Por Eva Llergo

 

Fabio Rubiano (Fusagasugá, Colombia, 1963) dudó entre ser bioquímico, biólogo, economista o actor. Afortunadamente para los amantes del teatro pudo más la vocación que la practicidad y acabó licenciándose en Arte Dramático en la Universidad del Valle. Tengo que admitir que, para mí, hasta el pasado domingo, era un desconocido, pero también que a partir de ese día, no voy a olvidar su nombre. Fabio Rubiano es el autor y el director de la conmovedora, a la par que estremecedora, Historia de una oveja que se ha podido disfrutar este fin de semana en la Sala Fernando Arrabal de las Naves del Madero.

El título de reminiscencias fabulísticas y aniñadas esconde en realidad la terrible historia de los desplazados internos, según las Naciones Unidas “las personas o grupos de personas que se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en particular como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones de derechos humanos o de catástrofes naturales o provocadas por el ser humano, y que no han cruzado ninguna frontera estatal internacionalmente reconocida”. Triste realidad que, en Colombia, es casi costumbre, con 121.000 personas desplazadas internas solo en 2023.

Con ese telón de fondo, se nos cuenta la historia de la oveja Berenée, un insólito animal que desde su nacimiento consigue hacerse entender por sus cuidadores, la Niña Tránsito y el egipcio Ali, que ya lleva cinco migraciones en su haber, y que fragua un vínculo con ellos de raíces tan sólidas como solo puede generar la tragedia.

Los tres son “invitados” a irse de su lugar de origen, la vereda de San José, e inician un periplo de 9 años a lo largo y ancho del país, cayendo de desgracia en desgracia y de miseria en miseria. Y siempre seguidos de cerca por la muerte. A pesar de toda la tragedia, la oveja durante el periplo, parece conservar intacta su inocencia y su idealismo. No ve muertos sino muñecos y la huida infinita es un juego más con el que divertirse. La ironía trágica y el nivel más alto de lirismo de la propuesta llegan cuando los “adultos” pretenden abrirle los ojos a Berenée sobre lo vivido y ella les descubre que ya lo sabía todo desde el principio. Los animales sienten mucho antes que lo humanos la muerte. Y entendemos por qué desde el principio Berenée llama la atención sobre una actriz vestida de negro (Derly Neira) que hace labores de regiduría (quita y mete atrezzo, barre el suelo) ante nuestros ojos. Pero solo ella y nosotros, como público, la advertimos. Sin embargo, la oveja va siempre un paso por delante, porque ella sí ha entendido quién es y por qué está allí mientras los demás seguimos en el engaño.

Al mismo nivel que el tema, el montaje tiene una potencia visual y sonora sobrecogedora. El elemento recurrente de la escenografía es la ropa. Configura las paredes de la casa donde nace Berenée, como muestra de la historia de las vidas vividas dentro de ella. Marca el camino de muchos pies que anduvieron dentro de zapatos deformados por el tránsito. Pero también indica la presencia de las distintas personas del pueblo con un vestido y unos zapatos tirados en el suelo que, vueltos de espalda y pisoteados o colgados de perchas sobre nuestras cabezas, se tornan imagen gráfica de lo que les sucede a aquellos que prefieren no salir de su casa y vagar hasta encontrar otro lugar donde refugiarse.

Marcela Valencia, Juanita Cetina y Julián Román, están soberbios y tan reales que duele en los papeles de Berenée, Tránsito y Ali. Y el propio Rubiano encarna a una galería de personajes hilarantes y espeluznantes al mismo nivel, del que destacamos la coach que viene a dar consejos de minfulness a los desplazados durante el tiempo que conviven en un campamento organizado por la Cruz Roja. Hay mucha crítica sin encubrir en esta hilaridad con la que se trata a los personajes que intentan ayudar a los desplazados (miembros de organizaciones sin ánimo de lucro, relatores, etc.), totalmente esperpénticos, que no llegan ni remotamente a la altura de la humanidad, ternura y dignificación con la que están tratados el resto de los personajes.

La obra se indicaba para espectadores a partir de 14 años, pero mis tres pequeños espectadores de entre 16 y 11 años eran los únicos menores de edad en la sala. Ellos, sin embargo, sintieron que a pesar del distanciamiento trágico en escena se estaban contando cosas muy verdaderas. Pero que se estaban haciendo desde el respeto y la ternura. La ternura que también ocultan las tragedias más grandes.

Es una lástima que Historia de una oveja solo haya podido verse tres días en las Naves del Matadero. Esperamos que Teatro Petra vuelva pronto por la capital y nos brinde otra lección de humanidad y talento.

Por Eva Llergo

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 5 de mayo de 2024 en la sala Fernando Arrabal de Naves del Matadero

Dramaturgia y dirección Fabio Rubiano

Con Marcela Valencia, Juanita Cetina, Julián Román, Derly Neira y Fabio Rubiano

Dirección de arte Hernán García

Diseño de sonido y Ayudante de dirección Daniela Leiva

Diseño de iluminación Adelio Leiva

Una producción de Teatro Colón de Bogotá y Teatro Petra

Duración 70 minutos

A partir de 14 años

 

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