Por Lorena Cámara

Texturas para todos los sentidos y rodeada de pies, inquietos, algunos incluso diminutos, tanto que aún no han empezado a caminar, así comienza la mañana. La protagonista nos recibe en el escenario con los suyos descalzos e interactúa ya con el público antes de que empiece la obra.

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La fábrica de “La cascarera”, donde trabaja día y noche, ha impregnado de materiales naturales la escena. Cáscaras de frutas, poleas de cuerda, cestas, cartón y corcho, y una cierta invitación a la calma de color ocre sobre un fondo negro. El sonido de las cáscaras al caer nos transporta a un viaje de antiguos oficios, otra dimensión en el tiempo donde se pasea  la reflexión.

Ella comienza a bailar manifestando así su rutina diaria: desde su bonita casa acude cada mañana a la fábrica para llevar a cabo un proceso repetitivo y automatizado. En sus manos, dos bolsas de plástico dan vueltas a velocidad estrepitosa que aceleran nuestra mirada y ritmo. Un pequeño y activo espectador de unos 3 años, decide salir al escenario y acompañarla en sus movimientos, ríe sin parar y nos contagia.

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Por la noche, un juego de poesía, palabras, números y letras; de canciones y sonidos, de guiñol y sorpresa; nos trasladan a la Ciudad Quieta, donde vive la protagonista, y donde, con un baile sosegado y cuidadoso, se relaciona con sus vecinos a través de pequeños gestos cooperativos casi inapreciables. Aparece de repente la luna, tan bella como siempre. El baile de esta esfera de luz en manos de la intérprete nos invita a disfrutar con asombro de movimientos amables y sugerentes. Incluso, durante una de las noches, el satélite cambia de color al besar la cara de cada niño y cada niña. Una pequeña espectadora exclama un –¡Uoooooh, qué bonito! – que resuena por toda la sala, con un sublime click los adultos nos hemos reconectado.

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Tras la calma emergente de este entorno, la prisa acelera de nuevo pies y manos de la protagonista para llevarla a su lugar de trabajo, se hace de día. Movimientos iterativos al son de “naranja, limón, lima y mandarina, y pomelo” se organizan cada jornada en secuencias compositivamente muy similares, de pequeñas variaciones, provocando un cansancio cada vez más presente en la incesante trabajadora. Ya no disfruta con lo que hace, resulta desacompasado y falto de energía, tiene sueño y desidia. No parece haber muchas alternativas.

Es entonces, como un rayo de esperanza, cuando sus pies toman las riendas para viajar lejos de su quehacer diario. Sobre un escenario cubierto de cáscaras, se deslizan para trazar caminos perfilando formas serpenteantes y libres en este arenero natural. Círculos y curvas se dibujan y desdibujan para devolverle la sonrisa y aparece la música en forma de palos de lluvia para completar esta fantasía. El escenario huele a alegría y a cítrico, que traslada su esencia al sentido del gusto con una pizca de limón en más de un paladar. ¡Todos al escenario!

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Los símbolos escondidos se revelan poco a poco hilvanándose en conclusiones, incluso algunos se empeñan en pasar casi desapercibidos en un tono de simplicidad infantil. El mensaje es necesario y directo.

La obra es una paleta de alternativas para una sociedad como la de ahora. Con sutileza y hermosura, brotan la alimentación saludable y sabores aderezados con semántica, los juegos de frutas y materiales naturales y respetuosos con la naturaleza, las reflexiones sobre el movimiento y los tiempos, todo tiene cabida en esta danza despierta. Y es que, como está escrito en la entrada de la sala con una caligrafía deliciosa:

“EL ARTE TIENE EL PODER de EMPEZAR UNA REVOLUCIÓN sin tener QUE DECLARAR UNA GUERRA”.

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Por Lorena Cámara

DATOS TÉCNICOS

Género: Danza teatro

Lugar: Sala Nave73

Sábado 25 octubre 11:00

Edad recomendada: 10 meses a 5 años

Público familiar y campañas escolares

Duración: 38 minutos aprox. + interacción con el público

Autoría: Helena Berrozpe y Pilar Duque

Dirección: Cía La Clá

Coreografía: Helena Berrozpe

Escenografía: Pilar Duque

Vestuario: Lucrecia Martínez Molina

Música: Nacho Vera

Iluminación: Pilar Duque

Diseño y fotografía: Carlos Ruano

Producción: Asociación El Garaje Del Teatro y Cía La Clá

Con la colaboración de: Centro Cultural de Sanchinarro y Tritoma S.L.