Por Bruno García Tardón
Entrar en el Teatro Real siempre es diferente, permite oler a arte desde el mismo momento que atraviesas la puerta y sabes, casi con total seguridad, que es posible que la salida sea con las emociones a flor de piel y con las palmas doloridas por los aplausos.
Centrémonos en el ensayo al que, amablemente, fuimos invitados. Ensayo abierto al público y con el aforo, prácticamente, completo, algo que ya se intuía observando la gran afluencia de gente en los alrededores y al pasar los controles de seguridad propios de este teatro.
Lo primero que sucedió, cinco minutos después de la hora prevista para el inicio (en esta ocasión, los avisos fueron algo más laxos de lo habitual), fue la presentación de la obra por parte del director artístico de la Compañía Nacional de Danza (José Carlos Martínez), en la que explicó que era la primera ocasión en la que el elenco de bailarines y bailarinas subían a ese escenario para representar El Cascanueces, advirtiéndonos que, tal vez, hubiese pequeños ajustes en el desarrollo de la interpretación, como sucedió en una ocasión (aunque el supuesto desajuste no fue tal para mis ojos). Francamente, no había visto nunca un ensayo en el Teatro Real y me pareció una oportunidad para poder aprender en directo sobre la organización de los diferentes actos y escenas. Como si de un evento deportivo televisivo se tratara, tuvimos la oportunidad de ver dos veces una de las escenas, rebobinando y volviendo a recolocar, incluso, el decorado del acto anterior, escuchando (de primera mano) las indicaciones del director.
En cuanto al desarrollo en sí, ¿qué decir? Fascinante, brillante y vibrante son adjetivos nada exagerados para describir lo que pude presenciar. Ballet, mucho ballet; música, mucha música; vestuario, cuidadísimo vestuario; decoración, fantástica decoración; y magia, mucha magia. ¡Sí, mucha magia! Tres minutos y medio en los que Drosselmeyer (interpretado magistralmente por Ion Agirretxe), realizó diferentes efectos de calidad y propios de un espectáculo de ilusionismo. Algo que, además de gratificante, fue esperado, a sabiendas de que detrás de todos esos efectos, estaba la dirección y batuta (¿o debería decir varita?) del mago Manu Vera, también director de estudios de la Gran Escuela de Magia Ana Tamariz.
No entraremos en excesivos detalles del desarrollo de los diferentes actos de un clásico como el que nos ocupa, pero sí procede destacar los bailes de las dos parejas principales. A saber, Clara y el Cascanueces (Cristina Casa y Alessandro Riga) y del Hada de Azúcar y el Príncipe (Haruhi Otani y Ángel García Molinero, respectivamente), a las que debe añadirse la del ya citado Drosselmeyer. Bailes que fueron muy aplaudidos al final de la representación. A pesar de ser un ensayo, se apreció el enorme e intenso trabajo detrás y, también, la posibilidad de haber podido representar con anterioridad la obra ante el público en Pamplona, en lo que supuso el estreno absoluto de la misma. Esto pudo observarse en todas las escenas, pero especialmente en momentos como los del inicio y el final, con más de treinta artistas encima del escenario y perfectamente coordinados. Sin duda, sentí como propio (y desde un lugar privilegiado —junto al palco real—) el sueño de Clara.
Debemos resaltar también el trabajo de la Orquesta Sinfónica de Madrid que, incluso, en el descanso entre los dos actos, estuvo trabajando a las órdenes de su director (Manuel Coves), repitiendo algunas entradas y especialmente la que coordinaron con el coro que también intervino en la segunda escena del primer acto donde, por cierto, la nieve resultó, visualmente, espectacular.
Producción preciosa y apta para todos los públicos. La única limitación dependerá de la capacidad y paciencia de los pequeños espectadores para poder disfrutar de dos horas de exquisito y emocionante ballet.
Y terminó, llegando el momento de salir… Cuando no vi luces navideñas ni nieve en la calle, fue el momento de saber que mi sueño, como el de Clara, también había terminado. Y aunque lo busqué, no pude abrazarme a mi cascanueces…
Por Bruno García Tardón
DATOS TÉCNICOS (obtenidos del programa oficial del Teatro Real)
Del 3 al 10 de noviembre de 2018; 17:00h. Para todos los públicos.
Compañía: Compañía Nacional de Danza
Coreografo y director de escena: José Carlos Martínez
Director musical: Manuel Coves.
Escenógrafa: Mónica Borromello
Figurinista: Iñaki Cobos
Iluminadora: Olga García Sánchez
Coreógrafo adicional: Antonio Pérez Rodríguez
Director de magia: Manu Vera
Diseñadora de caracterización: Lou Valerie Dubuis
Directora del coro de niños: Ana González (Pequeños Cantores de la Orcam)
Música: Piotr Ilich Chaikosvski (1840-1893)
Orquesta titular del Teatro Real
Duración: 2 horas, aproximadamente.
Lugar: Teatro Real (Plaza de Isabel II, s/n, Madrid).
Accesibilidad: total.
Aparcamiento: imposible en la calle. Es recomendable acudir en transporte público.
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