Por Eva Llergo

Full House, de la compañía catalano-austriaca Eléctrico 28,  es una fábula porque aparecen animales (actores con máscara de animal) con comportamientos humanos reprochables, con el fin de generar un efecto de distancia y hacernos reflexionar sobre nuestros defectos como sociedad sin la humillación y el consabido desapego que puede producir la crítica directa.

Un perro cascarrabias y criticón, una yegua inmersa en sus aficiones culinarias con algo de ceguera empática y una koala obsesionada con la limpieza y los olores comparten los diferentes cubículos de un edificio/cuadra de vecinos. Condenados por requisitos del guion a no entenderse y a generar con sus desencuentros una serie de situaciones cómicas, transitan por una serie de cuadros costumbristas que, aun con el efecto de la distorsión de la parodia, nos recuerdan a comportamientos propios o ajenos bastante familiares (sobre todo dentro de la convivencia vecinal, ay, a menudo tan tristemente complicada). Pero a menudo, consideramos irrefutables e incambiables ciertas dinámicas que, con un ligero toque de magia, cambian como si fueran manías recién adquiridas. El viraje en Full House viene de la mano de un nuevo vecino, un exótico tigre, que con una visión de la vida y la convivencia muy diferentes a las de los demás viene a poner sus dinámicas atávicas patas arriba.

El espectáculo está basado en el trabajo físico de los cuatro actores, en la vistosidad de las máscaras y la escenografía y en el espectacular efecto de beatboxing que, junto a la música en directo, ejecuta Siruan Darbandi para ir poniendo “voz” (o ladrido, relincho, gruñido, etc.) a cada animal protagonista. Esto es, sin lugar a dudas, el principal acierto del espectáculo; y es, probablemente, uno de esas serendipias que surgen haciendo virtud de la necesidad puesto que entendemos que las máscaras impedirían que los actores pudieran sonorizar de forma efectiva a sus personajes. Sea como fuere el asombroso trabajo de Darbadi superponiendo música, ritmos y “voces” de todos los personajes dejó boquiabierto a mis pequeños espectadores (uno de ellos le calificó como “dios”). La pregunta que nos queda como adultos es cuánto le resta conjunto del montaje el hecho de que haya una sola voz. El trabajo físico de los actores es más que solvente, pero con sus propias voces seguramente habría ganado en prestancia y presencia.

Según nos contaron los propios intérpretes al terminar, estas funciones en el Teatro de la Abadía eran las primeras en las que Full House se había contado bajo techo. Eléctrico 28 es una compañía especializada en espectáculos de calle y, aunque se adaptan bien a los beneficios y limitaciones de un escenario, creemos que el espectáculo debe tener mucho encanto conquistando el espacio público.

Full House es un espectáculo amable y simpático (los pequeños espectadores de la sala no pararon de reír), con un trabajo físico y vocal remarcable, aunque algunas de las situaciones planteadas por la dramatúrgica nos parecieron un poco desaprovechadas y erráticas y el ritmo decae en algunos momentos. Con todo es una propuesta buenrollera y acogedora para todas las edades, perfecta para estos tiempos navideños.

Por Eva Llergo

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 28 de diciembre de 2022 en Teatro La Abadía

Dirección: Ana Redi-Milatovic
Producción: Eléctrico 28
Duración aproximada: 50 min

REPARTO

Perro: Sergi Estebanell
Caballo: Ana Redi-Milatovic
Koala: Alina Stockinger
Tigre: David Franch
Músico: Siruan Darbandi

 

FICHA ARTÍSTICA

Música y sonido: Siruan Darbandi
Escenografía y accesorios: resanita & dageko.gmbh
Vestuario: resanita & Eléctrico 28
Máscaras: Ivana Kovalcik
Idea original: ARGE do.it.to.do.do & Ana Redi-Milatovic
Producción: ARGE do.it.to.do.do (Georg & Dagmar Kotzmuth) + Eléctrico Express
Coproducción: theaterland steiermark
Fotos: Nikola Milatovic (@newsoffsytria)

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