Por Mario Jiménez
Ya es el segundo domingo que me acerco a este pequeño off-Broadway que tenemos los madrileños en la Calle Ercilla, a pocos minutos de Embajadores. En esta calle, por algún motivo que no conozco (tal vez azaroso, tal vez coherente e inteligentemente orquestado) nos encontramos con un significativo número de salas alternativas que ofrecen a los espectadores una amplia variedad de programación.
En esta calle se encuentra la sala de teatro Lagrada, en la que se invitó a un servidor a disfrutar de un espectáculo familiar, pensado para pequeños espectadores. Feliz como una nariz de payaso prometía ser una función apta tanto para los más pequeños como para los que no lo son tanto. A fin de cuentas, el arte del payaso es algo con lo que empatizamos muchos, independientemente de la edad que nos dicte el DNI.
Comienza la función con una fresca y divertidísima Isabel Guijorro, la cual encarnará durante este viaje al Payaso Ramón Caramelo. Los espectadores la acompañaremos en una absurda, incoherente, cómica y emotiva búsqueda de lo que empieza siendo su nariz de payaso y acaba por ser su propia identidad. Pero no os preocupéis, que no hemos venido a ver un drama existencialista. Y el público objetivo de esta compañía es el infantil. Así que dejémonos soprender.
Isabel desarrolla su labor con una ridícula y pasmosa facilidad. Desde el comienzo de la obra nos muestra una técnica muy bien ejecutada y una carcasa insuflada de candidez, ternura y mucho, mucho humor. Entiende que la clave de que el público empatice con el payaso es que veamos a alguien que no para de fracasar en su intento de conseguir aquello que busca.
La acompañan en escena José Manuel Mejorada, Lourdes Martínez y Ana Veganzones, interpretando a múltiples personajes. Todos ellos muy correctos en el desempeño de su trabajo, destacando la energía, rapidez y capacidad de improvisación de la ya mencionada Ana Veganzones, quien aparece como un jarro de agua en el desierto tras una escena que no acaba de conseguir el ritmo que apunta.
Y es que este, bajo mi punto de vista, es el punto en el que el espectáculo falla. Nos presenta un amplio y muy diverso número de situaciones por los que nuestros personajes transitan, pero casi siempre se quedan en la carcasa. Y pongo el foco de esto en el trabajo de dirección, pues los actores se dejan el higadillo en el escenario para contentar a su público, aunque sean solo cinco personas.
Me gustaría destacar la belleza de un texto que, a diferencia de lo anteriormente mencionado, sí sabe ir más allá de la fábula y se permite explorar la belleza de la poesía del absurdo. Nos regala momentos que, si bien pueden no ser fácilmente captados por el pequeño espectador (no los subestimemos), sí son disfrutados por los adultos que le acompañan y no dificultan la comprensión de la trama. Es una herramienta inteligente y bien elaborada para poder familiarizar a los niños con una buena y sana gestión de sus emociones.
En mi humilde opinión, presenta un final anticlimático, del cual no responsabilizo al texto.
La puesta en escena es sencilla, sin alardes. Explota bien los recursos que tienen dentro del mundo que presentan, destacando la caracterización de los personajes payasiles. El acabado del espectáculo no es especialmente estético.
Para finalizar me gustaría añadir que, a pesar de los aspectos que pueden mejorarse de cara a presentar un producto final con un empaque más sólido y vendible (si eso es lo que se pretendiera), los pequeños espectadores de la sala estaban encantados con la función y enamorados (como no podía ser de otra manera) profundamente de los actores y actrices. Es un trabajo bello, humano y divertido el que comparten con nosotros. Y para pasar un buen rato en familia es ideal.
Por Mario Jiménez
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 19 de marzo de 2023 en Teatro Lagrada (C/ Ercilla, 20 )
Duración: 50 min.
Edad recomendada: a partir de 5 años
Dirección: Carlos Alcalde
Interpretación: Isabel Guijorro, José Manuel Mejorada, Lourdes Martínez y Ana Veganzones
Dramaturgia: Carlos Alcalde
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