Por Juan Sánchez Gómez
Durante el confinamiento de 2020 las emociones y las situaciones que vivimos se magnificaron, como si fuéramos los concursantes de una nueva edición de Gran Hermano. La realidad cambiaba día a día, a golpe de decreto ley se imponían nuevas reglas que trastocaban nuestra normalidad y el mundo exterior pasó a convertirse en un fotograma más de cualquier película distópica. Añadamos a este cóctel explosivo una pareja de padres primerizos que pretenden convertir a su primogénito en un superdotado y tendremos La omisión del si bemol 3.
En su texto Denise Despeyroux nos cuenta la historia de Clara y Miguel (Maya Reyes y Antonio Romero), a priori unos padres abnegados, temerosos y preocupados porque su criatura comparta escalafón con el resto de los mortales. Por ello han decidido exponer a su recién nacido al método del doctor Tomatis, el efecto Mozart, que sostiene grandes mejoras en el desarrollo de los bebés si son expuestos a las creaciones del compositor austríaco. Sin embargo, en esos días de encierro, de matar el aburrimiento con el ordenador, Clara encuentra un documental del doctor Atila (interpretado por el divulgador musical Jaime Altozano) que desarrolla la teoría de que las composiciones de Mozart están adulteradas al haberse incluido en ellas el si bemol 3. Por tanto, si se “desbemolizaran” sus piezas, las consecuencias podrían ser extraordinarias para el desarrollo cognitivo de un bebé. Extraordinarias y aún desconocidas…
Este es el punto de partida del espectáculo, que Despeyroux escribió a partir del mockumentary del propio Jaime Altozano, un falso documental que hacía creer a la audiencia que Mozart jamás usó el si bemol 3 en sus composiciones. A partir de esta anécdota, la autora construye una pieza cargada de ironía que explora las relaciones de una familia bajo una situación de encierro, en este caso por una pandemia de “criptovirus” originada en Burkina Faso que no nos es demasiado ajena. A media que el espectáculo transcurre la ironía de Despeyroux va volviéndose cada vez más negra y ácida, para terminar provocando una mueca macabra en el rostro del espectador. Porque, lo que en un principio parece una comedia francesa de salón, acaba por convertirse en una historia para no dormir digna de Chicho Ibañez Serrador.
A través de unos inteligentes diálogos cargados de humor, el espectáculo nos retrotrae a los días vividos durante el primer confinamiento, cuando muchos bajaban a la calle forrados en papel film y donde se agudizó el ingenio para no asfixiarse entre cuatro paredes. Despeyroux refleja cómicamente esta realidad creando a una pareja de personajes antitéticos. Por un lado, Miguel, hipocondríaco, temeroso y firme defensor de la normativa gubernamental. Por otro lado, Clara, seguidora de la pseudociencia, de ascendencia “hippie – alemana” y con una dosis de negacionismo en su interior. Un matrimonio que en vez de alianzas lleva una bomba de relojería que se activa cuando entra en juego la educación del pequeño Jonás. Su historia es la de muchos padres y Despeyroux la utiliza para reflexionar sobre los progenitores que buscan que sus hijos se salgan de la norma, que desarrollen un talento especial que los aparte del vulgo, que sean como aquel pequeño Mozart que ya componía con cinco años. Un ideal que muchas veces tiene que ver con las frustraciones de los propios padres, que no pudieron ser aquello que soñaban ser. Por eso, aunque no hubiera jóvenes espectadores en la sala, recomiendo su visionado en familia, pues seguro que el debate posterior es enriquecedor.
El texto, que funciona como una perfecta pieza de relojería suiza, tiene un gran hallazgo en aquello que cuenta pero no muestra, en esa obscenidad clásica que se ocultaba fuera del escenario. Muestra de ello es Leopoldo, el personaje del amigo – amante de Clara, del que nos hacemos una perfecta imagen de cantamañanas sin haberlo conocido. Pero, sin duda, el gran personaje latente del espectáculo es Jonás, el elemento catalizador de toda la trama. Un bebé al que solo oímos y que nunca vemos, pero que nos encantaría ver para que nos aliviara las dantescas imágenes que nos sugiere. Con una clara referencia kafkiana, la metamorfosis de Jonás va marcando los puntos principales por los que transcurre la trama y sirve como anclaje para las distintas reflexiones y digresiones que la autora plantea. Así pasamos de una criatura que no reacciona a ningún estímulo más que el pop de Mecano a una Criatura monstruosa que se ha desarrollado vorazmente al estar expuesto a ese Mozart “desbemolizado”. Jonás es quizá la perfecta metáfora de aquellos niños nacidos y criados en el tiempo pandémico, a los que las mascarillas les han arrebatado la sonrisa y la expresión, a los que el miedo y la distancia del metro y medio les ha prohibido socializar. Pero es también la prueba evidente del conflicto entre alta cultura y cultura popular. Durante el espectáculo hay un momento brillante en el que descubrimos que el niño tan solo calma sus lloros escuchando a Mecano, grupo que a ojos de sus padres es horroroso y hortera. Ellos, que usan el aria de la Reina de la Noche como canción de cuna, no pueden soportar que su niñito se duerma con algo tan mundano, una cultura mainstream que nos lobotomiza.
Por último, mención aparte deben recibir los intérpretes, Maya Reyes y Antonio Romero, que con una exquisita interpretación naturalista consiguen meternos en un universo rocambolesco y pesadillesco. Sus arcos de personaje están ejecutados con maestría y hacen que pasemos de la carcajada a la angustia con facilidad.
La omisión del si bemol 3 es una obra que despierta reflexión en cada réplica, perfectamente escrita y ejecutada, y que consigue un estupendo equilibrio entre la burla y lo macabro.
Por Juan Sánchez Gómez
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 30 de diciembre de 2021 en el Teatro Quique San Francisco (C/ de Galileo, 39)
DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN
Denise Despeyroux
REPARTO
Maya Reyes y Antonio Romero
COLABORACIÓN ESPECIAL
Jaime Altozano
ASISTENTE DE DIRECCIÓN
Maxi Huerta
DISEÑO ESCÉNICO
Príamo Estudio
ESCENOGRAFÍA
Edu Moreno
ILUMINACIÓN
Pau Fullana
DISEÑO SONORO
Eloy Sansón
VESTUARIO
Tania Tajadura
JEFE PRODUCCIÓN
Ángel Verde
PRODUCCIÓN
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