Por Sara Barquilla Guerrero
Quizá alguien plantee dudas ante la afirmación de que una obra del siglo V a. C. esté de plena actualidad. En tal caso, le aconsejaríamos que fuera a ver La Paz, de Aristófanes, porque en los tiempos que corren nos encantaría que apareciera un Trigeo capaz de parar los genocidios y las guerras. La Paz que vemos en los Teatros del Canal es una versión de Francisco Nieva, estrenada en el Festival de Teatro Clásico de Mérida en 1977 y ahora recuperada por la directora Rakel Camacho para homenajear al dramaturgo en el primer centenario de su nacimiento.
Trigeo se propone una quijotesca misión: subir al Olimpo y convencer a los dioses para que la Paz se imponga en las guerras que asolan el Ática. El problema es que los dioses se han mudado del Olimpo, hartos de los desmanes humanos, y por ello no escuchaban las súplicas de Trigeo desde Atenas. Por lo tanto, nuestro protagonista debe seguir adelante solo ante tan loable objetivo: lograr que la diosa Paz vuelva a acercarse a la humanidad para lograr la concordia.
El argumento, desde esta perspectiva, podría ser de cualquier género teatral, pero se trata de una comedia y para ello solo hace falta señalar dos detalles que abren la trama: la cabalgadura elegida por el protagonista para subir a los cielos es aún más grotesca que el propio Rocinante, un escarabajo pelotero; y la llamada a la acción se hace con un sonido tan épico como es un pedo. A partir de aquí, se abre la puerta a la comicidad extrema, que en Aristófanes es atrevida, irrevente y sin pelos en la lengua. Tan pronto habla de escatologías varias, como algunos personajes se dejan llevar por el desenfreno sexual, pero el humor es la clave que le permite romper con lo establecido, tratar el tema y “cortar cabezas” o genitales, según se tercie.
La escenografía es una de las rupturas dramáticas: una escalera de metal naranja de dos tramos sube a una plataforma superior, que representaría el Olimpo. Esa estructura nos recuerda más a una grúa de la construcción que a una escalera celestial. Si a eso le sumamos la hormigonera del centro del escenario y el contenedor de basura, la idea de Antigüedad clásica se nos desmorona completamente. Más aún cuando de ese contenedor, marcado con el símbolo hippie de la paz pintado con spray, sale la diosa de la Paz. La imagen es grotesca pero completamente brutal: la paz a la basura, un desecho social al nivel de las mondas de naranja.
Joaquín Reyes, con el papel protagonista, asegura la comicidad de la obra. Sus intervenciones son tan cochambrosas como el mundo bufo que le rodea. El coro es un grupo de niñas que corretean por todas partes y en los bailes caminan hacia atrás haciendo el pino puente. El corifeo viste un pantalón que imita las patas del macho cabrío, lo que concuerda con una comedia griega, pero además lleva una peluca de color rosa fosforito. El pueblo ateniense, especialista en los distintos modelos de excrementos por dedicarse a alimentar al escarabajo gigante, está representado por dos personajes cuyos trajes imitan desnudos exuberantes y muy colgantes, tanto él como ella. Todo el vestuario es muy loco y llega a su culmen cuando aparece la diosa de la Guerra y su vasallo, Tumulto. A ella le cuelgan del cuello muñecos de bebés, recordando los daños colaterales del enfrentamiento bélico; él lleva una cresta construida por piernecitas infantiles. El aspecto general es pura caricatura y desata el humor, pero a la vez resulta terrible pensar en cómo la guerra campa a sus anchas y se expande si no se le pone límite.
Otra de las fuentes de humor es el lenguaje. Los parlamentos y las réplicas son de un ingenio espectacular, a la vez que el juego lingüístico le da mucha riqueza al texto. Por ejemplo, cuando el Tumulto que precede a la Guerra echa a los pies de otros personajes algo así como semillas, explica que está “sembrando el pánico”. En otro momento, Trigeo echa en cara a la gente tener “sangre gorda” o dice de otro que está “adobado en pesimismo”. Es tal la rapidez del guion que cada agudeza lingüística es sustituida por la siguiente y es difícil acordarse de las retahílas de insultos e imprecaciones repletas de humor y juegos de palabras.
El esperpento aumenta en los bailes colectivos, simples y ridículos, con esos bailarines vestidos de forma tan extravagante. Eso sí, la actriz que representa la Guerra, Astrid Jones, impresiona con su maravillosa voz y de nuevo contrasta tanto arte frente a la simplicidad coreográfica.
Como buena comedia tiene un final feliz: Trigeo consigue su propósito y la Paz se impone. Lo interesante son los símbolos para transmitir ese triunfo. La Paz se dedica a leer mientras la Guerra busca gresca, es decir, la cultura es un arma fundamental para que la humanidad no sucumba a las iras incontroladas. Los demás personajes se contagian del estilo de la Paz y el escenario se llena de libros. Leen, se forman y ya no son tan fáciles de convencer: han adquirido conciencia crítica.
El pequeño espectador podría ver esta comedia griega y reírse con la puesta en escena. El humor escatológico de la primera parte, el vestuario tan llamativo y los bailes captarían su atención. En un segundo plano estarían los símbolos y las metáforas, que podrían o no ser comprendidos, pero generarían interrogantes y ese sería un acicate ideal para conversar sobre los temas que plantea Aristófanes que, tristemente, siguen estando de moda.
Por Sara Barquilla Guerrero
FICHA ARTÍSTICA
Vista el domingo 6 de octubre en los Teatros del Canal
Autor: Francisco Nieva.
Dirección: Rakel Camacho.
Producción: Festival de Mérida y Sanra Produce.
Escenografía: José Luis Raymond y Laura Ordás Amor.
Espacio escénico: J. L. Raymond y Laura Ordás.
Figurinismo: Rosa García Andújar.
Iluminación: Juanjo Llorens.
Adaptación iluminación en gira: Rubén Franco.
Composición musical: Pablo Peña y Darío del Moral.
Coreografía: Julia Monje.
Reparto:
Joaquín Reyes – Trigeo.
Ángeles Martín – Corifea.
Sara Escudero – Hermes.
Laura Galán – La Paz e hija de Trigeo.
Astrid Jones – La Guerra.
Carlos Troya – Tumulto.
Nerea Moreno – Esclava.
Pedro Ángel Roca – Esclavo (Los días 4 y 5 de octubre Pedro Ángel Roca será sustituido por Pedro Almagro).
Los días 5 y 6 de octubre actuarán las niñas Gilda Polo, Viena Polo, María Almagro y Vera Sánchez.
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