Por Juan Sánchez Gómez

La voluble diosa Fama busca marido. Un matrimonio que colmará de gloria y honores al afortunado. ¿A quién escoger? ¿Corneille o Racine? La decisión es complicada. Cada cual más trágico y excelso. Sin embargo, los criados de la diosa sacan a la palestra a otro candidato. Molière. Un cómico. Mundano tapicero que gasta su tiempo libre en observar a los habitantes de París, para disgusto de su padre. No es el mejor postor, así que los criados llenarán el escenario de anécdotas, hechos y fragmentos, con los que así convencer a la diosa de que lo despose.

A partir de este ingenioso pretexto, Ay Teatro despliega ante nuestros ojos un rico universo teatral que, como los propios tapices, se compone de múltiples hilos y colores. Vive Molière no es solo un compendio de los mejores momentos de las obras del comediógrafo francés, sino que es un homenaje a su biografía y una radiografía del teatro clásico del siglo XVII. Con una pulida dramaturgia de Álvaro Tato, habitual de la compañía, escenas de El Ávaro, El Misántropo o La Escuela de los Maridos se cruzan, como si de un baile de máscaras se tratara, con estampas de la vida de Molière, ayudándonos a comprender su génesis y el impacto que provocaron en la época. Para ello, el dramaturgista se vale de una estructura metateatral festiva y lúdica, ya explorada en textos como Cervantina o Crimen y telón, en las que los propios personajes reflexionan sobre el hecho escénico. De este modo, los entrañables criados Dato, Mito y Chisme, manipulan las comedias originales de Molière y nos las presentan de una manera fresca, divertida y contemporánea. Una estructura que, lejos de agotarse, se alza como sello personal de la compañía, buena heredera de su hermana mayor Ron La Lá.

El Teatro de la Abadía se transforma en una fiesta barroca donde la poesía, la música, la danza y el juego se divierten en una estudiada armonía. Tato se revela una vez más como un maestro del verso y orquesta una dramaturgia donde la métrica es tan cuidada y elaborada que llegamos a dudar sobre qué parlamentos son de su cosecha y cuáles corresponden al cómico francés. El dramaturgo sobresale en las sonoras canciones, en las estrofas más reivindicativas y en mantener en todo momento un ritmo trepidante. Conoce al dedillo la época que retrata y es un gusto deslizarse entre sus sinalefas y sus rimas asonantes.

La horma del texto de Tato encuentra su zapato en la dirección de Yayo Cáceres. El director nos presenta un montaje inspirado en la Comedia del Arte, principal referente de Molière, donde la farsa y el personaje – máscara, ¡e incluso el cabaret!, brillan como elementos diferenciadores. Cáceres explora todos los recursos que le ofrece el lenguaje teatral hasta el punto en que parecen inagotables. En todo momento ocurren cosas, toda réplica está cargada de intención y el más mínimo movimiento significa algo encima de las tablas. Podrías ver el montaje varias veces y en cada una encontrar algún hallazgo diferente. El más ingenioso es la manera en la que los elementos técnicos se integran como personajes del espectáculo. De este modo, Madame Lumière es una criada más de la diosa Fama, y desde su mesa de luces cumple las exigencias lumínicas de su ama. O Clarín, que pegada a su piano teclea el espacio sonoro y con su voz de soprano pone voz a los interludios musicales. Una decisión que aporta dinamismo y frescura a este Vive Molière.

Pero este ritmo frenético no se sostendría sin una buena troupe de actores que lo soportara. Un elenco joven, que exhala vitalidad por todos sus poros y que mantiene constantemente la energía en el punto álgido que se requiere. Dirigidos con mimo y detalle, pasan de personaje a personaje en un abrir y cerrar de ojos, cuidando a todos como si fueran el único. Especial mención a Kevin de la Rosa, cuya interpretación del Harpagón de El Ávaro fue una histriónica delicia.

Vive Molière es un espectáculo irresistible que nos permite acercarnos a la obra del cómico francés y su contexto de una manera divertida y amena. Es una pena que aquella noche en el teatro no hubiera ningún joven espectador, pues la obra funcionaría como un tiro para ellos. Su marcado contenido pedagógico queda diluido en un ambiente festivo, al servicio de los elementos teatrales.

Si Molière debe vivir, que lo haga según plantea Ay Teatro: con luminosidad, respeto y humor. Así será eterno.

Por Juan Sánchez Gómez

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 10 de diciembre de 2022 en el Teatro de La Abadia

Versión 

Álvaro Tato, a partir de textos de Molière

Dirección

Yayo Cáceres

Reparto

Kevin de la Rosa, Juan de Vera, Marta Estal, Laura Ferrer y Mario Portillo.

Música original

Yayo Cáceres

Arreglos

Yayo Cáceres y Marta Estal 

Coreografía

Nuria Castejón

​Escenografía 

Ay Teatro y Tatiana de Sarabria

​Diseño de vestuario

Tatiana de Sarabia

Diseño de iluminación

Miguel A. Camacho

Dirección de producción

Emilia Yagüe

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