Sara Barquilla Guerrero
¿La juventud percibe su conocimiento de la historia de España inundado de lagunas? ¿Quizá se expande una niebla de fuente desconocida que le dificulta acercarse a ella? Y concretando aún más, ¿las jóvenes de hoy en día conocen un pasado tan determinante y sangrante como es la Guerra Civil? ¿Acaso se lo han explicado en las aulas o ya se habla de ello de forma abierta?
Este es el planteamiento que hace LaJoven con este proyecto internacional de Lagunas y niebla en el que participan artistas de Grecia, Alemania, Ucrania y España, y que conforma la cuarta parte de una tetralogía que aborda conflictos del siglo XX como la Primera Guerra Mundial o el Holocausto.
Asistimos a una obra dirigida a público joven, algo que se agradece en general y que valoran en particular los jóvenes, que no son público infantil pero tampoco adulto, sino que pertenecen a un limbo de audiencia no siempre tenido en cuenta. Un público además muy agradecido cuando se ve protagonista y cuando se emociona porque la obra y los profesionales que la han llevado a cabo han sabido conectar con su corazoncito. Esto lo logra LaJoven con Lagunas y niebla. Me consta porque disfruté de un pase en horario escolar, con un público mayoritario de 2º de Bachillerato (entre los 17 y los 18 años), que no solo aplaudió entusiasmado al finalizar la representación, sino que se entregó en cuerpo y alma al coloquio para compartir sus experiencias, sus conocimientos, su historia familiar y, en definitiva, su gratitud por haberse conmovido.
El punto de partida es claramente motivador y capta la atención inmediatamente: los actores están sentados entre el público y este incluso los confunde, dudando de si la representación ha o no comenzado. Esta presentación es clave y LaJoven se lleva al auditorio en el bolsillo a los cinco minutos de empezar la obra por varios motivos: porque hablan su mismo lenguaje, porque plantean los mismos intereses o cuestionamientos y porque son jóvenes también, y es más fácil atender a nuestros iguales que a nuestros mayores. Así es.
La propuesta no es una narrativa representada, sino una exposición dramatizada en la que cada personaje explica su punto de vista acerca de este periodo histórico por su ficticia experiencia individual. A través de cinco personajes muy diversos conocemos qué sucedió con las maestras de la República que luego fueron depuradas, cómo se organizaron las Milicias y las Brigadas Internacionales, quiénes participaron en el ejército magrebí que utilizó Franco al inicio de la contienda, cómo fue la situación en las embajadas que vivían el frente de Madrid desde un peculiar territorio internacional, por qué hubo además otra guerra encubierta en las zonas rurales que ha enquistado un largo sufrimiento y qué sucede con el punto de vista franquista. El personaje que encarna este último tema resulta muy controvertido para los otros cuatro, pero su contrapunto es esencial para que la panorámica bascule entre los blancos y los negros, las luces y las sombras.
La puesta en escena es un constante entrar y salir de la ficción narrativa y argumentativa. Los personajes cuentan sus historias para luego generar una reflexión al respecto y discutir con los demás sobre los distintos puntos de vista. En este modo de “cuentacuentos”, los personajes visten de calle, como cualquier joven actual, aunque en determinados momentos utilizan atrezzo para retrotraernos en la historia, como es el caso del miliciano anarquista, con sus alpargatas, su arma básica y su mirada idealista.
Siendo una representación con tanto texto y tanta mirada directa al público, LaJoven introduce varios elementos que aportan dinamismo así como otros de carácter simbólico. Entre los primeros estaría la plataforma silueteada del mapa peninsular, que ubica al público de forma muy concreta en el conflicto y sirve como escenario en algunos momentos. Otra es un panel rectangular enorme con varias funciones: es una pantalla de proyección donde veremos fotografías de las ruinas y el desastre, el Guernica de Picasso o textos que el público ha de leer en paralelo a la representación. Y atravesando el espacio y el tiempo, ese panel llega a convertirse en un conmovedor teatro de sombras. En cuanto a los elementos simbólicos, son esenciales los maniquíes, esos convidados de piedra que no dicen pero están, cuyo quietismo también es un recuerdo de los muertos pero también de la pasividad del no querer ver, no querer saber.
Se habla de una guerra así que no pueden faltan las armas y las bombas, por lo que los efectos de sonido son cruciales para que el público se acerque a la experiencia de la que se está hablando. Pero además de ruido ensordecedor también hay música que conecta de nuevo con aquellos años, como la canción del Frente del Ebro “Ya sabes mi paradero” o “Están cayendo bombas” de Albert Pla. Esta última interpretada y acompañada al piano en directo por dos de las actrices con mucho acierto.
Una obra que reflexiona sobre la guerra no puede olvidarse del presente, porque las guerras no son objeto del pasado sino que están entre nosotras. Solo tenemos que mirar hacia Gaza para que se nos encoja el corazón, así que no podemos asombrarnos de que la Guerra Civil sea una herida aún abierta de la que queda mucho que decir. Gracias a LaJoven por abrir este diálogo.
Sara Barquilla Guerrero
DATOS TÉCNICOS:
Vista el viernes 2 de febrero en el Teatro de la Abadía
- Texto: Paco Gámez.
- Dirección: José Luis Arellano.
- Reparto: Julia Adun, Elisa Hipólito, Manu Imizcoz, Javier Fernández, Paula Feror.
- Producción: LaJoven
- Espacio escénico y vestuario: Silvia de Marta.
- Diseño de iluminación: Juanjo Llorens (AAI).
- Música y espacio sonoro: Alberto Granados .
- Duración: 90 minutos.
- Edad recomendada a partir de 14 años.
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