Por Eva Llergo

Ver toda la maravilla y la miseria de la vida en apenas 65 minutos. Así podríamos resumir simple y llanamente el espectáculo Celui qui tombe que prácticamente ha inaugurado la XXIV edición de Festival Teatralia. Aunque, claro, la miseria contada a través del efecto poético de la danza no parece tan desapacible…

Tal vez por eso, apenas una hora después de que haya terminado el espectáculo, aún nos dura el sobrecogimiento; la sensación de revelación de haber accedido a verdades más puras y auténticas que las que manejamos en nuestro día a día. Aunque paradójicamente estén siempre ahí, como nos enseña la propuesta de Bourgois, solo que solemos estar distraídos por las contingencias diarias, igual de humanas, pero mucho más prosaicas e impuras.

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La propuesta es engañosamente sencilla. Cinco actores en una plataforma móvil intentando mantenerse en equilibrio. La plataforma es caprichosa e incierta, pero  al mismo tiempo no deja de ser el indispensable suelo bajos sus pies. A veces les acoge, les mece y les acompaña. Otras les azota, revuelve o golpea. Mientras tanto, claro, ellos tienen que seguir adelante… Andar, avanzar, enamorarse, cooperar, pelearse, sentir envidia, caer… y volverse a levantar hasta que llegue el irremediable final. ¿Les suena?

Es a los pocos minutos de espectáculos cuando dejamos de ver actores y contemplamos a seres celuihumanos. La metáfora es diáfana pero no por ello menos potente. Dice el propio Bourgois que quería mostrar a la «humanidad en miniatura». Lo maravilloso es que lo haga sin una sola palabra, aunque el espectáculo esconda una esmeradísima dramaturgia que se trasluce a través de los cuerpos de los bailarines-actores. Una dramaturgia que consigue trasmitirnos la tensión, la belleza y el conflicto que solo puede tener la vida, sin que decaiga la intensidad del espectáculo ni un solo instante.

¿Vemos la alegoría de una vida o la de muchas? ¿Vemos un gran línea argumental o muchos pequeños momentos? ¡Qué más da! ¿Acaso importa? ¿No son estas preguntas y esta indeterminación también parte de la vida? Todo es perfectamente rotundo y pleno en el espectáculo. Cada pequeño momento, ya tienda a la ternura, al drama o a la sutil comedia, está plagado de belleza, intensidad y verdad. ¿Acaso se le puede pedir más a  un espectáculo? ¿Acaso se le puede pedir más a la vida?

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Pero dentro de toda esta sucesión de maravillas quizás la más mágica a nuestros ojos es el efecto que la propuesta ha tenido en los pequeños espectadores. Grupos desde 5º o 6º de Primaria hasta Bachillerato llenaban la sala Roja de los Teatros del Canal. El bullicio era tan palpable antes del comienzo como la tensión de los profesores porque se cortara cuanto antes. Una vez que se ha abierto el telón los murmullos han durado exactamente unos segundos, lo que ha tardado la propuesta en meterse en el bolsillo a todo el patio de butacas independientemente de si tenía 10, 18 o 38 años.

No ha habido coloquio después del espectáculo, como vienen siendo frecuente en las funciones de campaña escolar (la compañía es francesa), donde hayamos podido comprobar cómo han recibido y experimentado los jóvenes espectadores la obra. Sin embargo, yo he tenido el privilegio de robar una maravillosa interpretación escuchada furtivamente en los lavamos de señoras. «La vida, tía, la vida. Naces, corres de acá para allá, te caes, te enamoras y todo eso». Qué locuaz silencio después del amor… Lo que queda después es nada mas (y nada menos) que «todo eso».

Por Eva Llergo

DATOS TÉCNICOS: 

Dirección: Yoann Bourgeois
Intérpretes: Julien Cramillet, Kerem Gelebek, Jean-Yves Phuong, Sarah Silverblatt-Buser, Marie Vaudin y Francesca Ziviani
Diseño de vestuario: Ginette / Sigolène Pétey
Diseño de iluminación: Adèle Grépinet
Diseño de sonido: Antoine Garry
Dirección técnica: David Hanse
Equipo técnico: Alexis Rostain / Étienne Debraux (escenario), Benoit Marchand (sonido) y Magali Larché / Julien Louisgrand (luces)
Realización de escenografía: Nicolas Picot, Pierre Robelin y Cénic Constructions

A partir de 14 años

Duración: 65 minutos