
Por Luis Pradilla y Sole López
Huele a vainilla en la platea del CC. Pilar Miró y ese aroma nos transporta al mar. Justo después, la iluminación y un espacio sonoro envolvente, nos dibujan ese mar desde la playa de las miradas y anhelos de los actores. Las butacas se llenan de océano y flotamos a la deriva con las gaviotas, mecidos por un oleaje que separa dos mundos, la cuarta pared y la escena, Europía y Áfriro, nosotros y ellos.
La inmersión inicial, tremendamente conseguida, trae sonidos tribales y una certera imitación de las luces de un faro, quizá de una lancha que arriba a la frontera, a todas las fronteras, a cualquiera, al otro lado del horizonte.
La escenografía, sencilla y eficaz, de arena húmeda, alambres y redes que evocan langosteras abandonadas en la orilla, cajas de fruta que nos transportan a los invernaderos de sufrimiento y bonanza utópica. Európica. Un único escenario para toda la obra hace que el ritmo surja del texto, del énfasis de los actores, de sus movimientos, de las elipsis, las llamadas, las proyecciones.
La obra plantea una distopía kafkiana, digna del despertar de Gregor Samsa. Para el espectador todo está al revés, en Europía viven los «oscuros», mientras que en frágiles embarcaciones llegan los «claros» en busca de un futuro mejor. Este revés y derecho del discurso invierte la polaridad del planeta, fricciona sus placas tectónicas para generar un maremoto en las cabezas. Bajo la hipótesis futura emerge la hipocresía actual, el combate ideológico por controlar el relato, las fronteras y los recursos. Los personajes están encerrados en dos universos gobernados por «ancianos» o «maestros», guardianes de la esclusa, encargados de dibujar siempre un enemigo peligroso, hechicero, cruel. Hasta que un desembarco, el de Arno, lo rompe todo («acabas de destruir mi mundo»), pero no a la primera, solo después del miedo, la traición, la duda, los pliegues de los personajes que añaden riqueza y diferentes verdades a la actuación.
Para quienes hemos seguido el proyecto desde su embrión, escuchar los diálogos de boca de seres de carne y hueso es un acto mágico. Cuatro actores jóvenes (Nadal Bin, Pedro Martín, Mercedes de Miguel y Roberto de Miguel), llenos de ganas e impulso, encarnan a los personajes sobre éste escenario convertido en playa. Asha, inteligente, decidida e idealista, es «la distinta», como la llama Taleh. Representa la curiosidad frente a la sumisión y lo incuestionable, explorando primero a través de la piel, el tacto y el olfato, antes que la palabra, sintiendo al ser humano perdido, la conmiseración, el amor, la cercanía, la cooperación, la confianza, la vida. Táleh y Arno, rivales en el amor y en la diferencia cultural, serán capaces de encontrarse también, gracias a la persistencia e intuición de Asha.
El mar es el otro gran protagonista, el testigo, el camino que tantas veces lleva a ninguna parte. Es él quien decide que se produzca el encuentro entre Arno y Asha, que se miren a los ojos del alma.
Eva Llergo, la dramaturga, crea una distopía que nos hace reflexionar. ¿Y si ahora es la minoría «clara» la que intenta llegar a las costas del norte para lograr los recursos arrebatados, y los «oscuros» los que les temen y rechazan? ¿No serán el odio y las diferencias entre nosotros construcciones ideológicas en las que nos educan con engaños? Los tres jóvenes protagonistas descubrirán el poder del amor y la amistad como fuerza motora que quizá pueda transformar la distopía en utopía. Quién sabe. De momento, ahí están los vídeos de Open Arms (entidad que ha colaborado durante el proceso de elaboración del montaje y que facilitó la presencia de Isabel Zamarrón, una de sus cooperantes, en el estreno) que se muestran en escena, recordándonos los mejores tiempos del teatro documento, no para lograr un extrañamiento brechtiano, sino para ponernos los pelos de punta y pedirnos comprensión. Como dijo la dramaturga al finalizar el coloquio posterior al estreno: «All you need is Love«, tan sencillo—e improbable—como eso.
Europía, tierra de nadie es un ejercicio de funambulismo hermoso, muy recomendable para adolescentes, que empuja a navegar más allá de la tierra firme. Nuestro pequeño espectador (11 años) acabó fascinado por la propuesta.
La obra se podrá ver en la Sala Usina todos los viernes de junio a las 22h.
Por Luis Pradilla y Sole López

DATOS TÉCNICOS:
Vista el 12 de marzo de 2025 en centro Cultural Pilar Miró (Plaza de Antonio Mª Segovia, s/n)
DRAMATURGIA Eva Llergo
DIRECCIÓN Natalia Narbón
INTÉRPRETES Pedro Martín, Nadal Bin, Mercedes de Miguel y Roberto de Miguel
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO Rebeca Padial
DISEÑO DE ILUMINACIÓN Rebeca Padial e Irene Herráez
MÚSICA ORIGINAL Y ESPACIO SONORO Ignacio Ceballos
VIDEOPROYECCIONES Yolanda Pividal
TÉCNICO Jorge Arche
A partir de 12 años
75 minutos
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