Sara Barquilla Guerrero

1973. Michael Ende publica Momo. 50 años después, en el IV Vividero de las Naves del Español en Matadero, la Companyia de Teatre Anna Roca presenta una adaptación de este clásico del género narrativo, un trabajo realizado durante casi una década que acaba de recibir el Premio Butaca al Mejor Espectáculo para público familiar. Merecidísimo.

Las vidas humanas poseen un ingrediente fundamental: tiempo. Algo intangible que modela nuestra existencia: larga o corta, intensa o anodina, lenta o dinámica. Más allá de cómo percibamos ese transcurrir temporal, disponemos de un presente y jugamos con él según algunos condicionantes, como puede ser la edad, el momento vital o el objetivo. Por ejemplo, durante la infancia, el tiempo es un chicle que se estira interminablemente, mientras que en la edad adulta se tiende a compartimentar el tiempo, a repartirlo en cajoncitos y se contabiliza al milímetro para poder “ahorrarlo” o “malgastarlo”. De hecho, hoy en día hablamos de pobreza de tiempo; Michael Ende dibujaba una alegoría donde los hombres grises robaban a las personas su tesoro más preciado, que vendían su alma al diablo sin darse cuenta. Este es el tema fundamental de Momo: en nuestra sociedad falta tiempo para lo esencial, que es escuchar y disfrutar de la vida con las personas a las que queremos. Los hombres grises solo se aprovechan de la ambición humana y, al llevarse su tiempo, lo que sustraen es calidad de vida.

La Companyia de Teatre Anna Roca canaliza el relato a través de dos recursos fundamentales que hacen zambullirse de lleno al público en la historia, convirtiéndola en una experiencia más real. Son el espacio y la estructura narrativa. El espacio, creado expresamente para la representación, es un pequeño anfiteatro con dos filas de bancadas alrededor y tres puertas de acceso. Nada más acomodarse, el público se pregunta dónde está, qué lugar es ese. Lo sabrá enseguida: el anfiteatro en ruinas donde vive Momo, la protagonista de la historia. Esos bancos permiten al público estar muy cerca de la representación, tanto como para formar parte de la misma; además, su disposición circular va a determinar la puesta en escena, desde distintos lugares, con múltiples puntos de vista. Por si este recurso no fuera lo suficientemente motivador, la estructura narrativa parte de otro recurso infalible para captar al público: la toma de contacto la hacen unos narradores que nos van a contar una historia. ¿A quién no le gusta que le cuenten un cuento? Mayores y pequeños conectan con estos narradores que interpelan a su público, le preguntan, le hacen partícipe de la historia. Pero también tienen la mágica posibilidad de teletransportarse a otra dimensión cuando se convierten en los protagonistas de la narración. Uno de los tres contadores se acompaña de un acordeón, es decir, cuenta y canta su parte de la historia y nos conecta aún más con la tradición oral uniendo música y narración.

Tres puertas para tres actores que encarnan la triada principal: Momo, Beppo y Gigi. Para interpretar a otros personajes, simplemente se produce un desdoblamiento o se utilizan marionetas. Estas últimas son elaboraciones artesanales que, sin ser realistas, son muy expresivas y generan simpatía, tensión o ternura. Las más llamativas son los hombres grises, construidos a partir de flexos con una luz azul que, en la oscuridad circundante y gracias a las voces actorales, resultan verdaderamente peligrosos. La aparición de marionetas desde cualquier rincón del anfiteatro obliga al público a estar muy pendiente de las nuevas incorporaciones al elenco de personajes. Por su parte, los personajes principales poseen unos atributos definidos. En el caso de Momo es un chaquetón enorme que cuelga del vértice más elevado del anfiteatro; cuando desciende, el público entiende que Momo entra en escena, es decir, la narradora se transforma en personaje vistiéndose con el gabán. Gigi es un narrador, se gana la vida contando historias y, para demostrarlo, nos regala una con sombras chinescas y presenta este nuevo plano narrativo: los narradores nos cuentan una historia donde los personajes relatan a su vez otras historias. Por último, Beppo es un humano muy peculiar: sus respuestas se cocinan a fuego lento porque no quiere decir mentiras. El problema es que necesita que sus interlocutores respeten ese ritmo tan alejado de las prisas humanas. Momo sí tiene tiempo para esperar las respuestas de Beppo, como dispone de él para escuchar a Gigi y a todas aquellas personas que necesitan tiempo para que la comunicación fluya, porque la solución a buena parte de los problemas es la falta de tiempo.

Una obra tan dinámica y variopinta posee la peculiaridad de manejar el tiempo de forma magistral: comienza lentamente y va subiendo el ritmo conforme nos adentramos en el relato. Aun así, el texto de Michael Ende es extenso: ¿cómo consiguen condensarlo en solo 60 minutos? Sabiendo que se dirigen a un público infantil (se recomienda a partir de 8 años), no se plantea un proyecto salomónico, sino que se abarca lo correspondiente a una primera parte de la novela. Aparecen los hombres grises y consiguen llevarse a muchos amigos de Momo, pero no a esta, que resiste y demuestra que una vida más pausada y rodeada de amigos es no solo posible, sino deseable. Una verdadera necesidad en los tiempos que corren, que pueden aprender a caminar.

El pequeño espectador queda inmerso en la historia desde el primer momento. Escucha con atención como Momo, ejemplo de esa capacidad infantil para mirar alrededor y admirarse de lo pequeño. Participa cuando los narradores lo demandan y se emociona de ser parte de la historia, porque es importante lo que sucede en el presente y no solo aquello que proyectamos en el futuro. Se ríe en los momentos divertidos y se asusta ante las amenazas de esos seres extraños que no vienen con buenas intenciones y que, como nos recuerdan los narradores, están muy cerca, acechando nuestras vidas. Así que resistamos la corriente y que no nos roben el tiempo.

Sara Barquilla Guerrero

 

 

Vista el 25 de noviembre de 2023 en el IV Vividero, Naves del Español en Matadero.

Duración: 60 minutos.

Edad recomendada: a partir de 8 años.

 

FICHA TÉCNICA Y ARTÍSTICA

Idea original: Anna Roca.

Dramaturgia y dirección: Jesús Arbués.

Con Anna Roca y Jordi Gilabert.

Música en directo: Pere Romaní.

Diseño de espacio escénico: Pablo Paz y Guillermo Gongora.

Diseño de iluminación: Nino Costa.

Composición musical: Marta Rius.

Diseño de vestuario y objetos: Judith Torres.

Técnico en gira: August Viladomat ‘Guti’.

Producción ejecutiva: Anna Roca y Judith Torres.

Agradecimientos: Nord Produccions, Pep Mas, Lluís Rovirola, Anna Roura y Rita Fernàndez.

Con la ayuda de Institut Ramon Llull.

Colaboran: Diputació de Girona, L’estruch Fàbrica de Creació, La Sala Miguel Hernández, Figueres a Escena y Ajuntament d’Olot.

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