Sara Barquilla Guerrero

Cuando los acontecimientos se disparan y se suceden a la velocidad de la luz, es posible que el mensaje se desvirtúe o no se asimile con nitidez. Quizá se necesite pensar con calma, revivir el momento para entender qué sucedió o en qué instante se perdió la señal que permitía la conexión. Eso es lo que hace el grupo de amigas y amigos de Abi, dar marcha atrás en el tiempo y recomponer aquel mapa temporal plagado de cacofonías que entonces no permitieron captar el mensaje con claridad.

Enseña el diccionario de la Real Academia que una cacofonía es una disonancia que resulta de la inarmónica combinación de los elementos acústicos de la palabra. Y esta definición se dibuja en la mente del espectador de la obra tanto a nivel de dramaturgia como del contenido que se representa. Cacophony resulta estridente e incómoda, remueve conciencias y plantea dilemas morales, de tal modo que durante casi dos horas el espectador se agarra a los reposabrazos y desea que se recoloque toda esa marabunta emocional y social escenificada.

La obra se construye sobre dos ejes temáticos que no solo la hacen girar de forma vertiginosa, sino que además la exprimen hasta sus últimas consecuencias. Una primera parte plantea un debate feminista, los distintos puntos de vista ante un juicio por violación. Uno de los personajes ascenderá de forma estratosférica defendiendo su posición y, cuando esté en su punto más álgido, aquello que le ha hecho elevarse, se convertirá en el martillo que la machaque, pero se habrá convertido en el nuevo eje temático: las redes sociales y los medios de comunicación. La trama se abre con un debate engullido por otro, que marca el ritmo ensordecedor de los acontecimientos y tiene el gran poder cacofónico de arrasar a su paso.
Cacophony nos habla de dos temas fundamentales en la actualidad y los subraya con una dramaturgia basada en la velocidad y la intensidad. Es veloz el texto, el movimiento de los actores, los acontecimientos que se suceden. Esa rapidez no es ininteligible, solo referencia un mundo que no para, en el que cada acto tiene tantas derivaciones como respuestas un chat, donde las consecuencias se multiplican porque están interconectadas. Las redes sociales han dado forma a la sociedad en que vivimos, han modelado nuestras expectativas y nuestras respuestas. En escena podemos comprobar que se nos va de las manos esta dimensión digital en la que estamos inmersos, porque es tan inmensa e intangible que nos despoja de la parte humana, tanto para mitificar como para defenestrar. El segundo subrayado tiene que ver con la intensidad, en parte con la juventud protagonista, pero también porque esa velocidad obliga a subirse al carro que no para, el que obliga a estar a tope en cada momento, y eso no afecta solo a la gente joven. La protagonista, sin quererlo inicialmente, queda atrapada en una espiral de la que es imposible escapar; y la disfruta apasionadamente mientras está en lo alto, pero esa intensidad es brutal para provocar su caída.

Es destacable el trabajo del elenco actoral (Martí Atance, Laia Manzanares, Mariona Pagès, Chelís Quinzá, Clara de Ramon, Mima Riera y Clara Sans) que representa inicialmente un grupo de amigxs, pero a lo largo de la obra se metamorfosea de manera camaleónica en distintos personajes. Son siete aunque parecen veinte. La única que siempre es ella misma es Abi, la protagonista, vestida con un brillante vestido rojo escarlata que simboliza la pasión con la que defiende sus ideas, pero también es el blanco fácil que abatir, pues se la ve demasiado. Los demás actores y actrices se cambian en el mismo escenario, pero es tal la actividad del primer plano que apenas percibimos lo que sucede por detrás, lo que podría ser otra metáfora de la distancia, porque las personas en esta dimensión digital están tan cerca y tan lejos a la vez.

El pequeño espectador se halla presente en la sala, en una obra que va dirigida al público juvenil. Se engancha a la trama desde el principio porque los personajes hablan su mismo lenguaje y manejan los mismos códigos de vestimenta, relaciones o cuestionamientos vitales. Lo importante es que, además de feminismo y redes, otros temas fundamentales para la juventud están representados; nos referimos a la amistad, las relaciones de pareja, la familia y los sentimientos de miedo, soledad, frustración así como confianza, lealtad y amor.

Sara Barquilla Guerrero

 

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el viernes 22 de noviembre de 2024 en el Teatro de la Abadía.

Texto: Molly Taylor.
Dirección: Anna Serrano Gatell.
Ayudantía de dirección: Rita Molina.
Reparto: Martí Atance, Laia Manzanares, Mariona Pagès, Chelís Quinzá, Clara de Ramon, Mima Riera y Clara Sans.
Versión: Oriol Puig Grau y Anna Serrano Gatell.
Traducción al castellano: Eva Mir.
Escenografía: Judit Colomer Mascaró.
Iluminación: Marc Salicrú.
Vestuario: Chloe Campbell.
Música y espacio sonoro: Arnau Vallvé.
Movimiento: Ester Guntín.
Producción: Sala Beckett.
Colabora: British Council.
Con el apoyo del Institut Ramon Llull.

 

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