
Por Eva Llergo
Los fans de Regreso al futuro todavía hoy nos asombramos de que, en el auténtico 2015, los patinetes no fueran voladores o no existieran chaquetas con autosecado, como sucedía en la segunda parte de la saga. Seguimos empeñados en que el futuro debería ser una versión “hipertecnologizada” de nuestro día a día actual, porque así nos lo ha metido en la cabeza el cine norteamericano del mainstream. Aunque muchos se esfuercen por hacernos ver que cada vez es más probable que el futuro se parezca… al pasado. No trata de engañarles la que escribe, ni de confundirles con juegos de palabras. Se trata más bien de la idea de decrecimiento que, cada vez más, parece la única versión viable de nuestra existencia en los próximos años.
Sobre el mismo presupuesto parecen basar su punto de partida para el espectáculo Villa y Marte los madrileños Ron Lalá, aunque con mucha sorna y autocrítica. Para ellos, cuando seamos capaces de pisar Marte los humanos nos encontraremos con que allí hay una ciudad… igualita al Madrid de Ruperto Chapí. Llena de chulería, centralismo y “egques”. Solo que se llama Martit y está surcada por un río Martanares. Este Martit está poblado por lavanderas llamadas Marta Martínez, chulapos que ostentan el nombre de Martín Colorao y alguaciles que responden a Rogelio Rojo. Igualito todo a nuestro Madrid más castizo, con la única salvedad (una menudencia) de que aquí casi todo el mundo tiene un ojo de más o un pecho de menos, dos caras (una de poli bueno y otra de poli malo) o brazos y piernas como para ganarle el récord de paradas a Courtois.
La mirada de extrañamiento sobre este chulapismo marciano viene de la mano de un capitán madrileño (esta vez, sí, de “Madriz”) cuya nave espacial amartiza de emergencia en el planeta rojo junto a su fiel androide y descubre que aquello, con sus salvedades “martemorfas”, se parece terriblemente al Madrid que su abuela le relataba de niño. Con un leve hilo argumental (el capitán amartiza con el fin de colonizar Marte, pero de camino se queda prendado de la lavandera marciana y sus planes, claro, mutan), Ron Lalá nos regala 90 minutos de risas, versos y música con el estilo energético y arrollador al que nos tiene acostumbrados. Virtuosismo que amplía fronteras si tenemos en cuenta que los cinco actores son, al mismo tiempo, los músicos e interpretan todos los temas en directo, como otras veces.
Los versos de Álvaro Tato están compuesto e hilados con el gracejo que requiere la situación y combinan bien, la mayoría de las veces, con la música de Miguel Magdalena. Decimos “a veces” porque entre los compases de zarzuela y sainete se cuelan temas más comerciales que resultarían más propios de musicales de hoy en día, produciendo una curiosa sensación de desajuste. A nuestro parecer, y en el de nuestros pequeños espectadores, la fuerza del espectáculo recae con demasiado peso en estos dos elementos, texto y números musicales, quedando las acciones relegadas a un tercer discreto lugar. Sucede a veces que tanta verborrea (aunque siempre suponga una pirueta léxica), amparada muchas veces en el leivmotiv de los juegos de palabras con el nombre del planeta, deja de sorprender y produce cierta sensación de estatismo y saciedad.
Villa y Marte es una propuesta imaginativa, disparatada y fresca en su argumento y en su vertiente visual y escénica, con un connato reivindicativo de nuestro folclore y la necesidad de conservarlo y transmitirlo. Hasta aquí sería perfecto como “espectáculo familiar”. Pero la preponderancia del texto en verso, de la fiesta constante de juegos de palabras, hace que se aleje del público más joven para acercarse más a aquel que disfruta (porque puede) de las delicias de las paranomasias, calambures y demás figuras del lenguaje.
Por Eva Llergo

DATOS TÉCNICOS:
Vista el 14 de enero de 2023 en el Teatro Pavón (C/Embajadores, 9)
Reparto (por orden de intervención):
Capitán / Limpiabotas / Matutero: Daniel Rovalher
Trasto / Pregonero / Novicia: Juan Cañas
Lavandera / Alguacil / Novicia: Miguel Magdalena
Lavandera / Martín / Señorito / Locutor: Luis Retana
Marta Martínez / Novicia / Locutor: Diego Morales
Creación colectiva: Ron Lalá
Texto: Álvaro Tato
Composición y arreglos: Yayo Cáceres, Juan Cañas, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher
Dirección musical: Miguel Magdalena
Dirección: Yayo Cáceres
Diseño de iluminación: Miguel Á. Camacho
Ayudante de iluminación: Paloma Cavilla
Diseño de sonido: Eduardo Gandulfo
Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia
Ayudante de vestuario: Elena Arias
Talleres de confección: Maribel RH, Alejandro Jaén
Pintura de vestuario: Laura Cosar
Diseño de escenografía: Tatiana de Sarabia y Ron Lalá
Colaboración técnica: Ismael Garcia Vinuesa
Taller de realización: Scnik
Acabados: Elena C. Galindo, Eduardo Gandulfo
Técnico de sonido: Ismael Aguilar, Arsenio Fernández
Técnicos de luces: Francisco Galán, Guzmán Pérez
Maquinaria: Lea Béguin, Raúl Carazo
Ayudante de producción: Alma Vidal
Fotografía y audiovisuales: David Ruiz
Redes: Ron Lalá
Prensa: María Díaz
Administración: Juan Cañas
Producción ejecutiva: Martín Vaamonde
Diseño de producción: Ron Lalá / Emilia Yagüe
Distribución: Emilia Yagüe Producciones, SLU
Fotos: David Ruiz
Una coproducción de Teatros del Canal y Ron Lalá
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