Por Eva Llergo
¿En qué radica el misterio de la felicidad? Parece el objetivo de todos, pero muchos la buscan pertinazmente sin encontrarla durante toda una vida; otros caminan a ciegas sin pensar en ella demasiado y la tienen siempre entre las manos. La compañía alemana Familie Flöz nos ofrece algunas claves para alcanzarla en su espectáculo Feste que llegó este 30 de noviembre al Teatro de la Abadía.
Mientras que en una lujosísima mansión junto al mar se celebra la boda de la hija del dueño con perfección y armonía, el patio trasero de la casa desvela el misterio de tanta armonía: camareros frenéticos que entrar y salen a toda velocidad, conserjes que luchan contra el anquilosamiento y la desidia, la empleada de limpieza que se afana por que todo esté brillante, el cocinero que prepara con esmero el menú, el planificador de bodas y su secretaria que luchan contra los elementos para que todo esté justamente donde se esperaba que tuviera que estar. El frenesí y el bullicio contrastan con la actitud de los novios. Especialmente ella, parece imbuida de una misteriosa tristeza cuyo origen no acaba de desvelarse en toda la obra. Nos recuerda a ratos a la novia triste que interpreta Kirsten Dunts en Melancolía de Lars Von Trier o incluso a la Novia de Bodas de sangre de García Lorca. Larga tradición de novias tristes tiene la ficción. Y es que el estar triste “el día más feliz de tu vida” es una metáfora tremendamente diáfana del sinsentido de la sociedad actual. En Feste, sin embargo, contrasta la melancolía de la que parece tenerlo todo pero, claro, también tiene tiempo (a lo mejor demasiado) para pensar en lo que no le encaja, con el puñado de frustraciones y contradicciones de lo que viven imbuidos en ese caótico frenesí que es sacarse dos duros para llegar a fin de mes, pero no tienen ni un segundo para ni siquiera plantearse si su situación podría encajar con la infelicidad.
En esta locura de entrar y salir, subir y bajar, abrir y cerrar puertas, cocina, barrer, fregar, sacar la basura, irrumpe un personaje que camina lento y tiene todo el tiempo del mundo. No le queda otra pues es una sintecho embarazada. Cada vez que se topan con ella, la primera reacción de todos los personajes es rechazarla, casi temerla. ¿No significa ella la posibilidad de caer aún más bajo? ¿no hay que romper ese fantasma lo más rápido y fuertemente posible para que no nos cale en los huesos? Curiosamente solo un personaje no la rechaza en cuanto la ve: la novia. Todo lo contrario, parece imantada y la busca una y otra vez. ¿Será por su embarazo? ¿Será porque la sintecho parece tener el tiempo y la libertad que ella no tiene? De un modo u otro, la indigente es el personaje a través del cual se produce toda la acción dramática, todo el conflicto y el crecimiento de los personajes. El servicio al completo, desde la maternal empleada de la limpieza hasta el estirado planificador de bodas, acaban hechizados por aquel ser pequeñito e indefenso que guarda una vida dentro de su ser, tiene una ternura innata y parece hecha para romper su ritmo frenético y obligarles a parar. Y cuando uno para, lo primero que recupera son su discernimiento, y con ellos su mesura, su empatía y, como no podía ser de otra manera, su bondad.
Pero, cosas de los cuentos de hadas, cuando este ser mágico, casi simbólico, ha conseguido poner todas las cosas en su sitio, desaparece (no diremos más para no hacer más spoiler), aunque deja un legado tácito tras de sí.
Feste es una propuesta de hondísimo calado, pero revestida de un humor omnipresente. La mayoría de los personajes (salvo la novia y la indigente) son caricaturas esperpénticas y tremendamente risibles. Ahora bien, no hace falta mucha perspicacia para advertir que están representando los mismos vicios y defectos que cualquiera tendríamos: la falta de empatía y la individualidad que ocasiona la prisa, la desidia por una rutina que odiamos, la incomodidad por acomodarnos en una vida que no es la que habíamos planeado. Nos reímos, pues, sanamente de nosotros mismos, y la trama nos lleva también a plantearnos si en nuestro devenir diario no deberíamos introducir también un elemento que nos obligara a pararnos y a pensar.
Quizás lo más mágico de la propuesta es que toda esta carga simbólica y trascendental se nos transmita con solamente el lenguaje gestual de unos actores que en todo momento llevan máscaras. La pericia para transformarse en pocos segundos de un regordete y desmemoriado conserje a punto de jubilarse en una grácil y taciturna novia roza a veces la magia. Tanto que, cuando acaba la obra y observamos que solo tres actores han dado vida a más de quince personajes no nos salen las cuentas. Una dirección escénica fluida, natural y llena de ritmo , los cambios de vestuario constantes, la atmosfera sonora perfectamente encajada a los requisitos de cada escena, las caracterizaciones físicas de un virtuosismo delirante, las máscaras increíblemente expresivas y una escenografía realista con puertas y ventanas que se usan sin parar para evocar esos espacios internos de la mansión a los que se nos está vedado acceder pero que existen casi con la misma presencia que los externo son otros de los grandes aciertos de esta maravillosa propuesta.
Asistimos a una función en campaña escolar y advertimos que los jóvenes espectadores de secundaria que poblaban el patio de butacas de la Sala Alonso de Santos del Teatro de la Abadía apreciaron la propuesta en toda su intensidad. Nunca habíamos visto antes una entrega tan evidente manifestada por un silencio atencional que casi se cortaba con cuchillo y solo se interrumpía, pero no pocas veces, por las respuestas en forma de risa antes las innumerables situaciones cómicas. Fue una lástima no tener tiempo para poder presenciar el coloquio que la compañía ofreció después. Estamos seguros de que se habrían desgranado todos los símbolos tan trascendentales que nos propuso la compañía, pero lo más importante es que lo hizo a través de un producto artístico del que era imposible quitar los ojos, divertido, profundo apasionante. Así que no me queda la más mínima duda de que, gracias a Familie Flöz, todos estos jóvenes espectadores volverán al teatro.
Por Eva Llergo
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 1 de diciembre de 2023 en el Teatro de la Abadía (C/ Fernández de los Ríos, 42)
Dirección
Michael Vogel
Reparto
Andres Angulo
Johannes Stubenvoll
Thomas van Ouwerkerk
Producción
Familie Flöz | Theater Duisburg | Theater Lessing Wolfenbüttel | Theaterhaus Stuttgart
Máscaras: Hajo Schüler
Escenografía: Felix Nolze, Rotes Pferd
Vestuario: Mascha Schubert
Diseño de sonido: Dirk Schröder
Música: Maraike Brüning, Benjamin Reber
Canción ‘Hold on’: Marlena Käthe
Diseño de luces: Reinhard Hubert
Diseño de vídeo: Maraike Brüning
Gerente de producción: Gianni Bettucci
Equipo de producción: Dorén Grafendorf, Carolin Hartwich
Fotos: Lucy©SimonWachter
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