Por Sara Barquilla Guerrero
En 1655 publicó Pedro Calderón de la Barca su famoso auto sacramental, El gran teatro del mundo. Han transcurrido casi cuatro siglos, pero el público llena el Teatro de la Comedia curioso por saber cuánto hay de ese texto religioso en este mundo posmoderno y así comprobar, las veces que haga falta, que el teatro clásico trata temas de carácter universal que traspasan la frontera de su siglo y se acomodan en el nuestro con plena autoridad. ¿Quién no se plantea qué es la vida, cómo llegamos a ella y por qué nos marchamos? La obra del dramaturgo barroco aporta una perspectiva que, en buena medida, no podemos calificar como obsoleta.
Los auto sacramentales eran piezas breves de carácter religioso que se representaban en torno a la celebración del Corpus Christi. Hoy, en octubre del 2024, estamos en una sala de teatro y cualquier época del año es adecuada para la puesta en escena. El pasillo central del patio de butacas se ha agrandado ligeramente para dejar espacio a una pasarela que conecta con el escenario y que está salpicada por pétalos de colores. Esta primera impresión conecta con el mundo barroco, que apuesta por la escenografía y por captar la atención de los espectadores; sin embargo, esa promesa de fastuoso color es ficticia: el escenario se mostrará desnudo y simple, pero el efecto será cautivador porque la belleza flotará en el ambiente a través de la iluminación, la música y el verso de Calderón.
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El guion de El gran teatro del mundo es complejo no solo por estar escrito en verso, sino por la profundidad de las palabras, las conexiones de ideas, los planteamientos filosóficos, todo ello envuelto en la retórica barroca de metáforas, concatenaciones y retruécanos. No obstante, ese minimalismo visual de la escena obliga al espectador a centrarse en el mensaje, a escuchar con atención y a dejarse llevar por la alegoría representada. Facilita la comprensión la utilización de símbolos visuales, esos mínimos elementos que apoyan el significado de las palabras, como son los elementos adjudicados a cada personaje (la flor de la Hermosura o la púrpura del Rey).
Música, iluminación y vestuario son elementos fundamentales que toman protagonismo ante la sencillez escenográfica. La música en directo del percusionista Pablo Sánchez refuerza y suaviza constantemente el verso calderoniano, aportando dramatismo y sorpresa, emoción y alegría. La iluminación acompaña con fidelidad a los personajes en sus monólogos, pero es especialmente potente en la escena final, imitando un haz de rayos que nace de la mesa celestial. Y el último recurso fundamental en esa nada escenográfica es el vestuario, la combinación de colores y la paleta utilizada en cada escena: la variedad cromática cuando los personajes aún no tienen papel; el blanco de las almas que han acabado su recorrido; el vestuario simbólico de los personajes en su rol.
La simplicidad de la escenografía es muy bella y precisamente nada barroca. En un primer momento no hay nada, ni siquiera se levanta el telón porque aún no ha empezado la alegoría de la existencia. En cuanto los personajes adquieren su papel en el teatro de la vida, se levanta el telón e irán apareciendo para dar forma al rol que les han asignado. En escena solo hay dos grandes paredes con su puerta, una a cada lado del escenario. Por una de esas puertas salen al escenario los actores y por la otra se despiden. Dos puertas de vano vacío que representan el nacimiento y la muerte. Y nada más en un principio, porque la obra va tomando forma con la puesta en escena de los personajes, así como la vida adquiere sentido con el recorrido que hacen en ella los seres que han nacido.
El creador de la obra, de este fragmento de vida, es Dios, un ser andrógino con una falda verde brillante, una camisa azul igualmente llamativa y sus zapatos de tacón. Esta es la fantasía decidida en la representación del CNTC: azul cielo y verde naturaleza adjudicados a la fuerza creadora superior a la humanidad. Se trata de un personaje un tanto estrafalario, una especie de inventor loco en modo elegante que disfruta con su experimento de la vida, que canturrea siempre que puede y se carcajea despreocupado, que para algo es dios. Es el alfa y el omega de la existencia: el primero que aparece en escena y el último en marcharse. Él decide el rol de los personajes, así como el momento en que nacen o el que terminan su puesta en escena. Y cuando les habla, su voz operística surge desde cualquier lugar del teatro aludiendo a su omnipresencia.
El segundo personaje en aparecer en escena es el Mundo, el hacedor intermediario, con ropa de faena y dispuesta a repartir a cada personaje aquello que necesita para realizar la comedia de la vida: Rey, Hermosura, Pobre, Rico, Labrador, Discreción y Niño no nacido. Cada cual recibirá un papel y un símbolo característico. Como en el teatro, hay situaciones que nadie quiere porque ¿quién sería pobre pudiendo ser rico? Y lo mismo sucede cuando llega el momento de morir, ¿qué actor saldría del escenario pudiendo continuar en él? La alegoría está servida y el espectador debe establecer las conexiones sin olvidar el precepto fundamental que puntualmente recuerda la apuntadora: Dios es Dios. Calderón nos plantea la cuestión fundamental: ¿qué posibilidad de acción nos queda? ¿Cuánto está escrito en el guion de la vida?
El pequeño espectador joven está presente en la sala. Parece ser que el profesorado de Literatura de los institutos de Secundaria y Bachillerato ha animado a su alumnado a acudir al teatro y no perderse esta joya barroca y moderna a la vez. Hablan animadamente a la salida y comentan con emoción todo aquello que les ha llamado la atención. La simplicidad de la puesta en escena les ha obligado a fijarse mejor en los detalles y comprender la profundidad de la alegoría. Intercambian ideas, discuten sobre el significado y dedican unos minutos muy valiosos a la literatura. Todo un éxito.
Por Sara Barquilla Guerrero
FICHA ARTÍSTICA Y TÉCNICA
Vista en el CNTC el viernes 18 de octubre de 2024
Elenco: Clara Altarriba / Pobre
Pablo Chaves / Rico
Malena Casado / Niño
Antoni Comas / Autor
Carlota Gaviño / Mundo
Pilar Gómez / Labrador
Yolanda de la Hoz / Hermosura
Jorge Merino / Rey
Aisa Pérez / Discreción
Chupi Llorente / Ley de Gracia
Pablo Sánchez /Percusionista
Equipo técnico:
Composición y dirección musical: Xavier Albertí.
Voz y palabra: Vicente Fuentes.
Escenografía: Elisa Sanz.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Vestuario: Deborah Macías.
Movimiento escénico: Pau Arán.
Ayudante de dirección: Vanessa Espín.
Ayudante de escenografía: Sofía Skantz.
Ayudante de iluminación: Paloma Cavilla.
Ayudante de movimiento escénico: Oscar Valsecchi.
Dirección: LLuís Homar.
Dramaturgia: Xavier Albertí, Brenda Escobedo y Lluís Homar.
Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico.
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