Por Coral Gil
Cuando una compañía obtiene el reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras; cuando desde FETEN (Feria Europea de Artes Escénicas para Niños y Niñas), les premian y nos dicen que uno de sus espectáculos, Ballenas, historias de gigantes es el mejor espectáculo de danza que nuestros chiquillos pueden ver; cuando se pueden ver sus trabajos en lugares tan distantes y distintos como El Salvador, Hungría, Corea del Sur, México o China… o cuando sabemos que su labor no se limita a ofrecernos espectáculos de calidad, sino a la promoción y organización de actos, actividades, festivales, certámenes, formación, etc., no podemos sino pensar que tenemos garantizado el disfrute si asistimos a una de sus propuestas. Estamos ante un referente ¿no?
Pero reconozco que no es tanto esta garantía, como la curiosidad lo que me mueve a la hora de decidir asistir a la propuesta que nos ofrece Larumbe con Chasing forests. Quizá es más el hecho de que hablamos de danza contemporánea y como toda propuesta artística que se enmarque o etiquete bajo la seña “contemporáneo”, suele representar un reto no apto para todo tipo de público. En mi caso y al contrario, suele ser un elemento magnético al que difícilmente me resisto. Así es que suelo responder afirmativamente a la llamada de artistas audaces, valientes, que no dudan en buscar líneas alternativas de expresión, que son capaces de romper con los convencionalismos y con las propuestas tradicionales para ofrecer algo nuevo y de abrir la escena a elementos que complementen, enriquezcan y signifiquen algo en el conjunto de su trabajo. Esta transgresión resulta mucho más interesante si además va dirigida a un público universal, entre el que se encuentran pequeños espectadores.
De modo que aquí estamos, llenando las butacas no solo con nuestros cuerpos sino con nuestras expectativas, nuestra curiosidad, nuestro apetito por ver algo diferente y dejarnos sorprender por los denominados nuevos lenguajes escénicos.
El comienzo de Chasing Forests, al igual que su final, no puede dejar indiferente a nadie. Un alegato reivindicativo de tono ecológico y pedagógico, bastante contundente, donde el estímulo a la reflexión está servido; un grito desesperado de la infancia suplicándonos reconsiderar nuestras prácticas; exigiéndonos revisar nuestras prioridades; tratando de buscar los mecanismos de evasión y conexión con el mundo natural que les es negado, a veces inconscientemente, a veces negligentemente, y siempre errónea y lamentablemente.
Pero en medio de estos dos actos, surge la magia y las tres protagonistas de nuestra historia se sumergen en un sueño del que parten perdidas y atemorizadas por lo que su propia libertad les ofrece. Su curiosidad, en cambio, les permitirá poco a poco ir descubriendo los placeres que el entorno natural les proporciona, los estímulos que el medio les ofrece para potenciar su creatividad, su capacidad para soñar, para proyectar y para atreverse a vivir la vida desde la creencia de que se puede hacer aquello que se sueña. De hecho, uno de los momentos estrella es precisamente cuando se identifican con personajes como Frida Kalho, Amelia Earheart o una bailarina que bien podría ser Plisétskaya o Pavlova puesto que ambas fueron a contracorriente y supieron deshacerse de los estereotipos que les alejaban de sus metas. Según van sucediéndose los actos, asistimos a una preciosa evolución y vemos como el miedo inicial se va transformando en seguridad y en la confianza de que pueden ser lo que quieran si se les da la oportunidad y la libertad para creer en ello.
El lenguaje utilizado no puede ser más eficaz en la transmisión del mensaje. El modo en que las bailarinas conectan y se complementan entre ellas añade sentido a la narrativa. Su gran capacidad expresiva y gestual y la extraordinaria fluidez de sus movimientos consiguen llenar el espacio escénico de una forma casi mágica y podemos sentir una especie de simbiosis entre ellas y el medio natural en el que las vemos disfrutar. Sinceramente es difícil no enamorarse de ellas de su fragilidad y fortaleza, de su miedo y su valentía, de su ingenuidad y su decisión. El trabajo de danza es, sencillamente delicioso, es tan fresco que no parecen haberse aprendido una coreografía, sino que todo es producto de la espontaneidad y del juego.
Las imágenes proyectadas, sabiamente diseñadas, no cumplen aquí un papel de mera decoración ni vienen simplemente a explicar o a contextualizar lo que está ocurriendo, sino que pasan a ser parte integrante de la narrativa, en algunos momentos se mimetizan con las bailarinas y da la sensación de que fueran un protagonista más que interpreta su papel y además dinamiza y embellece la acción. Es la magia de las nuevas tecnologías, que toman cada vez más fuerza en los espacios escénicos y que utilizadas con creatividad y criterio rizan el rizo y contemporizan el espectáculo.
Otro aspecto destacable es la elección de las músicas que pueblan este sueño y que de nuevo, no solo acompañan o sirven de excusa al movimiento, a la danza y a la imagen, sino que la realzan, la subrayan y entablan un diálogo directo con las emociones de las protagonistas y de los espectadores. Cabe mencionar los bellos sonidos que emanan de una de las piezas musicales a cargo de un instrumento tan delicioso como lo es el Hang Drum, capaz de aportarnos ese extra de exotismo y misterio que matizan esa conexión entre todos los elementos escénicos.
Así, la mezcla de la música con la tecnología del mapping más el aporte expresivo de la danza consigue crear una atmósfera de extraordinaria belleza que nos hipnotiza a la par que nos transmite el mensaje esencial y existencial de la necesidad humana de soñar, de crear, de construir un mundo mejor.
Cuando comenté con mi pequeña espectadora de tres años y medio lo mucho que una de las protagonistas disfrutaba pintando, me miró y me explicó que realmente lo que estaba haciendo era saltar en los charcos de barro, solo que el barro era de colores porque estaban en el bosque y allí hay muchos colores. Era tan evidente… gracias por explicármelo, y por hacerme saber que esta propuesta, a pesar de estar recomendada para niños a partir de 6 años, tiene magia suficiente como para que alguien mucho más joven capte cosas que a los adultos se nos escapan y les lleguen mensajes imprescindibles acompañados de la belleza que aportan la danza y las artes visuales.
Salimos del teatro conmovidos y convencidos de la eficacia de la danza como lenguaje transmisor de ideas claras y mensajes contundentes de extrema importancia: Dejemos a los niños soñar, crear, crecer en sintonía y conexión con la naturaleza, con su naturaleza, con esa que relegamos a un segundo plano amparados en la necesidad de que aprendan otras cosas “más importantes” ¿Qué puede haber más importante que su propia naturaleza?
Por Coral Gil
FICHA ARTÍSTICA Y TÉCNICA
Título: “Chasing Forests”
Compañía: Larumbe Danza
Género: Danza contemporánea hipemedia
Edad recomendada: A partir de 6 años
Duración: 50 minutos
Intérpretes: Sarah Wünsch, Sophia Wünsch y Sara Martín
Dirección: Juan de Torres y Daniela Merlo
Coreografía y Dramaturgia : Camile Hanson
Diseño de escenografía: Camile Henson y Larumbe Danza
Diseño de vestuario: Camile Henson
Diseño de Iluminación: Lia Alves
Musicalización: Mauri Corretjé y David Fernández
Multimedia: Jorge Barriuso y Carlos Lucas
Fechas y horarios: 30/07/2017 18h. Becerril de la Sierra- Madrid
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