Por Araceli Hernández

«cada roce entre las hierbas, cada bocanada del aire cálido de la noche […] y cada chapoteo de un pececillo dando saltos en el remanso de un río, tenían para él la misma importancia que el trabajo en la oficina tiene para un nombre de negocios.» Kipling, R., El libro de la selva

 

Una vez más nos acercamos al siempre infalible Espacio Abierto de la Quinta de los Molinos y, aunque no es la primera vez que volvemos desde la pandemia, no deja de sorprendernos el esmero con el que logran generar un espacio seguro en el que poder disfrutar de nuevo del teatro. Queremos aprovechar esta reseña para remarcar el celo con el que organizan, en cada espectáculo, los sitios que ocupará cada unidad familiar, garantizando el espacio de seguridad entre cada uno de los grupos de asistentes; la amabilidad con la que nos explican las medidas en cada punto (acceso al edificio y entrada y salida del auditorio) y el mimo con el que nos van marcando las pautas a seguir, siempre con un humor y un entusiasmo que contagia.

Consiguen verdaderamente que uno se olvide de todos los malestares prosaicos del día a día (la factura de la luz, la incidencia de contagios, el confinamiento y el tiempo que llevamos sin poder reunirnos con nuestros seres queridos) y que entremos al auditorio con la mente ávida por capturar las sutilezas que nos deparará la obra programada ese fin de semana. Y Loo (de pronunciación “luu”), con un abultado palmarés a sus espaldas, desde luego, no defrauda. El título alude a un viento asiático, caracterizado por su calidez y sequedad, tan fuerte que es capaz de desplazar las zonas húmedas y selváticas y, en su lugar, dibujar las dunas del desierto.

Esta singular composición, pensada para los pequeños espectadores (2-5 años), aumenta profundamente esa sensación de alejarnos de todo transportándonos a un paraje remoto y mágico, casi de reminiscencias atávicas, en el parece que queda todo por descubrir. El escenario lo ocupan un inmenso ventilador y un enorme cajón de arena (del que sobresale un tieso mástil), cubierto por un deslumbrante paño de un intensísimo y fantástico añil. Estos elementos, aire, tierra y agua, configurarán el “viaje” de la protagonista, comenzando con un delicado intercambio de movimientos armónicos con el lienzo casi como si se tratase de una danza (habitual en los espectáculos de la compañía Ponten Pie, que no duda a la hora de fusionar diferentes disciplinas artísticas en su búsqueda por un lenguaje teatral rompedor); danza mediante la que el “oleaje” se irá retirando poco a poco para dejar al descubierto el desierto que escondía bajo esa vibrante capa azul.

Cambia entonces la luz y parece que se despierta en la protagonista una nueva energía, más dinámica y más intensa, y, sorprendida ante el desierto que se expande a sus pies, comienza a explorar y a investigar qué se oculta bajo la arena. Así, surgen de entre las dunas una ajada pelota, un remo, todo un barco (con su capitán incluido) e incluso un desafiante y travieso volcán. Son unos momentos cargados de ternura y comicidad, que provocaron numerosas carcajadas entre los pequeños espectadores, y que nos recuerdan en cierto modo al proceso de aprendizaje del ser humano en sus comicios, cuando son precisamente los sentidos y la curiosidad los que nos van revelando el mundo y nos impulsan a seguir descubriendo y experimentando con lo que nos rodea. Y en Loo se encarna a la perfección este espíritu indagador de aventura, el cándido y vigoroso anhelo por entender qué ocurre en nuestro entorno.

El ritmo sigue un planteamiento circular, empezando con esos sinuosos movimientos en con los que se iba despejando el “agua”, continuando con un periodo de excitación y juego sacando a relucir todos esos objetos mágicos que se ocultaban entre la arena, y finalizando con un poético y relajante detenimiento del cuerpo en el que la intérprete se funde lentamente con la tierra. Dinámica que consigue arrastrar al espectador de forma que también se imbuya en esas sensaciones alternas de animación y calma, cautivando completamente nuestros sentidos.

Apoyándose en muy pocos recursos (eso sí, perfectamente aprovechados -mención especial a los vibrantes colores tanto del propio escenario como de los elementos de escena-), sin diálogo, sin una trama evidente y con una única intérprete en escena, Loo consigue atrapar inevitablemente nuestra atención y la de los asombrados pequeños espectadores, estimulando continuamente nuestro sentidos y azuzando nuestra imaginación para ir hilando la historia que nos relata. Nos recuerda en este sentido a Niyar, espectáculo que también disfrutamos en el Espacio Abierto y que jugaba con esa idea de dejar al público la estimulante tarea de interpretar, bajo sus propias conclusiones, lo que iba aconteciendo en escena sin plantear un discurso cerrado.  Aunque las medidas ante la COVID19 impidieron la proximidad e interacción directa con el público, alterando el formato intimista original, la potencia visual de los elementos y la sutil poesía de sus gestos consiguieron que la obra nos llegase con la misma fuerza.

Loo nos invita a descubrir y a jugar dejándonos llevar por los sentidos en un espectáculo que demuestra que no sólo vale mirar si no que debemos palpar las texturas, sentir la brisa en nuestra piel, hundir los pies en la arena y, en definitiva, conocer y disfrutar las maravillas de nuestro mundo.

Por Araceli Hernández

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 13 de febrero de 2021 en Espacio Abierto Quinta de los Molinos

Ficha técnica:

Idea original y dirección: Sergi Ots

Asistente de dirección: Emilie De Lemos Guion: Emilie De Lemos y Sergi Ots Intérprete: Emma Bassas

Diseño de escenografía: Adrià Pinar y Sergi Ots

Construcción de escenografía y accesorios: Adrià Pinar y Pau Seguí

Diseño de vestuario: Marcel Bofill y Nahoko Maeshima

Iluminación: Adrià Pinar

Una producción de: Ponten Pie y Festival El Més Petit De Tots

Duración: 30 min. Aprox.

Edad recomendada: de 2 a 5 años

 

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