Por Eva Llergo

Un Charles Darwin veinteañero regresa a su casa tras su viaje a bordo del HMS Beagle pero, para su sorpresa, no le esperan sus amadísimos padres sino una adolescente en shorts y camiseta de tirantes que porta un extraño objeto a medio camino entre un libro de plástico y una máquina de escribir.

 

A Darwin no le encajan las piezas. Como espectadores, sin embargo, no nos asombramos del atuendo de la joven ni nos es ajeno el portátil que lleva entre las manos. De hecho nos parece que, de estar alguien fuera de lugar, ese es Darwin. ¿Qué hace con una adolescente del siglo XXI en el mismo espacio/tiempo? ¿Por qué ella no se extraña en absoluto de verle? Él sí, claro. Y el efecto de inmersión se crea porque como espectadores sentimos el mismo estupor ante su falta de sorpresa.

A Darwin, para encajar las piezas, la primera ocurrencia que se le pasa por la cabeza es que está muerto y está ante Dios… ¡Nunca había pensado que Dios fuera una mujer! Pero tiene sentido porque ella le reclama su historia (mientras coge notas febrilmente en el portátil) a modo de rendimiento de cuentas, piensa él, para decidir si lo mandan al cielo o al infierno. El problema es que a este joven Darwin le gusta hablar demasiado (bien para los amantes de la Ciencia que escucharán el relato de sus descubrimientos) pero solo de lo que a él le interesa; y «Dios» está interesado en oír sobre las serendipias. Un hombre de carácter, este Darwin, porque no se pliega ni ante «Dios». El forcegeo temático acaba mal y… volvemos al principio.  Un Charles Darwin veinteañero regresa a su casa tras su viaje a bordo del HMS Beagle pero, para su sorpresa, no le esperan sus amadísimos padres sino una adolescente en shorts y camiseta de tirantes… ¿Les suena? Volvemos a empezar pero desde otra óptica. Darwin tiene una extraña amnesia, aunque no exenta de cierta sensación de dejavú.  Ahora se le ocurre que la señorita con ropa tan liviana no puede ser más que una… Vamos que si está así de ligera, ante él, un hombre del siglo XIX, será porque han tenido o van a tener «encuentros». Sin embargo, ella sigue solo interesada en oírle hablar de las serendipias. 

A estas alturas. El lector/espectador adulto ya habrá hecho sus cálculos y su composición de lugar y sabrá de qué va la cosa. No le resta esto, de todos modos, ni un ápice de mérito al texto de Javier Sahuquillo; su dramaturgia es un pleno aprovechamiento de los recursos del teatro, de los cambios de poder, de la disolución del espacio tiempo, de esos claroscuros tan sugerentes que nos permite este arte tan experiencial y tangible que es el teatro. Por su parte, los jóvenes espectadores a los que va dirigida la obra tendrán la cabeza bullendo de preguntas: ¿por qué cada vez que volvemos al principio Darwin parece caer desde el techo?, ¿por qué la obsesión de la joven por las serendipias?, ¿por qué no quiere desvelar su verdadera identidad?

Siendo como es una obra destinada a adolescentes, hará las delicias de los adultos amantes de trabajar contenidos del currículo de Secundaria en todos los recursos. Pero, no se dejen engañar, lo bueno del Darwin 2.0 y del montaje de MIC producciones es que trasciende, con mucho, a ese uso instrumentalizado que tan frecuentemente se hace del teatro y la Literatura en este tipo de montajes dirigidos a Secundaria. ¿Conocemos la figura histórica de Darwin a través de la obra? Sí. ¿conocemos sus principales descubrimientos y teorías? También. ¿Conocemos lo que ha supuesto su figura para las investigaciones posteriores? ¡Claro! Pero sobre todo asistimos al choque de dos seres que no podrían tener, a priori menos que ver y observamos el milagro de su entendimiento; la magia de la sintonía contra todo pronóstico. Y más allá de su individualidad asistimos al encuentro de dos siglos; al impacto del padre, sigo XIX, al saber lo que sus hijos, siglo XX y XXI han hecho con su herencia.

Todo ello en un montaje con economía de medios pero efectivo y sugerente, con un espacio sonoro que nos abre y precipita a esa ruptura del espacio/tiempo. Las actuaciones de María Toledo y Pablo Blasco, perfectos cada uno en su papel, permiten obrar el milagro de la verosimilitud y asumimos, como lo más normal del mundo, que dos personajes tan antagónicos acaben teniendo al final de la obra semejante sintonía.

Darwin 2.0 es una propuesta audaz e hipnótica que permitirá conocer la figura del padre de la Biología moderna pero que abrirá las puertas a un conocimiento mucho más difícil de adquirir en un libro de texto: el lenguaje teatral y su capacidad para transformar la dimensión humana sobre todo en lo que respecta al conocimiento de uno mismo y el conocimiento del otro.

Por Eva Llergo

 

 

 

 

 

 

 

DATOS TÉCNICOS:

 

Texto Javier Sahuquillo 

Dirección Borja Rodríguez

Interpretación Pablo Blasco| María Toledo

Realización de Escenografía Paco Alcalde «MiPaco»

Vestuario Francisca Pozas

Iluminación, espacio escénico y espacio sonoro Borja Rodríguez  | Música VV.AA.

Atrezzo Brezo García

Fotografía y Video Danilo Moroni & Juan Carlos Toledo

Comunicación Gran Vía Comunicación 

 Ejecución Técnica La Cía de la Luz

 Dirección de Producción Isabel Casares

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