Por Araceli Hernández

Si hay una figura mítica que encarna a la perfección el espíritu maravillosamente incauto (dispuesto a creer con sincero convencimiento cualquier historia bien contada) y terminantemente resuelto (con la inflexibilidad ardorosa de aquellas ideas que nacen de la íntima convicción en que todo, pero absolutamente todo, es posible – admitámoslo, decreciente conforme vamos sumando canas y preocupaciones-), sin duda es el ratoncito Pérez. Este generoso personaje, que a cambio de nuestros dientes perdidos nos ofrece regalos y monedas, es el perfecto ejemplo de la extraordinaria credulidad en la generosidad humana. “¿Qué haces con los dientes?’” le pregunta el rey niño al roedor. Inquietud, por otro lado, nimia para los risueños desdentados.

Con este primer elemento, sumado a los cuentos, en un tris tras nos vemos transportados a la alegre e intrépida infancia, donde las complejas vicisitudes de la vida adulta, como la tediosa legislación (“A mí me encanta leer. ¡Pero es un libro de leyes!”) se convierten en lógicas y sencillas normas: no hacer trampas, pedir perdón cuando hemos hecho daño a alguien, limpiar lo que hemos ensuciado… Los cuentos ya lo contienen todo, nos advierte la risueña limpiadora que acaba de entrar en escena para regañarnos por cómo hemos dejado el escenario. “Ya estaba así cuando hemos llegado”, nos defiende un pequeño y valiente espectador. Pero ella no consiente: “Ya, ya, eso decimos todos”.

La puesta en escena de la compañía parece responder a esa misma economía de la ganancia diente/moneda: unos cuantos montones de basura se van transformando, mágicamente, en expresivas marionetas y soleados reinos, demostrando que, con un poquitín de imaginación, contamos con recursos inimaginables para recrear magnas personalidades (doctores, jueces y reyes) con un simple gurruño de papel.

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Los airados ministros

Pero no adelantamos acontecimientos.

Teatro Plus ofrece una revisión del cuento del ratoncito Pérez que la reina María Cristina, en 1894 encargó al padre jesuita Luis Coloma, narrador experto en cuentos costumbristas en los que abordaba la crítica política y social desde la inocente óptica de los niños, como regalo para su hijo, Alfonso XIII, tras la caída de su primer diente. El mérito de actualizar esta historia decimonónica, tan alejada de los días en los que acuden los pequeños espectadores a ver la obra, no es moco de pavo.

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Una elegantísima reina María Cristina con lo último de Scottex

A ello contribuye una sobresaliente actriz, también limpiadora esa mañana en la Sala Mirlo “porque la cosa está como está”, que es capaz de traer a escena con probada solvencia hasta a siete personajes diferentes, de muy variada procedencia, género y hasta especie. Le basta con girar la gorra hacia atrás y es un rey abrumado; frunce el ceño y se transforma en dos airados diputados, incapaces de afrontar los problemas del reino y dedicados a pelearse todo el día; tuerce los labios en un bufido y es el felino más gordo del reino, con el apetito avivado por el olor del señor Pérez y su regia compañía…

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Olga Cudric, actriz, zoóloga y pluriempleada

Frente a la aparente simplicidad de elementos decorativos, la obra, sin embargo, presenta una complejidad argumental nada fácil de abordar. En primer lugar, porque contempla tres planos temporales distintos, en los que, tan magistralmente como se movía de un personaje a otro la enfurruñada limpiadora, se desliza resueltamente. Ahora bien, la complicidad del pequeño espectador, que continuamente se ve alentada a través de la ruptura de la cuarta pared, en determinados puntos se ve un tanto debilitada por las preguntas que les dirigen, en ocasiones demasiado dirigidas a la obtención de una respuesta concreta.

Al mismo tiempo, las trepidantes aventuras del jovencísimo príncipe “Bubi”, transformado por arte de magia en un simpático y torpón ratoncito (¡qué difícil es saltar de uno a otro escalón cuando uno huye del felino más temido de la calle Arenal!), resultaban mucho más emocionantes para el público que las pausas reflexivas que nos traían a los años maduros del monarca, en los que recordaba con nostalgia su agitada aventura por los barrios más humildes de Madrid “repartiendo suerte” entre todos los niños recién mellados.

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A este gato no le falta el pan

Entre estas idas y venidas desde el mundo de los cuentos, los recuerdos y los títeres, a la sala del Teatro Valle-Inclán del siglo XXI, Teatro Plus nos ofreció momentos verdaderamente delirantes y mágicos. Al final del espectáculo, la compañía nos obsequió con un bellísimo programa pop-up del que emerge Pérez, acorde con la delicadeza y el primor con la que se ha realizado todo el diseño de producción.

Y, en fin, ¿qué hará el ratoncito con tantos dientes, pues? Si desean saberlo, no se pierdan la oportunidad de conocer  Ratoncito Pérez, la verdadera historia de manos de la compañía de Teatro Plus.

Por Araceli Hernández

 

DATOS TÉCNICOS

Visto el domingo 19 de mayo en el Teatro Vallé Inclán

 

  • Reparto: Olga Curcic
  • Equipo artístico: Olga Curcic (Autoría y escenografía), Aleksandar Curcic (Dirección), Olga Curcic y Aleksandar Curcic (Marionetas)Producción: Teatro PLUS (Asturias)
  • Duración: 45 minutos