Sara Barquilla Guerrero

Habrá quien piense que la guerra civil española sea un tema muy manido, del que han brotado ríos de tinta y se han grabado múltiples audiovisuales. ¿Quizá no se ha hablado lo suficiente? ¿O es que la gente desea otras perspectivas? Sea como fuere, con un mes por delante de representaciones, todas las entradas están agotadas y 1936 está siendo todo un éxito. Sin embargo, como otras obras a las que asisto, no está presente el pequeño espectador y me apena que nos olvidemos de este público que está transitando a la vida adulta y que, además de ver obras dirigidas expresamente para él, también puede acudir a estas representaciones que entendería perfectamente. Además, este tipo de obra es capaz de abrir una grieta mental para conectar con un pasado que, como bien refuerza 1936, no está tan lejos como pueda parecer.

Lo primero, habría que señalar que nunca cuatro horas y cuarto se me han pasado tan rápido. Podría afirmar que transcurrieron en un suspiro y unas cuantas lágrimas. 1936 emociona a lo grande por el tema que toca, por el gran trabajo actoral, por la música, por las imágenes. Todos los elementos escénicos se convierten en rayos que convergen en un cristal desde el que sale despedida la emoción con total intensidad. 1936 hace llorar, pero también reír; provoca rabia e impotencia, pero igualmente enciende una llamita de esperanza. Esperanza en que haya una resolución real de una herida que aún sigue abierta. No quiero hacer espóiler, pero el final es muy acertado y responde a la perspectiva que muchas esperamos de este conflicto tan pasado y tan presente.

La escenografía es mínima: cuatro mesas grandes y varios taburetes. Este mobiliario se mueve y recoloca para dar dinamismo a una obra cuya protagonista es la palabra. 1936 consiste en la recuperación de discursos, conversaciones o el ficcionado de situaciones, donde lo importante es el mensaje pronunciado, las ideas transmitidas, las emociones sentidas. Desfilan en escena personajes que han firmado nuestra historia con nombre y apellidos, como Francisco Franco, General Yagüe, Queipo de Llano, José Antonio Primo de Rivera, Manuel Azaña, Largo Caballero. Suena un poco masculino, pero resulta que la historia les ha dado todo el protagonismo y, además, son los directos responsables de muchas acciones que marcaron aquellos años. También hay mujeres que protagonizan este periodo: Clara Campoamor, Rosario La Dinamitera, Mika Etchebéhére. Pero la cuestión de género es como la de clase. ¿Quién tiene oportunidad de dejar su nombre en las páginas de la Historia con mayúscula? Pues desgraciadamente no son mujeres ni tampoco personas de clase obrera y campesina. Sin embargo, su lucha ha sido el motor de la historia y en 1936 también se refleja el papel del campesinado y la masa obrera, que protagonizaron una revolución social de la que poco se habla siendo un referente histórico.

Y por si las palabras pronunciadas no lograran remover los estómagos de los espectadores, en 1936 participa el Coro de Jóvenes de Madrid, una quincena de voces que recuerda las canciones de una época. “A las barricadas”, “Cara al sol”, el “Himno de Riego” o “Sin pan sin pan” son algunos de los temas que se intercalan en la acción escénica y crean mayor intensidad emotiva, no solo por la épica de sus letras, sino por la belleza de la interpretación coral. Por otro lado, estos jóvenes vestidos de calle se convierten en ese pueblo anónimo que lucha, colectiviza, observa, sufre y muere en silencio, mientras esos “grandes” personajes de la historia llevan a cabo las decisiones. Tales están representados por un elenco que rebosa genialidad. Las cuatro actrices y los cuatro actores dan vida no a ocho personajes, sino a más de cuarenta. La transformación es constante y la puesta en escena más que verosímil, por el acertado vestuario, la caracterización y la fuerza de la dramatización. Además, destaca el trabajo realizado por las actrices, que la mayoría de las veces encarnan personajes masculinos y su puesta en escena es increíblemente creíble.

Dar voz, incorporar música y acompañarse de imágenes proyectadas en dos laterales, inmensas. Estas ponen nombre a la persona que habla, recuerdan fechas o muestran imágenes de archivo. Y es que 1936 transmite que detrás de esta obra hay un amplio trabajo de lectura, debate, selección y reflexión colectiva. Porque aunque se ha hablado mucho de la Guerra Civil, sigue habiendo flecos, sigue habiendo sombras. Es necesario dar voz a episodios menos conocidos como la revolución social, pero también recuperar las llamadas a la barbarie, dar a conocer sus discursos e ideas, que no haya confusión respecto a lo que dijo cada cual. Todo un ejercicio de memoria histórica.

Es entonces cuando resaltamos la importancia de que llegue al pequeño espectador a partir de 14 años una obra de este calibre: es necesario que la gente joven conozca su historia y los personajes que la enfocaron en una u otra dirección. Esos nombres que salpican los libros de texto pensaron, dijeron, actuaron y es indispensable escuchar el mensaje, sentirlo, reflexionarlo. Es nuestra historia reciente, que aún sigue viva: revivirla es una oportunidad de entender y colocar cada pieza en el lugar del puzle que le corresponde.

 

Sara Barquilla Guerrero

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 15 de diciembre de 2024 en el Teatro Valle-Inclán.

Texto: Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga.

Dramaturgia: Albert Boronat y Andrés Lima.

Dirección: Andrés Lima.

Reparto: Antonio Durán “Morris”, Alba Flores, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa, Blanca Portillo, Guillermo Toledo, Juan Vinuesa y Coro de Jóvenes de Madrid.

Escenografía y vestuario.: Beatriz San Juan.

Iluminación: Pedro Yagüe.

Vídeo creación: Miquel Àngel Raió.

Composición musical: Jaume Manresa.

Espacio sonoro: Kike Mingo.

Caracterización: Cécile Kretschamar.

Documentista: Llorenç Ramis Garcia.

Producción: Centro Dramático Nacional, Check In Producciones y El Terrat.

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