Por Càrol W. 

Esta vez fue Keke Shuga quien nos transportó al mundo de la fantasía a través de su espectáculo Una casa no tan abandonada. De nuevo la cita se da en la Sala Pepita Casanellas de Barcelona, centro social y cívico que programa espectáculos para toda la familia desde su inauguración en el año 2007.
Empieza el espectáculo, silencio sepulcral entre la treintena de espectadores que ocupamos la sala, cuya oscuridad invita a que permanezcamos inmóviles, casi diría que aguantando la respiración. Escuchamos atentos la voz en off que nos introduce la historia que estamos a punto de ver: un niño va a adentrarse en los misterios que le ofrece una casa que cree abandonada, dispuesto así, a superar sus propios miedos. Acertado preludio para ga
narse a los niños del público más mayores, quienes se identifican inmediatamente con el protagonista, precisamente por ese conflicto interno que le lleva a alternar una inconsciente valentía infantil con los miedos universales y omnipresentes a esa edad.

Los espectadores percibimos antes el potente haz de luz que va de aquí para allá que al propio actor portando la linterna. Me llama la atención la asombrosa lentitud de movimientos del intérprete que, sin embargo, mantiene a los espectadores de todas las edades en ascuas, atentos, incluso sin pestañear, en sus asientos.

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El argumento se presenta simple, sin embargo, desde nuestros asientos vislumbramos cómo se entretejen las diferentes escenas bajo un mismo hilo conductor para ofrecernos poesía en forma de danza, personajes que emergen a escena desde imágenes proyectadas sobre el escenario, marionetas, etc.

Se percibe que la intención del intérprete y, a la vez, autor de la obra, no se limita al mero entretenimiento sino que va más allá: pretende transmitir una serie de valores entre los pequeños espectadores tales como la valentía, la iniciativa, la superación de miedos y la valoración de los sentimientos ajenos, entre otros.

Espectáculo destinado al público mayor de 4 años según la programación aunque en la sala también hay niños menores que, sin duda, no llegan a comprender el mensaje que esta ecléctica obra pretende transmitir. Aun así, mantienen la atención durante casi todo el espectáculo. Creo que les llama la atención precisamente lo diferente que es del resto de espectáculos a los que están acostumbrados a asistir. Esta obra invita a pensar.

Hay una escena de la obra que ocurre con demasiada lentitud, lo cual acaba haciendo mella entre el público de menor edad, que pierde el interés hasta el siguiente cambio de registro. Valoro positivamente que el propio autor me confiese que está pensando en variar esa parte del espectáculo ya que para él tampoco pasa desapercibida esa desconexión del público.

El pequeño espectador de 9 años mantiene el interés durante casi todo el espectáculo y solo al final, debido a la lentitud de las escenas, se impacienta y pierde de vista el escenario un rato.

En cuanto al espectador de 6 años, como suele ser habitual en él, intenta buscar una explicación a todo lo que ocurre en el escenario y desenmascarar las caracterizaciones del artista con apuntes como “¿dónde has visto tú un monstruo con zapatos? ¿no ves que es el mismo disfrazado?”

Y como dijo Voltaire “leamos y bailemos. Estas dos diversiones no harán nunca daño al mundo”.

Por Càrol W.

  DATOS TÉCNICOS

18 de octubre a las 12.00

Sala Pepita Casanellas (Barcelona)

A partir de 4 años