Por Juan Sánchez Gómez
Sentados sobre cojines con las piernas cruzadas nos preparamos para escuchar una historia. Lupe Estévez amasa con un rodillo una tela redondeada que recuerda a la pasta filo. A partir de ese movimiento cotidiano que adquiere un ritmo ritual nos sumergimos en el mundo de la tradición, aquel en el que las abuelas cocinan con mimo, en el que los cuentos tradicionales se cuentan alrededor de una hoguera. Un mundo al que Lupe Estévez va a sacar las tripas.
Porque Donde siempre, siempre es una historia sobre la mentira, que se ha transmitido desde que el mundo era niño y ha encontrado siempre el resquicio para seguir viva. Siendo sus principales objetivos la infancia y la vejez. La propia creadora cuenta en una entrevista para Godot dónde encontró el germen para contar esta historia. “Pero llegó la pandemia y surgió otro tema: el hecho de que, ante las fatalidades, a los que consideremos frágiles como a los niños, jóvenes o personas muy mayores, se les oculta la realidad o se les miente. Yo me empecé a cuestionar si eso era ético o no.” Podéis leer aquí la entrevista completa.
El resultado de esta exploración es un espectáculo en el que Lupe Estévez, valiéndose de sus tablas como narradora oral, nos cuenta cinco historias relacionadas con la mentira, en el limbo entre lo que fuimos y lo que seremos. Los fragmentos, perfectamente diferenciados en el espectáculo, pertenecen a géneros distintos (desde una nada tradicional Caperucita Roja a una sátira política sobre la llamada “Generación de la Ilusión”). Sin embargo, las cinco comparten un aliento macabro e inquietante, propio de los cuentos de tradición oral, que sacó la risa nerviosa de muchos de los jóvenes espectadores allí reunidos. En su dramaturgia, Lupe Estévez se vale del tabú para contarnos lo que no nos cuentan. Con sus palabras Caperucita Roja se muestra como lo que realmente es: un abuso sexual, Ricitos de Oro se metamorfosea como una alegoría del capitalismo más salvaje, y los nostálgicos recuerdos de infancia reflejan un trato pueril hacia su abuela.
Será esta última (o quizá una abuela universal que apela a la sociedad en su conjunto) la que cobre un papel fundamental para el desarrollo del espectáculo. Al principio, como un pequeño títere articulado de lana, que escucha adormilado (o anestesiado) las historias de la narradora. Pero, poco a poco, el títere va creciendo y volviéndose monstruoso, más por su hiperrealismo y por la proyección que los espectadores hacemos en él. ¿Llegará un momento en el que nuestros cuerpos se descascarillen y también necesitaremos que nos cuiden? En esa hermosa danza final con la marioneta, Lupe Estévez nos desvela el principal mensaje de la pieza: la empatía. El tiempo pasa para todos, los cuidados se convierten en una rueda por la que pasaremos todos. Sin embargo, cuidar no significa mentir, no tiene nada que ver con edulcorar la realidad haciendo como si no existiera. Lupe Estévez nos muestra que el cuidado está en la escucha, en la empatía.
Por Juan Sánchez Gómez
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 9 de abril de 2022 en Espacio Abierto Quinta de los Molinos (C/Juan Ignacio Luca de Tena, 20 )
CREACIÓN E IDEA ORIGINAL
Lupe Estévez
DIRECCIÓN
Lupe Estévez y Magdalena Labarga
INTÉRPRETE
Lupe Estévez
TEXTO
Lupe Estévez
DISEÑO DE ILUMINACIÓN
Cristina L. Bolívar
ESPACIO SONORO
Pilar Calvo
MIRADA EXERNA
Luisa Huedo
ASISTENTE DE MOVIMIENTO
Estefanía Morante
TÍTERES
Lupe Estévez
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