Por Fernando Solís
Seguramente cuando oímos hablar del “El Jovencito Frankenstein” lo primero que se nos viene a la cabeza es esa película de los años 70, dirigida por Mel Brooks, donde el nieto de Frankenstein reniega de su pasado y de su ascendencia familiar. Una secuela de la novela de Mary Shelley que parodiaba el cine de terror de la época.
Por otro lado, también es de suponer, que tanto para los entusiastas seguidores del teatro musical como para los acérrimos fans de la película, resulta inevitable no asistir al teatro con el saco de las expectativas rebosante de ideas e ilusiones, aunque con ciertas reservas y prejuicios por temor a que la adaptación teatral no llegue a alcanzar las cotas del citado film. Sin embargo todas estas dudas y temores se disipan al saber que fue el propio Mel Brooks quién se encargó de adaptar la película a las tablas del escenario. No en vano, además de director de cine, el señor Brooks es también guionista, actor, productor y una de las figuras más relevantes dentro del panorama del teatro musical de Broadway. Esto hace que la pieza teatral mantenga el mismo estilo absurdo y la misma comicidad hilarante que la película, siendo muy fiel a la cinta, manteniendo muchos de los diálogos y escenas, pero adaptando las partes más cinematográficas para que pudieran tener sentido en un escenario. Por lo demás, y dejando a un lado la película, es un musical al más puro estilo americano: mucha música, magistrales números de claqué y un incontable número de gags para el regocijo de los espectadores.
Este musical ha estado en cartel en más de siete países y por fin se ha estrenado España. La versión que nos ocupa, a día que se escribe esta reseña, se está representando en el Teatro de la Luz Philips, antiguo Teatro Compac Gran Vía y, más antiguo todavía, Cine Gran Vía. Esta producción corre a cargo de la productora Lets Go, responsable también de espectáculos como The Hole, Dirty Dancing o La Familia Addams; y está dirigida y adaptada por Esteve Ferrer el cual ya había dirigido otros grandes éxitos de la cartelera madrileña como Toc Toc o El cavernícola.
Prólogos aparte (y una vez contextualizada la obra) vamos al meollo del tema. Nada más entrar por la puerta del teatro escuchamos un lamento de violín que servirá de leitmotiv durante toda la historia, al mismo tiempo que nos recibe un escenario descubierto, con un gran luminoso que anuncia el título de la obra en letras grandes formadas por bombillas, adelantándonos el festival de luces, sonido y maquinaria que nos va a acontecer durante la representación. Y esa es precisamente, desde mi punto de vista, la clave del éxito de esta propuesta. La excelente combinación de la creación escenográfica de Felipe de Lyma (recuerden el Fausto de Tomaz Pandur) junto con las luces de Juanjo Llorens (Cabaret, Veraneantes, De ratones y hombres…) es lo que hace que este montaje, con una consecución de puentes levadizos, decorados que se suceden y plataformas que se elevan, resulte un parque de atracciones para los ojos del espectador que atrapa y entretiene tanto al más joven como al más experimentado de los presentes.
Debemos destacar también la interpretación del elenco de actores. El reparto está sensacionalmente bien elegido. Todos los actores y actrices interpretan extraordinariamente los diferentes personajes, haciendo que la comedia coja un ritmo frenético hasta el estallido final de los aplausos. Cabe destacar las interpretaciones de Cristina Llorente que está fantástica haciendo el personaje de Inga y mostrando una calidad vocal tremenda; y de Marta Ribera, que levantaba los vítores de la asistencia más fiel al teatro musical solo con aparecer en escena, realizando una interpretación divertida, con una presencia en escena imponente y con una voz magistral.
Está también, otro clásico de los escenarios musicales: Víctor Ullate Roche. Correcto en su papel que, pese a ser el personaje que da nombre a la obra, forma parte un espectáculo más bien coral donde todos los personajes tienen una gran relevancia en la historia.
Por último hay que destacar la labor y la versatilidad del ensemble, que hacía unas veces de pueblo, otras de coro, de cuerpo de baile, o interpretaban de manera individual pequeños personajes que iban apareciendo en la historia.
Completa este numeroso equipo artístico la orquesta, integrada por 11 músicos, dirigida por Julio Awad, que interpretan de manera sublime la música de la función, y a la cual no se puede ver durante el espectáculo pese a estar tocando en riguroso directo, debido a que algunos de los músicos “son extremadamente feos”, como bien advierten por megafonía antes de comenzar el segundo acto.
No está de más comentar que se trata de un espectáculo que no especifica edad recomendada y que, efectivamente, cuenta con muchos pequeños espectadores en la butacas, pero donde no faltan los chistes picantes y los estereotipos de mujer sexy, que pudieran pasar desapercibidos ante los ojos de los más pequeños, pero sin duda alguna forman parte evidente de la mayor parte de los gags.
En definitiva, la obra es recomendable. Una superproducción que cumple las expectativas de un teatro con muchos medios, un elenco formidable y un equipo artístico y técnico consolidado y prestigioso dentro del sector del teatro musical.
Por Fernando Solís
DATOS TÉCNICOS
Teatro de la Luz Philips
Libreto: Mel Brooks y Thomas Meehan.
Música y letras Mel Brooks.
Dirección y coreografías originales: Susan Stroman.
Dirección y adaptación: Esteve Ferrer.
Dirección musical: Julio Awad.
Coreografías: Montse Colomé.
Escenografía y vestuario: Felype de Lima.
Iluminación: Juanjo Llorens.
Producción: Lets Go.
Elenco:
Frederick Frankenstein: Víctor Ullate Roche.
Elisabeth Benning: Marta Ribera.
Igor: Jordi Vidal.
Inga: Cristina Llorente.
Frau Blücher: Teresa Vallicrosa.
EL monstruo: Albert García.
Inspector Hans Kemp: Pitu Manubens.
Entradas: https://www.taquilla.com/entradas/el-jovencito-frankenstein?t10id=1121
Duración aprox: 135 minutos.
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