,Por Juan Sánchez Gómez
¿Cómo fue que un día dejamos de jugar? Esa es la hermosa y escalofriante pregunta que se hace la compañía mallorquina La Mecànica en su espectáculo Las pequeñas cosas. Una cuestión que me llamó la atención desde que la leí en la sinopsis de la programación de Teatralia. ¿Un espectáculo infantil que apela de manera directa a los adultos? Pues sí. Las pequeñas cosas pretende ser un diálogo intergeneracional que radiografía las relaciones entre padres e hijos, una función preparada para que disfruten por igual pequeños y grandes espectadores.
Para la construcción de Las pequeñas cosas La Mecànica cuenta con testimonios de niños y niñas que, mediante una voz en off, nos hablan de sus anhelos y sus inquietudes: de sus profesiones soñadas, de la ausencia de parques en su ciudad, de unos padres cada vez más absorbidos por las nuevas tecnologías. A partir de estas reflexiones la compañía crea una serie de sketches que utilizan lenguajes escénicos como el títere, la danza y el clown. Hoy la palabra descansa por una hora y se nos obliga a abrir muy fuerte y muy grande los ojos, quizá para que por fin reparemos en esas “pequeñas cosas” que nos rodean y nos buscan.
Todo empieza con una fiesta. Cuatro adultos bailan “Daddy Cool” de Boney M., retro, colorista y profético a partes iguales. Entre los padres y adultos de la platea sonrisas cómplices, bailoteos tímidos. Y, de repente, llaman a la puerta. ¿Para quién es? Nadie quiere contestar. Pero siguen timbrando. ¿De verdad nos van a arruinar la fiesta? La responsabilidad no se cansa de repiquetear hasta que uno de ellos abre. Así, un gesto tan sencillo, el de abrir una puerta para recoger un pedido a domicilio, es el incidente desencadenante del espectáculo. La Mecànica ha construido, hilando fino y divertido, la perfecta metáfora de lo que significa que un niño llegue a tu vida: la fiesta se termina, esos amigos que bailaban contigo ya no quieren saber nada y te toca hacerte cargo de… ¿una planta?
Sí. Una planta. Y una piedra, un coche teledirigido, un sonajero, una mochila… La compañía mallorquina crea un lenguaje visual bello, divertido y fresco, en el que “pequeñas cosas” de nuestro día a día ocupan el rol de los pequeños en escena. Así vemos globos llenos de agua con pañales para evitar fugas, mochilas reticentes a tragarse el avioncito de turno… Un caleidoscopio de metáforas que hacen a pequeños y grandes espectadores carcajearse de la risa.
Poco a poco, la imagen creada se va desarticulando y estos objetos cotidianos se metamorfosean en títeres que, sin tener vida propia, parecen tenerla. A través de sus manipuladores intentan hacerse hueco en las bulliciosas calles, donde solo ven pasar piernas y piernas, o se lanzan a la intrépida misión de buscar una zona de juegos para escapar de ese vecino cascarrabias que no les deja jugar en su casa. Podría hablar de todos los momentos divertidos y de belleza poética que esconden todas estas piezas, pero os invito a que vayáis a verlo para no destripar ninguna de las risas.
Sí me gustaría reseñar el extraordinario trabajo de La Mecànica poniendo en escena un conflicto que pivota entre la humanidad y lo inerte, que habla de nuestra mirada (o falta de ella) hacia los más pequeños. ¿Dejamos de jugar porque vemos a los niños como utensilios a los que atender y evitar que se rompan? Primero buscamos su protección y satisfacción de las necesidades básicas, luego los apartamos y relegamos, ya sea no dándoles espacios de ocio o encerrándonos nosotros mismos en nuestro mundo de adultos gobernado por las redes sociales y el cansancio post – trabajo.
Pero La Mecànica nos da un bofetón en la cara con toda la mano abierta y nos agita para que rehumanicemos a los niños (suena gordo, pero las verdades son así). Dejemos de ser entes inanimados y juguemos, divirtámonos con ellos y no solo mientras duerman, no nos convirtamos en esa clase de personas que traen niños al mundo solo por arreglar y parchear sus propias vidas (y conciencias) hasta que crezcan y repitan el ciclo de vida útil.
A pesar de haber acabado por todo lo alto, no me gustaría dejar de reseñar el potente trabajo de interpretación que realizan Aina Zanoguera, Alejandro Navarro, Borja Tous y Carme Serna, dejándose la piel, el aliento y la creatividad en las tablas. Entre los cuatro existe una química que traspasa la escena, una coordinación exquisita que nos atrapa y no nos suelta hasta que termina el espectáculo.
Por Juan Sánchez Gómez
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 26 de marzo de 2022 en el Teatro de la Abadía (C/de Fernández de los Ríos, 2)
DIRECCIÓN Y DRAMATURGIA
Pau Bachero
ASESORÍA CIENTÍFICA
Marga Salas
ASESORÍA ARTÍSTICA
Jonathan Holloway
INTERPRETACIÓN
Aina Zanoguera, Alejandro Navarro, Borja Tous y Carme Serna.
DISEÑO DE SONIDO
Mon Joan Tiquat
ESCENOGRAFÍA Y TÍTERES
Alfred Cases
ARTISTA VISUAL
Claudio Capellini
MAPEO Y PROYECCIONES
Marc Homar Marín
DISEÑO DE ILUMINACIÓN
Jenny Vila
TÉCNICO
Juanro Campos
VESTUARIO
Angie Vallori
UTILERÍA
Andrea Custodio
CONSTRUCCIÓN ESCENOGRAFÍA
Borja Tous
PROYECTO EDUCATIVO
Paula Vila
AYUDANTÍA DE PRODUCCIÓN
Bel Albertí
FOTOGRAFÍAS
Luca Rocchi
PRODUCCIÓN CREATIVA
Jenny Vila
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