Por Jesús Eguía Armenteros

Como evidenció Kant, los condicionantes del conocer humano son el espacio y el tiempo y estos, por tanto, determinan nuestro concepto del mundo. De ahí que el teatro sea espacio y tiempo en conflicto. El Desván de los hermanos Grimm es un ejemplo perfecto de laboratorio sobre qué clase de espacio y tiempo deben operar en un teatro destinado a un público infantil —y no tan infantil—. Solía insistir el emblemático crítico Medina Vicario en que los hallazgos o errores de una función suelen estar causados por la comprensión o incomprensión del género o géneros dramáticos con los que se trabaja. La directora, dramaturgista y actriz Pepa Muriel se ha arriesgado en la frontera entre el cuentacuentos, el arte del contador de historias, y el teatro, el arte de la acción dramática y la transformación, en un juego de ser lo no se es para significar otra cosa.

Muriel toma cinco cuentos de los hermanos Grimm y los recompone dentro de una trama meta-teatral a dos niveles. En un primer nivel, juega a revivir su niñez escenificando en el desván de su abuela. En el segundo, integra a niños del público para que junto a ella conformen o deformen las historias que ella misma ya había variado en sus juegos infantiles. Para ello, la escenografía de “La Mari” presenta un telón de fondo conformado con retales de ropa y un escenario que combina  elementos de la infancia con otros del qué hacer diario de un mundo rural ya en extinción, todos ellos objetos con potencia de transmutación. Hasta aquí todo debería funcionar, todos ingredientes en sí mismos efectivos y que además han entretenido a niños y mayores desde tiempos inmemorables: cuentos primarios, un narrador diestro y el maná de integrar en escena al público sin forzarlo o usarlo como mero pasmarote..

escenoteca 2

En el programa del ciclo de teatro de Marbella reza “Edad recomendada: a partir de 3 años”, en la web de la compañía “a partir de 5 años y público familiar”. Esta confusión en el teatro infantil no es baladí y he aquí el primer dilema. Comienza la función, la actriz se lanza a narrar una introducción a los distintos planos ya explicados: su infancia, revivir aquella infancia, los objetos del desván de su abuela y la importancia de los cuentos. Pasan 10 minutos y mi pequeño espectador de casi 4 años me pregunta: «¿cuándo salen los actores?». Ya he aprendido que las preguntas de mis hijos son perlas agudísimas. Él ya entendió que un actor actúa y cuentacuentos narra: acción frente a narración.

El mayor, de casi cinco años, ha perdido completamente la atención y no la recuperará hasta el primer grito y cambio de luces con la irrupción del primer cuento, pero nótese que concreto primer grito y cambio de luces, no atención por el primer cuento. Abre una adaptación del Rumpelstiltskin en el que la actriz se va transformando con agilidad en los distintos personajes. Miro a mis hijos con atención y de nuevo las señales me confirman lo que yo intuía: la narración es demasiado compleja, por no hablar del léxico. Están perdidos. Sus únicas reacciones aparecen con dos acciones bien definidas: los cambios de traje, es decir, el meta-teatro, y la descontextualización que la actriz le da a algún objeto, es decir, la magia teatral. Dada la precariedad del tejido escénico ibérico, es comprensible que los teatreros acepten franjas de edad casi absolutas o malabarismos para llenar teatros como sea pero, ¿qué posibilidades de éxito se tiene a la hora de crear un público infantil si más de la mitad del aforo se pierde o se aburre? ¿Qué significa “teatro infantil”? ¿E “infantil”? Se puede aceptar, muchas veces con optimismo, que un niño de 6 años pueda escuchar una o dos historias narradas a voz pero ¿cinco seguidas? Por otro lado, ¿cuántos adultos pueden aguantar un monólogo narrativo de una hora con un solo actor? O modificando la pregunta, ¿cuántos actores son capaces de lograr un éxito con un monólogo narrativo de una hora y pico? Por tanto, ¿cómo se pretende que unos niños “a partir de 3 años” o “5 años” aguanten una hora de monologo narrativo? Y ahí es donde aparece el concepto del Tiempo. Pepa Muriel es una cuentacuentos extraordinaria, con capacidad de asombrar y tremenda plasticidad para encarar las distintas voces del cuento, sin embargo, ¿cuántos cuentacuentos se atreven a una sesión de una hora sin pausa contando cuentos a niños de 3 a, digamos, 7 años?

escenoteca 3

Respecto al Espacio, he aquí el gran aliado del cuentacuentos, figura heredera del chamán , de la reunión de nuestros antepasados alrededor del fuego, es decir, de un grupo no tan numeroso que no abarque la cercanía a ese fuego y a las ondas vocales del Chamán. De ahí que las salas de cuentacuentos no sean fríos teatros de pintura plástica roja, sino espacios más pequeños y acogedores. Y aquí se levanta el segundo dilema. Si, de manera aislada, las partes del espectáculo de Escenoteca funcionan, un equivocado uso del Espacio (y del Tiempo) las diluye. Toda la fuerza que la Muriel cuentacuentos pudiera ofrecer se disuelve en un monolito para 450 personas. A la vez, no se puede dejar de criticar ese uso tan tristemente actual de los actores con micrófono escondido, como si la voz humana, sus propias ondas, no fuera otro de los elementos imprescindibles del teatro, por no decir del arte de contar cuentos. En no tan lejanos países de cuyo nombre no quiero acordarme y con una tradición teatral bastante más asentada que la ibérica, ese tipo de “trucos” sólo se admiten en un entorno claramente amateur.

—Hijo, ¿qué es lo que te ha gustado más de la obra?— le pregunta mi mujer a mi pequeño espectador de casi cinco años.

—El baúl del tesoro, cuando se metió dentro y encendió una luz—otra perla significativa.

Los cuentos son fantásticos, la cuentacuentos extraordinaria pero la narración demasiada larga y compleja para un niño de 5 años, quizá perfecta para infantes de 8 a 10 años, aunque al tratarse de una hora de monólogo hay que tener amarrados los machos teatrales. Lo mejor, como me indicó mi hijo, son los pequeños momentos en los que la creadora decide jugar con los elementos, descontextualizarlos, callar o hacer que sus palabras sean irrelevantes respecto al nacimiento de algo inesperado, algo que no era nada y de repente ES. Magia, puro teatro.

Por Jesús Eguía Armenteros

DATOS TÉCNICOS

Teatro Ciudad de Marbella

18 horas.

7 de octubre de 2018.

Obra: El Desván de los hermanos Grimm

Compañía: Escenoteca (Artes escénicas para la infancia)

Dirección, adaptación e interpretación: Pepa Muriel.

Luz y Sonido: Nestor García

Escenografía: La Mari, José Pipió, Escenoteca

Voces en OFF: Claudia Roca, Pepita Martínez

Vídeo y Fotografía: José María Roca