Por Eva Llergo
LaJoven, de la mano de la dramaturga Marta Arán, nos plantea una relectura del clásico inmortal homónimo de George Orwell. En un futuro distópico no muy lejano (pongamos 2035) el mundo capitalista digital es hakeado por un grupo de jóvenes que consideran que han que hacer borrón y cuenta nueva con todo el entramado de intereses, manipulación y potenciadores de desigualdades que manejan empresas con Google o Amanzon. A cambio proponen un software ético denominado, oh casualidad, Animal Farm. La red social donde cohabitan está basada en principio éticos de equidad y justicia social y en ella deben elegir un skin de animal; para reivindicar sus derechos pero también como metáfora de la necesaria rehumanización que debe experimentar el ser humano volviendo a sus orígenes más animales. Todo ello se nos narra desde la experiencia directa de cuatro jóvenes que deciden alinearse con las gallinas (Chicken), los caballos (Boxer), los gatos (Kitty) y los burros (Benja) -interpretados con la frescura y la energía habituales en los elencos de LaJoven por Flavia Forni, Javier Ariano, Jesús Irimia y Paula Mori-; y a través de un lenguaje teatral que interpela directamente al público, rompe la cuarta pared y convierte a los espectadores en los destinatarios del relato del nacimiento del movimiento Animal Farm en vivo y en directo. Todo ello, además, regado con estupendos números musicales a cargo de Alberto Granados e interpretados por las voces de los actores.
Si Orwell construyó su novela para poner en evidencia las contradicciones del comunismo y, especialmente, de la concepción particular de Stalin, en el montaje de LaJoven encontramos un objetivo más global y menos unívoco. En la construcción de ese mundo tan ideal de Animal Farm rezuma desde el principio la ironía en la recreación del movimiento que se ha construido (y que, a ratos, recuerda a viejos conocidos como el 15M): se delatan las complicaciones léxicas y prácticas del lenguaje inclusivo, la caótica organización del asamblearismo, los enfoques naif de ciertas reivindicaciones proanimalistas. Sus seguidores se entregan a la causa con el mismo fervor y el mismo sinsentido con el que antes se habían entregado al capitalismo. Y, antes de que los cerdos, como en la novela, lo comiencen a estropear todo cayendo en los mismos aspectos criticados al comienzo del movimiento por sus ansias de poder, ya parece que, de fondo, subyace una idea profunda: la tendencia humana estropear todo lo que toca, a caer en los mismos errores una y otra vez. Hay otro discurso crítico que se sostiene más en la superficie y se transmite en un plano más obvio y lineal: la hipertecnologización en la que vivimos inmersos, la falta de pensamiento crítico y de privacidad, el sometimiento a la opinión de unos otros a los que ni siquiera conocemos y la falta de lazo con el ser humano que tengo al lado, la imposibilidad de discernir lo verdadero de lo falso.
Pero el entramado de mensajes es tan complejo que cuesta encontrar una propuesta de cambio positiva, una alternativa al caos y al desorden con el que se dibuja nuestro futuro que ya es presente. Se intuye en la disidencia de Kitty que prefiere el discurso rehumanizador de Napoleón al hipertecnologizado de Snow Ball. Pero lo curioso es que, como en la novela, Napoleón expulsa a Snow Ball y acaba adoptando su filosofía de apoyo a la IA.
Sin duda alguna, el planteamiento abierto que huye de las respuestas unívocas, no puede ser más posmoderno, provocador y revulsivo; pero quizás resulta un poco arriesgado cuando advertimos que los destinatarios ideales de este montaje son adolescentes de a partir de 12 años. Ayer el patio de butacas del estupendo Real Teatro de Retiro contaba con más pequeños espectadores por debajo de 10 que adolescentes. Este desajuste entre la edad anunciada y la complejidad del discurso viene siendo ya a nuestro juicio una tendencia en las propuesta de LaJoven (casos claros son PlayOff o Eneida). Y sin bien no podemos dejar de apoyar que se huya de simplificaciones y no se presente la realidad como un lugar apacible lleno de certezas prístinas, creemos que la cantidad de planos e intenciones superpuestas, no ayuda a fomentar el pensamiento crítico tanto como a generar un estupor difícil de recolocar en los pequeños y jóvenes espectadores.
El ritmo de la propuesta resulta algo desigual. La introducción se hace larga y la multiplicidad de lenguajes usados hace que el espectador tarde en aterrizar tanto en lo que se está contando como en el código a través del cual se nos cuenta la historia. El final resulta apresurado y excesivamente abierto; provoca algo de estupor, como si nos hubiéramos perdido algo. Sin embargo, la parte central del montaje, justo cuando la propuesta se acerca más al argumento de la novela, combina con mucho acierto el ritmo narrativo ágil y enérgico habitual de LaJoven con los estupendos números musical, las vídeoproyecciones y los cambios sutiles pero efectivos de escenografía. Destacamos también el magnífico vestuario de Guadalupe Valero que identifica la esencia animal de cada personaje.
En resumen, Rebelión en la granja, como otras propuestas de LaJoven que buscan traer al presente a los clásicos, no servirá para aquellos adultos (padres o profesores) que quieran una lectura fiel y arqueológica del texto original. Pero sí que será una estupenda manera de acercar al teatro y sus propiedades catárticas y reflexivas a los espectadores jóvenes de los últimos años de la ESO y Bachillerato.
Por Eva Llergo
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 09 de marzo de 2024 en Real Teatro de Retiro
Teatro musical
Basado en la novela de George Orwell
Dramaturgia: Marta Aran
Música: Alberto Granados Reguilón
Dirección de escena: José Luis Arellano García
Coreografías y ayudantía de dirección: Raúl Pulido Jordá
Escenografía: Christina Eleftheriadou
Vestuario: Guadalupe Valero
Iluminación: Óscar Fernández
Videoescena: Alba Trapero
Caracterización: Chema Noci
Dirección de producción: Olga Reguilón Aguado
Dirección técnica: Daniel Villar y Jesús Díaz Cortés
Ayudantía de vestuario: Laura Camila Forero
Prácticas: Carla Mazarrota
Con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso
Reparto
Chicken: Flavia Forni
Benja: Javier Ariano
Boxer: Jesús Irimia
Kitty: Paula Mori
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