Por Sara Barquilla Guerrero

La compañía teatral Rateatro en Adela, niña mía se atreve con una alternativa a la paradigmática obra de Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba. Aquella profundiza en los sentimientos más desgarradores de la tragedia lorquiana, proponiendo además varias alternativas escénicas que divergen del planteamiento original.

Adela, niña mía se centra en tres personajes: Adela, Martirio y Pepe el Romano. Esta es la primera divergencia respecto a la idea del creador granadino: Pepe el Romano está, interactúa, dialoga y expresa en monólogos sus sentimientos. Lorca logró que existiera un personaje que, sin aparecer en ningún momento, estuviera presente en buena parte de la trama. Sin embargo, Rateatro introduce en escena a este personaje, eje de las ilusiones y deseos de las hijas de Bernarda. Pepe el Romano, hasta ahora siempre un ser imaginado por el lector/espectador, se mide con un listón muy alto: ¿nos lo imaginábamos así? Seguramente dependerá de cada cual. Rateatro propone a un joven locamente enamorado de Adela, que no duda en enfrentarse al poder establecido para conseguir lo que anhela: el amor de la más joven de la familia. No es un interesado y tampoco está utilizando a Adela sabiendo que terminará con Angustias.

Frente a Pepe el Romano nos encontramos con las dos hermanas, Adela y Martirio, enfrentadas por el amor hacia el mismo hombre y aferradas a lograr su objetivo: el de Adela es el propio Pepe; el de Martirio, evitar tal unión.

Adela representa fielmente el personaje lorquiano. Es joven y entusiasta; su alegría y sus ganas de vivir son la luz de cada escena. Su sonrisa, su mirada ilusionada, su danza relajada y sensual, todo ello atrae a Pepe el Romano, quien no puede resistirse al encanto de Adela. Aquí podemos disfrutar de otra divergencia respecto al texto de Federico. Los encuentros entre Pepe y Adela, antes sucedidos fuera de escena, son representados con todo su erotismo. Pepe y Adela se desean. Ella se contonea, se acaricia, se acerca sinuosa a Pepe que, aunque frío en un inicio, apenas puede controlar sus impulsos y arde con su contacto.

Por último, el tercer vértice del triángulo: Martirio. Como su propio nombre indica, está atormentada por la rabia que le genera su entorno: un amor no correspondido, una baja autoestima, un encierro. Le corroe la envidia. En sus monólogos, escupe todo el rencor que se le multiplica proporcionalmente a la felicidad de su hermana pequeña.

Casi como cierre, Rateatro interpreta literalmente la confrontación dialéctica de Adela y Martirio en el momento definitivo de la tragedia, justo antes de que se precipite el terrible final. En esta escena las dos actrices representan con gran fuerza dramática todos los granitos de emoción que se han ido acumulando a lo largo de la obra. Adela lucha por lo que quiere; Martirio, incapaz de pararla, sabe que solo le queda provocarle sufrimiento.

Se oyen los disparos finales. Una voz en off, la de Bernarda, recuerda a sus hijas que, a partir de ahora, silencio absoluto. Solo ellas saben lo que ha sucedido, por lo que toca mantener las apariencias respecto a la vecindad. ¿Y qué es lo que ha pasado? Aquí la obra vuelve a alejarse del final lorquiano. Puestas a imaginar, ¿podría haber otro posible? Rateatro huye de la tragedia definitiva de Adela, posándola ahora en Martirio, que se ha quedado completamente sola. Más sola que nunca.

Reconocemos la labor de las actrices Pilar Vega y Tamara Rosado, que representan con valentía estos personajes tan carismáticos y cargados de matices. También la apuesta de la compañía, que traza líneas paralelas y perpendiculares a este clásico de Lorca, con el peligro que supone alterar una obra consagrada. Llamemos la atención igualmente sobre los dos elementos elegidos para dar forma a la escena: el primero son unas cuerdas que cuelgan del techo y trazan varias curvas; simbolizan todas las ataduras, no solo en la familia de Bernarda, sino también a nivel social, la dependencia de la tradición y la opinión pública. El segundo son unas velas, fieles y silenciosos testigos de los amores apasionados entre Pepe y Adela; y, por supuesto, mantienen la ligazón con Lorca, recordando la muerte que ha conducido a este encierro y augurando la tragedia que pisa incesante los pies de la protagonista.

El pequeño espectador no estaba presente en la sala. La obra se recomienda a un público a partir de 14 años; no obstante, habría que añadir que es interesante que tal público joven ya conozca la obra original de Federico García Lorca para que pueda establecer una relación y una valoración intertextual, pues siempre enriquece la opinión y alimenta el espíritu crítico.

Por Sara Barquilla Guerrero

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 26 de marzo de 2023 en Sala Bululú 2120 (C/ Canarias, 16)

Elenco: Pilar Vega, Tamara Rosado y Pedro Entrena.

Dirección: Pedro Entrena.

Autoría: Pedro Entrena.

Dramaturgia: Pedro Entrena.

Duración: 60 min.

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