Por Sara Barquilla Guerrero
Miedos. ¿Quién no tiene algún ejemplar en el bolsillo del pantalón? ¿Y en el del abrigo? Incluso en la ropa interior. Los hay por todas partes o aparecen cuando menos se esperan. A algunos los llamamos fobias, esos miedos reconocidos y tan localizados que tienen nombre propio: claustrofobia, hematofobia, aracnofobia, aerofobia, nomofobia… Terror. Pánico. Todo el mundo lo siente, solo que a algunas se les nota menos o saben disimularlo o, mucho mejor, han asumido su presencia y lo aceptan.
Paüra (‘miedo’ en catalán) es el nombre del espectáculo de la Compañía Lucas Escobedo que, sin ningún miedo, habla de la cobardía humana como algo común y cotidiano que merece su reconocimiento y, por supuesto, su disculpa. Los miedos existen, y lo primero que debemos hacer es localizarlos y observar el amplio abanico de posibilidades. Son parte de la vida, es necesario conocerlos y saber que van a seguir ahí aunque cerremos los ojos muy fuerte, pues cuando los abramos, permanecerán. El objetivo está claro: enfrentémonos a este compañero de viaje, asumamos su presencia y aprendamos a convivir con él; acojamos su parte positiva (prudencia) y controlemos la negativa (bloqueo, odio, deshumanización).
De miedo. Así podríamos calificar el espectáculo de Lucas Escobedo, Raquel Molano, Alfonso Rodríguez y Paula Lloret, pero no porque nos asuste, sino por el resultado tan maravilloso que llevan a cabo: se atreven y dan un acertado enfoque a un tema sobre el que toda reflexión es bienvenida; además, son capaces de incorporar un sentido del humor bien dosificado y atinadísimo respecto al miedo. ¿Se podría pedir más?
Sin ser una obra teatral con un hilo argumental, el espectáculo sigue una serie de pasos que van desde la presentación del tema (donde se analizan los distintos tipos de miedos, se reflexiona sobre sus posibles orígenes, se plantean situaciones que ejemplifican qué es y qué ocurre cuando aparece) hasta la posición activa de cómo enfrentarse al miedo, para terminar con una oda a la valentía que hace que el público salga plenamente empoderado del patio de butacas.
Como comenté más arriba, el tema se plantea a través de múltiples recursos que hacen de este un espectáculo polifónico. Hay teatro desde el principio, desde que los personajes salen a escena y cumplen un papel de cara al público y entre sí; estas situaciones escénicas beben absolutamente del clown, cuya mirada desnuda transmite perfectamente el concepto base, el miedo. Pero también hay texto, a veces en verso y otras muchas cantado. La música es un elemento fundamental en esta orquesta payasa. En vivo se toca el piano, la batería, el violín, la guitarra, la guitarra eléctrica, las castañuelas, las maracas, la pandereta, el bombo y la caja. Añadamos a esto la voz, que además de música es vehículo textual. Voces que cantan al miedo a la soledad, a la vida y a la muerte. Y más música aún: percusión corporal, que además incorpora la danza y la coreografía. ¿Qué mejor que enfrentarse al miedo pisando fuerte?
A esta polifonía hay que añadirle la magia y los malabares, que aportan dinamismo y sorpresa. Finalmente, destaca algo que unifica todas las artes escénicas y musicales nombradas: poética. La sonata para cuatro luciérnagas es un número que rebosa de belleza sensorial; el entrechocar de los huesos es poesía auditiva; el pasodoble de Guillermina es un concentrado emocional 100%.
Si a todo esto se suma el ingrediente fundamental de este guiso, tenemos un espectáculo redondo: el humor. El público ríe desde el principio, incluso se desternilla; por contrapartida, en algunos momentos la compañía logra que se nos haga un nudo en la garganta, incluso asoma una lagrimilla. ¿No es emocionante hablar de miedos? Lo es. Pero el gran acierto del humor consiste en relativizar los miedos y despertar sonrisas cuando el tema roza lo escabroso. El humor es lo que nos permite enfrentarnos a nuestros miedos y poder decir buen fuerte: “No pasa nada”. Así lo demuestra este cuarteto de artistas cuando su espectáculo se viene abajo, convenciendo al pequeño espectador de que está sucediendo de verdad, de que están improvisando los números, de que se ven en serias dificultades. Entonces es cuando hay que demostrar que es necesario enfrentarse al miedo a fracasar y decir: “Me puedo equivocar, no pasa nada”.
Por Sara Barquilla Guerrero
Vista el 2 de enero de 2024 en el Teatro de la Abadía (Madrid).
FICHA TÉCNICA Y ARTÍSTICA
Dirección: Lucas Escobedo
Ayudante de dirección: Joan Cusó
Dramaturgia: Lucas Escobedo
Dirección y composición musical: Raquel Molano
Intérpretes: Lucas Escobedo, Raquel Molano, Alfonso Rodríguez y Paula Lloret
Diseño de escenografía y de vestuario: Palomia Bravo
Colaboración en el diseño y construcción del atrezo: Escuela Municipal de Arte y Diseño de Terrassa
Coordinación y diseño del proyecto: Mireia Romero
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Técnico en gira: Manolo Ramírez
Técnico de iluminación en gira: Álvaro Villahoz, Beatriz Francos y Pedro Hurtado
Diseño de sonido: Óscar Guzmán
Técnicos de sonido en gira: Pablo Delgado y Santiago Fuentes
Construcción de la escenografía: Cárpatos decorados
Confección del vestuario: Jimena González Illanes
Asesoramiento de interpretación: Mar Navarro
Asesoramiento de voz: Christian Atanasiu
Asesoramiento de magia: Juan Paños
Voces en off: Amaia, Xavi y Mikel
Responsable de producción: Beatriu Libertat
Distribución: Amadeo Vañó – Cámara Blanca
Diseño gráfico: Ana Córdoba
Fotografía: Gaby Merz
Vídeo: Jose Abellán – Ciudad de la Sombra
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