Por Eva Llergo
Pequeños naturalistas es un pintura de José Jiménez de Aranda que el Museo del Prado expone en su sala 62A. Muestra a cuatro niños en un jardín absortos en la contemplación de un pequeño escarabajo. Pero Pequeños naturalistas es también la pieza que El efecto Galatea ha compuesto para acercar la obra, y el arte por extensión, a los más pequeño de la familia. La obra nace, pues, como un ejercicio puro y duro de instrumentalización: una pieza compuesta por encargo para «vender» un cuadro y su valor artístico, para iniciar en la apreciación de la pintura a través de un arte más cercano e innato en los niños: el teatro. La pieza teatral podría, por lo tanto, haber quedado simplemente en una pieza de engranaje, en un puente que hay que atravesar para llegar a la verdadera meta: el cuadro. Sin embargo, en este caso, el medio se convierte en el fin. Con el valor añadido de no desmerecer ni eclipsar la obra que presenta.
Es cierto que, para empezar la pintura que debía inspirar el acercamiento teatral de El efecto Galatea estaba muy bien elegida. A parte de su innegable valor artístico, revaloriza características tan propiamente infantiles como la curiosidad y el ansia inagotable de saber. Pero que el punto de partida fuera propicio no desmerece ni un ápice el valor de la propuesta escénica. El efecto Galatea y María Toledo (actriz, marionetista y directora de la pieza) han sabido no solo traducir o recrear sino crear un verdadero espectáculo teatral para los más pequeños espectadores.
Y es que la obra, como el cuadro, tienen su propio valor. Juntas porque se complementan y se enriquecen. Pero podrían funcionar perfectamente por separado. La pieza teatral tiene la misma fuerza, energía y belleza que el cuadro. Pero añade elementos que la pintura, por su propia idiosincrasia, no se puede permitir: el movimiento, la vida y la sensorialidad. Las piedras que chocan, las hojas que caen y crujen, las flores que nacen y huelen. Maravillas que estación tras estación hasta a los adultos nos siguen (o deberían seguir) admirando, pero que son, ante los ojos de un niño, auténticos milagros.
Todo este descubrimiento de la naturaleza y la huella que las estaciones dejan en ella se traducen en la obra con infinita sensibilidad, con la comprensión profunda de lo que significa ser niño. A un ritmo pausado pero ágil. Permitiendo que los más pequeños proyecten la experiencia de la protagonista de la historia, la niña vestida de blanco que aparece en el cuadro de espaldas a nosotros, en la suya propia. Porque ella descubre su entorno explorándolo como lo harían ellos mismos: con las dinámicas del juego, la avidez por descubrir, la infinita sorpresa y admiración ante cada pequeño milagro (una flor que se abre, un pájaro que canta, un copo de nieve que cae…). Todo traducido en un lenguaje escénico puramente teatral donde el «paisaje» nos depara mil y una sorpresas y donde el cuerpo de la actriz dice tanto (o más) que sus palabras.
Pequeños naturalistas es, pues, es una obra perfecta para iniciar en el arte y en el teatro. Pero casi iríamos más allá. Es una obra pensada para iniciar también en la vida.
Ahora que ha acabado su andadura dentro del Museo del Prado y cumplida su misión de acercar el arte a los más pequeños, esperamos verla muy pronto fuera de las paredes del Museo para expandir sus maravillas y hacernos sentir a todos, niños y grandes, pequeños naturalistas.
Por Eva Llergo
DATOS TÉCNICOS
Idea original, guion y coordinación del proyecto: Eulalia Domingo- El efecto Galatea
Dirección, actriz y marionetista: María Toledo
Asesora de movimiento. María Escobar
Creación del espacio y marionetas: Eulalia Domingo y Juan Manuel Recover
Animación audiovisual: Antonio F. R. Salazar
Asistencia técnica, iluminación sonido y audiovisuales: Juan Manuel Recover
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