que la familia Margallo ha mantenido con la Matilla.

Y es que Luis Matilla era un referente para el teatro infantil fuera y dentro de España. Fue responsable de las Semanas teatrales de Acción Educativa y de los primeros vínculos trazados con el teatro infantil internacional. Trabajó incansablemente dentro y fuera de los teatros para que la infancia, y el arte destinado a ella, fuera tomados con la consideración que merecen. Participó también codo con codo con las instituciones públicas durante los años 80 y 90 produciendo un teatro infantil que, en sus propias palabras, “podía tocarse con las manos” y que provocó un cambio de mirada y consideración en las artes escénicas destinadas a la infancia.

Son numerosos los estudios que se han realizado desde el ámbito de la investigación sobre él. Destacamos Tocar el teatro con las manos o El teatro para niños de Luis Matilla,   con el que Xabier López Askasibar ganó en 2008 el Premio Juan Cervera de ASSITEJ. Sin embargo, ahora que ya no está con nosotros, para conocer tanto su valiosa faceta profesional como su lado humano, en el que Matilla era sobresaliente, recomendamos leer su autobiografía: Un comediante en la familia (Círculo Rojo, 2022) y el maravilloso homenaje que sus hermanos Agustín, Picu y Eduardo publicaron a los pocos días de su fallecimiento en el Adelantado de Segovia.

Yo fui una de esas personas que tuvo la inmensa fortuna de toparse con Luis es su camino. Fue en el 2017 cuando llevé a mis alumnos de universidad, futuros Maestros de Educación Infantil y Primaria, a ver el montaje que la valiente compañía A flote teatro había hecho de una de sus obras más reeditadas y celebradas: El árbol de Julia. Para mi sorpresa, Luis estaba sentado entre el público y participó activamente, con su energía desbordante y entusiasmo, en el coloquio posterior tras el visiona de la obra entre los estudiantes y el equipo artístico del montaje. Con su proverbial generosidad y entrega nos regaló su visión sobre las necesidades que el teatro infantil aún tenía por conquistar en nuestro país.

Con los actores de A flote teatro tras la representación de El árbol de Julia

Con los actores de A Flote Teatro tras la representación de El árbol de Julia

A partir de ese día fueron varias las colaboraciones que Luis hizo con nosotros en el ámbito de nuestras enseñanzas universitarias y los grupos de investigación en los que participamos. Pero lo más maravilloso para nosotros es que siempre encontró tiempo también para apoyar nuestro trabajo en El pequeño espectador o alentarnos en nuestros proyectos teatrales personales compartiendo, incluso, también los suyos. Ya ven… como si la cosa fuera de igual a igual. Y es que, lo más mágico de Luis, es que todo lo hacía desde una pulcritud profesional inmensa y, al mismo tiempo, imprimiéndole una dimensión humana tan grande y tan sincera que han hecho que todos los que pasamos cerca de él nos hayamos quedado imantados.

Con varios integrantes del Grupo ELLI de la UCM tras la intervención de Luis en el I Congreso del Grupo de Investigación

Lo cierto que es que yo, tan supuestamente diestra en las palabras por mis estudios de Filología, me siento completamente limitada para expresar la tremenda pérdida que ha supuesto su partida. Y por ello todo homenaje me parece pequeño. Hemos cometido la torpeza de celebrarle demasiado poco en vida. De olvidar que muchas de sus obras ni siquiera llegaron a publicarse. Que una gran cantidad de ellas no se subieron ni siquiera a la escena. Hagamos examen de conciencia con la clarividencia que, lamentablemente, solo nos da la muerte y evitemos que todas las palabras que les dedicó a la infancia, todos los temas y tratamientos con los que buscó incluirles en un viaje iniciativo a su altura hacia la vida adulta y sus interrogantes, queden en el olvido de las bibliotecas o los cajones de escritorio.

Que los niños escuchen sus palabras sobre un escenario. Sí, me atrevo a aventura que para Luis habría sido el mejor homenaje.

Por Eva Llergo