Por Bruno García Tardón

Resulta un reto sintetizar en algunas líneas los sesenta minutos de la historia que brillante, emotiva y amenamente, se interpreta y narra en Acróbata y Arlequín, de la Compañía La Maquiné. Tan complicado como dimensionar las horas de ensayo que las cinco personas protagonistas (dos actores, dos actrices y un músico al piano en directo durante toda la propuesta), han tenido que invertir para sincronizar tantas escenas y movimientos. Vayamos por partes.

En primer lugar, adviértase al lector que el orden en el que podrán leer mi crítica no será, en ningún caso, intencionado ni motivado por ninguna razón concreta. Simplemente permitiré que el lindo recuerdo que mantengo después de haber disfrutado con el trabajo de la Compañía granadina evoque aquellas escenas, detalles, acciones y momentos que describiré a continuación.

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La interpretación y manipulación de los títeres y diferentes elementos son excelentes. Diseccionar o desarrollar este apartado sin referirnos a la escenografía resulta harto complicado, pues en muchos momentos parecía imposible creer que solo eran cuatro personas las que estaban sobre el escenario. De hecho, y a pesar de haber revisado la ficha artística antes de comenzar, tenía la necesidad de confirmar, en el saludo final, que solo eran ellos los que manipulaban títeres y otros objetos, hacían acrobacias o malabares, presentaban, nos hacían reír o interpretaban (claro) al protagonista Pablo, entre otras funciones que, seguro, me olvido. Mi más sincera felicitación por esa versatilidad.

En el desarrollo de las escenas se utilizaron diferentes materiales que aparecían y desaparecían con perfectas transiciones. Se emplearon, además, muchas técnicas teatrales, artísticas y expresivas. Por ejemplo, la manipulación de títeres: me pareció ver aves, chimpancés o una cabra que se hacía llamar Rosita. También pude ver elefantes, sobre el escenario y, en un lúcido juego de sombras, intuimos también un león. Acrobacias, malabares, un poco de magia y risas con una payasa que, desde el principio hasta el final, nos hizo reír. Y todo ello, no lo olviden, realizado por cuatro personas durante sesenta minutos.

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La música en directo. Un pianista que acompaña sutilmente cada movimiento, cada situación, cada instante. Un lujo, ¡bravo!

Los efectos especiales. No puede desdeñarse la tormenta que arreciaba en un soleado día de invierno. Yo recuerdo haber visto y sentido nubes, rayos, truenos en el interior del teatro. ¿No fueron reales? Enhorabuena a los técnicos de luces y sonido.

La expresión corporal. Niveles, trayectorias o focos están muy bien planteados y desarrollados. Mención especial merece el trabajo y utilización de los espacios. No solo en el escenario, donde una tarima inclinada algunos grados permite opciones muy bien explotadas, sino también en el mismo patio de butacas, donde los protagonistas acuden en búsqueda de la otra protagonista: Rosita (¿recuerdan a la cabra?).

La misma Rosita con la que, al finalizar la función, pueden realizarse una fotografía. Acompañada, claro, con todo el elenco y un chimpancé invitado. Una cercanía que agradecerán los pequeños espectadores que acudan a contemplar qué le sucedía a Pablo. Sí, Pablo. Apenas hemos hablado de la historia y el mensaje que esta encierra: el amor por los animales y por todo lo que nos rodea, tan bonito como necesario en este recién estrenado año 2020. Podrán contemplar la evolución de Pablo una vez que empieza a colaborar con el circo que visita su ciudad. Un circo que valora a cada ser vivo como parte de una familia y cuyos valores deberán ser aprendidos por este ayudante. Sus peripecias y las de la familia circense serán el eje vertebrador de la narrativa y podrán terminar contemplando el número estrella del circo: Acróbata y Arlequín.

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Por último, tengan en cuenta que el tiempo para disfrutar de este trabajo en el bonito y entrañable marco del Teatro Isabel La Católica es limitado; solo están programadas tres funciones más los próximos 3 y 4 de enero, por lo que todavía podrán planificar un estupendo plan cultural con sus pequeños espectadores de todas las edades, pues tanto el dinamismo de las acciones como la música y las luces, ayudarán a captar la atención de toda la familia. Además, cuando salgan del teatro, tendrán a su alcance una preciosa ciudad con muchos rincones para disfrutar.

Por Bruno García Tardón

Ficha técnica

Dramaturgia: La Maquiné
Dirección: Joaquín Casanova
Música: Erik Satie y Francis Poulenc
Adaptación musical y arreglos: José López-Montes

Diseño escenografía, iluminación y proyecciones: Joaquín Casanova
Diseño títeres, máscaras y objetos: Elisa Ramos y Joaquín Casanova
Diseño vestuario y pintura de tejidos: Elisa Ramos
Coreografía de títeres: Elisa Ramos
Realización de vestuario: Javier Fernández y Vanessa Cañaveral
Ayudante de taller: Carlos Monzón
Realización de máscaras osos: Fx Barbatos

Intérpretes:
Músico pianista: Daniel Tarrida / José López-Montes
Canto lírico, narración y actor: Noé Lifona,
Actores multidisciplinares: Alejandro Conesa, Elisa Ramos y Natalia Calles

Producción: La Maquiné y Agencia Andaluza de Instituciones Culturales. Junta de Andalucía
Colabora: LA LABORAL, Ciudad de Cultura, Gijón

Teatro: Isabel La Católica (Granada).

Duración: 60 minutos.

Ficha artística (obtenida de la página web de la Compañía)