Por Eva Llergo

Si fuera reina (que poco le queda) la llamarían Eugenia la Grande. Si fuera bufona, la habrían querido y buscado todos los monarcas, para escucharle decir las necesarias y enormes verdades que todos deseamos pero tememos oír, pero que, por su boca, tamizadas en risa, no duelen como golpes sino que tocan como caricias, pero calan igual… como la lluvia.

Puede que no sea ni reina ni bufona, o puede que sea precisamente las dos cosas. De lo que estamos seguros es que es muy muy grande como artista y que se merece, tanto el homenaje que pueda hacerle esta crítica, como el que ella misma le ha rendido a su historia tras 30 años de oficio en su espectáculo Con la cabeza en las nubes. ¿De quién les hablamos? ¿Pero aún no lo saben? ¡De Eugenia Manzanera!

Payasa, cabaretera, actriz, cuentacuentos, bufona, arteducadora… Hacen falta muchas palabras para definir a esta artista que lleva tres décadas defendiendo el arte del cuento, del teatro y de la risa sobre los escenario. Pues no… No podemos negar que tenemos una implicación emocional con ella. Su Caracoles fue uno de los primeros espectáculos que mi hijo mayor vio en el teatro y Corpore Oh! el primero primerísimo que mi hija pequeña contempló con tan solo 5 meses. Nos hemos acostado por las noches y levantado por las mañanas al ritmo de su “Tengo sueño, tengo sueño, tengo ganas de dormir…” de su espectáculo Retahilando. La hemos degustado como adultos en su Ocaraocruz y utilizamos sus magníficas contadas de cuentos como ejemplos de narraciones orales para nuestras clases en la universidad (no se pierdan este Caperu Gronka, todo un prodigio de jitanjáfora).

Después de 30 años sobre las tablas, tocaba un homenaje. ¡Claro que sí! Y Eugenia Manzanera lo enmarca con el precioso y exacto título Con la cabeza en las nubes, todo un elogio a la capacidad de soñar entendido como una de las mejores virtudes que puede tener un ser humano (y no como un reproche, como algún prosaico pudiera entender…). En el espectáculo Eugenia Manzanera recupera algunos de los mejores momentos de su carrera como narradora oral y actriz. Los orígenes se remontan, como ella misma nos recuerda, a 1993 cuando empezó a fraguar ese sello tan suyo, tan propio… tan “Manzanera”. Una mezcla personalísima de imbricar cuento, teatro y objetos, para crear un espectáculo integral, siempre mágico, siempre tierno, siempre cálido, siempre desternillante. Porque si algo sabe sacarnos Eugenia es la risa (hasta en estos tiempos tan tristes). Una risa franca, que sale desde las vísceras y desde el corazón y que suena cristalina, a campanilla llamándonos para comer.

En Con la cabeza en las nubes, la artista recupera algunas de sus mejores narraciones de cuentos: algunos de autor como La cebra Camila (Marisa Núñez, Kalandraka), El dragón Plácido y la mariposa (Michael Ende, Alfaguara) o Camila come cuentos (Laurence Herbert, Espasa Calpe). Otros muchos tomados de la tradición oral, que tan bien conoce y tan bien defiende a capa y espada. Entre cuento y cuento caen disparates, adivinanzas, canciones y alguna que otra retahíla. Todo hilvanado en un discurso al más puro Manzanera, donde no se necesita una lógica narrativa sino la capacidad sobrehumana de esta artista de darle sentido a cualquier cosa a través de la palabra.

En el escenario, acompañándola, un baúl de mimbre, una colorida maleta llena de cachivaches que cobran nuevas vidas antes nuestros ojos, un enorme libro de tela, unos guantes tuneados, un delantal/castillo, un folio de papel o sus propias manos. Objetos que se inventa y reinventan, recordándonos las mil posibilidades que nos ofrece la imaginación si sabemos activarla.

Y es que Con la cabeza en las nubes está asentado en de las bases de sus espectáculos: el elogio de la imaginación, de la creatividad y de la literatura.

Todavía no he asistido a algún espectáculo de Eugenia Manzanera es que no me maraville tanto su capacidad de sacarle al público la risa como de interactuar durante todo el espectáculo con él y ofrecer siempre la respuesta perfecta, rotunda, redonda (como si hubiera ensayado en casa con las mil posibilidades de interacción que podemos ofrecerle los distintos públicos). La participación de los pequeños espectadores en sus espectáculos es siempre vibrante, intensa, eléctrica. Consigue tenerlos al 200%, entregados y dispuestos a seguirla a donde haga falta, como una auténtica flautista de Hamelín, pero no hipnotizados sino voluntarioso y conscientes.

Gracias Eugenia por llevar 30 años regalando palabras con las que soñar, reír y crear. Gracias por aguantar contra viento y marea, en este oficio precioso y tan necesario, pero a veces ingrato. Gracias, Eugenia, en definitiva, por llevar nuestras cabezas hasta las nubes.

Por Eva Llergo

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 12 de marzo de 2022 en el Auditorio Municipal de Chapinería

Autoría e interpretación: Eugenia Manzanera

Duranción: 50 minutos

 

 

 

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