Por Celia Rojo Morate

Cuando conocemos a alguien, todos intentamos mostrar nuestra mejor versión, impresionar, en definitiva, gustar. Pero ¿qué sucede cuando una conversación se convierte en todo un desafío? ¿Cuándo la persona que nos atrae no habla nuestro idioma o no se comunica como nosotros? Esto es precisamente a lo que se enfrenta Jaime al enamorarse de Lucho, un joven sordo. En su esfuerzo por conectar, Jaime vocaliza, mueve los labios desesperadamente, pero se topa con una gran barrera: no sabe lengua de signos. Manual básico de lengua de signos para romper corazones parte de esta premisa y nos invita a redescubrir el proceso del enamoramiento entre palabras y gestos.

Desde los primeros minutos, los diálogos en lengua oral se combinan con aquellos en lengua de signos. Para ello, se utiliza una pequeña pantalla que subtitula toda la función, convirtiéndose en uno de los recursos más notables y originales de la puesta en escena. Los espectadores oyentes deben leer la transcripción para seguir el desarrollo de la historia, mientras que quienes dependen de la lengua de signos encuentran en ella un apoyo visual esencial. Esta experiencia de desorientación nos acerca a lo que la comunidad sorda vive a menudo en situaciones cotidianas. Además, nos invita a reflexionar sobre la importancia de que todas las obras sean accesibles para el público no oyente, inspirándonos a imaginar espacios donde todas las personas, sin excepción, puedan disfrutar plenamente del teatro.

La obra combina con destreza momentos de humor y drama, permitiendo al público vivir, en apenas una hora y media, una amplia gama de emociones. Los pasajes dramáticos nos sumergen en los conflictos y dilemas internos de los protagonistas, abordando temas profundos con una exquisita sensibilidad. Estos se complementan con pausas cómicas que alivian la tensión y añaden frescura.

 La trama se desarrolla a lo largo de un año, recorriendo las cuatro estaciones y mostrando cómo, al igual que en la naturaleza, los personajes atraviesan sus propios ciclos de cambio y renovación. Toda la acción tiene lugar en un único escenario: el salón del piso que comparten Jaime y Pote. A pesar de la aparente simplicidad de la escenografía, este recurso potencia la autenticidad de las interacciones entre los personajes, resaltando la intimidad de sus vínculos

Enrique Cervantes da vida a Jaime, un personaje explosivo que, en ocasiones, se ve atrapado por la frustración de no poder expresar lo que siente. A su lado, Carlos Soroa interpreta a Lucho, un chico más sereno, cuyo equilibrio contrasta y enriquece la dinámica de la pareja. Jonás Torres, como Pote, aporta espontaneidad y momentos cómicos con su carácter bobalicón. Completa el elenco Emma Vallejo, quien interpreta a Juana, la hermana de Lucho, cuya sensibilidad otorga una mayor profundidad a la historia, a pesar de su papel secundario.

En ocasiones, los diálogos de los personajes invitan a la reflexión y permiten al público, especialmente a los jóvenes espectadores, verse reflejados en las situaciones que se presentan. En una época marcada por relaciones efímeras, donde el amor resulta tabú y el compromiso algo temido, los protagonistas nos enseñan que no hay mayor cobardía que callar lo que realmente sentimos. Así, nos inspiran a expresar nuestra verdadera identidad sin miedo al juicio ajeno, en un viaje hacia la autoaceptación y el descubrimiento personal.

La función hace honor al término “inclusión» en toda su esencia, recordándonos que las barreras más difíciles de superar no son físicas, sino mentales. Nos demuestra que el amor, el desamor y las emociones profundas no entienden de barreras lingüísticas, y son el lenguaje común que nos conecta a todos los seres humanos. Al final, lo que todos buscamos es lo mismo: ser escuchados, comprendidos y, sobre todo, amados.

                    Por Celia Rojo Morate

 

DATOS:

Vista el 10 de noviembre de 2024 en Teatro Quique San Francisco

Dramaturgia: Roberto Pérez Toledo

Dirección: Edgar Córcoles

Reparto: Carlos Soroa, Enrique Cervantes, Emma Vallejo y Jonás Torres

Escenografía e Iluminación: José Antonio Royo

Música: Alejandro Ventura

Vídeo: Edgar Córcoles

Ayudante de dirección: Mario Ronsano

Regiduría: Rebeca Pueo

Intérprete de signos: Elena Abadía

Fotografía: RomerodeLuque

Tráiler: Ester Gascón

Dirección de producción: Toño Monzón y José Antonio Royo

Distribución: Artimaña-Cahti Calvo (Aragón) y Nacho Vilar (Nacional)

Duración: 90 min

Edad: A partir de 16 años.

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