Sara Barquilla Guerrero

Acudimos al corral de comedias de Almagro en campaña escolar para ver la representación de La Celestina de la compañía Umbra Teatro. Dieciséis años es la media de edad de la sala si no contamos a los profesores acompañantes, esto es, es una representación dirigida y recibida para y por adolescentes. Umbra Teatro, acostumbrados a este público exigente, no solo adapta los clásicos para una mejor comprensión, sino que inicia el espectáculo con una loa, al modo de las representaciones del Siglo de Oro, recordando que nos encontramos en un teatro muy especial y único que se ha de cuidar y respetar. Se aprovecha la ocasión para explicar las partes del corral (recalcando la ausencia de cuarto de baño), y cómo se descubrió, se rehabilitó y año tras año es visitado. Como buena loa, también se presenta la obra, una versión de la Comedia de Calisto y Melibea, que termina con la muerte de La Celestina, tras el primer encuentro de los amantes. Y, para finalizar, se llama la atención sobre la labor actoral, el esfuerzo que supone una puesta en escena y el respeto que se merece el oficio teatral. Una loa del siglo XXI para que el público adolescente recuerde que se encuentra en un espacio que podríamos tildar de mágico, pues nos traslada cuatro siglos atrás, y frente a una compañía que va a dar incluso otro salto temporal, ubicándonos al final del siglo XV para acercarnos a uno de los personajes universales de la literatura castellana: Celestina.

La Celestina no es desconocida para el público de la sala, que seguramente la ha leído y, sin dudarlo, domina argumento y desenlace. Si la historia en sí no es una sorpresa, el reto para la compañía de actores y actrices es la puesta en escena, la caracterización de los personajes y, sobre todo, el propio texto de Fernando de Rojas que, aun habiéndolo leído, sigue siendo complejo para la generación posmilenial.

Umbra Teatro consigue hacernos viajar en el tiempo desde el minuto cero. La naturalidad con que se mueven y relacionan los personajes es coherente con el momento histórico. Por poner un ejemplo, Pármeno y Sempronio, a pesar de ser deslenguados y tramposos, no dejan de ser los criados de Calisto, por lo que su actitud sumisa y temerosa prima en la escenificación. Para la puesta en escena no se utilizan más elementos que los que pueden llevar consigo los personajes, véase el bastón de Celestina que, además de servirle de apoyo simulando ser muy vieja, y así ganarse a Melibea, refleja el poder hechicero de la alcahueta. Uno de los momentos álgidos de la representación es el conjuro a Plutón. La brujería de Celestina y sus aprendices, Elicia y Areúsa, consiste en un breve trance acompañado de movimientos deslavazados y contoneos obscenos que captan plenamente la atención del público y, ahora sí, seguro que entiende mejor esa escena de la obra de Rojas.

El propio corral de comedias se convierte en las estructuras arquitectónicas que aparecen en la trama. Los balcones del segundo piso son aquellos por los que Melibea o Elicia se pasean, así como las puertas a ambos lados del escenario indican las entradas a las casas de los personajes: por la derecha se entra a la vivienda de Celestina; por la izquierda, se llega tanto a la de Calisto como a la de Melibea. El patio de butacas es la calle, la ciudad medieval que recorren los personajes para ir de un sitio a otro.

Como anteriormente comenté, uno de los valores de la obra original son los propios personajes, la profundidad de los mismos o el estereotipo que representan. Como parodia de las novelas sentimentales del siglo XV, es coherente presentar una Melibea naif e incluso ñoña, una joven inocente y jovial que es presa fácil para Celestina. Esta, personaje central, es representada con maestría por Covadonga Calderón. El magnetismo de la alcahueta demuestra por qué se convierte en el centro de la intriga. Pero además, Umbra Teatro apuesta por reflejar la parte más amorosa del personaje, sobre todo en su relación maternal con Elicia. Por último, la compañía se permite una versión de la obra atendiendo a sus circunstancias: el actor que representa a Calisto no es un joven imberbe, así que se apuesta por un Calisto mayor que se ve incapaz de enamorar a una joven de la talla de Melibea. La representación gana en verosimilitud aunque el joven espectador se pregunta al final de la obra si Calisto no era de la misma edad que Melibea.

Como bien nos habían anunciado en la loa, se refuerza tanto la parte cómica como la trágica. La primera es fundamental para captar a un espectador que agradece cualquier mínima transgresión, véase un “hijo de puta” o un culo mostrado de improviso. El pequeño espectador se ríe y se regocija ante lo que está viendo porque, aunque lo haya leído, aunque le hayan explicado que en aquella escena sucede esto que se lee entre líneas, la representación supone convertirlo en realidad de alguna manera y no está tan preparado como se cree para verlo colectivamente.

En definitiva, el pequeño espectador disfruta con la obra. Ciertamente, los asientos del corral no ayudan en obras de cierta extensión, como es esta, y el público se mueve inquieto en el tramo final de la obra. Sin embargo, el aprendizaje de una representación en el corral de comedias vale triple: se entiende con claridad ese mundo a caballo entre el siglo XV y XVI, se ha conectado de verdad con los personajes creados por Fernando de Rojas y, ya de paso, se ha disfrutado de la magia del teatro, capaz de convertir en realidad cualquier ficción.

Sara Barquilla Guerrero

 

 

Vista el 15 de marzo de 2024 en el corral de comedias de Almagro 

FICHA TÉCNICA

Dirección artística y dramaturgia: Javier Mañón

Diseño de iluminación: Javier Alegría / J. Mañón

Iluminación y sonido: Higinio Bautista

Vestuario: Luis Chin Pun

Sastra: Mª Luisa Moreno 

Producción: Umbra Teatro S.L.L.

REPARTO

La Celestina: Covadonga Calderón

Calixto: Javier Mañón

Melibea: Rocío Laura

Sempronio:Vicente Nové

Pármeno: Luis García

Elicia: María Mota

Areúsa: Andrea Véguez

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