Por Luis Pradilla
Estamos de suerte, hoy nos toca sala de teatro de las más bonitas. Ya desde la calle se disfruta este Infanta Isabel con sus curiosas cristaleras y marcos de madera. Rebusco y encuentro que su estilo es “modernista, neomudéjar y ecléctico”, toma mestizaje.
Se respira ambiente informal fuera, hace sol y es la hora del vermut en el barrio de Chueca, pero también dentro porque nos chocamos con el actor protagonista en mitad de un pasillo, maquillado y mirando a una pared.
La cosa va “in crescendo” porque, al tomar asiento, resulta que Bruno (así se llama el actor que hace de Pinocchio), está en el palco a nuestro lado.
Sin quitarle la vista de encima, no vaya a ser que necesite algo o que me salte un ojo con un inesperado crecimiento de nariz, puedo divisar una gran vela de barco arrugada presidiendo el escenario, rodeada de sacos de tela y cajas de madera. Una escenografía sencilla y versátil para este viaje, donde el teatro entero se antoja una gran boca/estómago de animal marino.
Todavía con luz de sala, vemos que también está Kateleine, la otra actriz de Pinocchio, que se dirige a Bruno desde el otro lado del patio, como si de uno de vecinos se tratara.
No nos hemos dado casi ni cuenta, como tarugos de madera que somos, pero ya ha comenzado Pinocchio… sí Pinocchio, que no Pinocho, porque, desde el principio nos recuerdan que Pinocchio es italiano, como el autor del texto (Carlo Collodi) y el actor que lo interpreta (Bruno Gullo).
¿Y ahora qué están haciendo? ¡Ah, sí! Parece que los actores han decidido calentar músculo y nos invitan también a calentar como espectadores nuestros aplausos y risas (¿han reído alguna vez con todas las vocales?). Por supuesto, temerosos de que nos salgan orejas de burro, obedecemos, consiguiendo que Pinocchio arranque por el final, con los aplausos y muy arriba.
Yo no voy a ser menos y voy a traer a colación ahora la frase que cierra la obra:
-“¿Realmente queremos ser todos iguales?”-
¿Queremos ver, otra vez, el Pinocchio de siempre, el de Disney, o nos dejamos llevar por un reto imaginativo y a la vez más fiel al original?
La gran vela de barco se convierte, oscuro ya en la sala, en una pantalla de retroproyeccion donde, a base de teatro de sombras y en un par de maravillosos minutos expresionistas nos cuentan el Pinocchio por casi todos conocido.
La historia de alguna forma esperada por el público ya ha sucedido y Canti Vaganti pueden sacar a pasear a partir de ahora la que de verdad les fluye por dentro. Que me convierta en mondadientes si esto no supone una liberación para actores y público.
Nos rendimos a este Pinocchio actor, autor, clown y titiritero que se deja la piel en su personaje, a veces a cámara rápida y otras ralentizado, a un Pinocchio fabricado de elastina (nada de eso que dicen de madera), descarado e ingenuo a la vez, capaz de despertar a la vida con una patada en la cara de su creador (cosas de los reflejos musculares recién adquiridos) o de zafarse de Pepito Grillo a la primera de cambio (así en el original de Collodi).
Nos inclinamos ante un Gepetto interpretado por un mujer, autora, actriz, titiritera y medio maga, que muda de piel y se hace ella sola seis papeles (más dos marionetas), como el mendigo, conseguido anudándose el pelo de la cabeza a modo de barba o el gato ciego por un lado y zorro cojo por el otro. Se mire del derecho o del revés, increíble la versatilidad de Kateleine (y que nos perdone Collodi porque esta no es italiana, sino holandesa). Dos pedazo de actores/creadores que no abandonan el escenario en ningún momento durante los 50 minutos que dura la obra.
¿Y si en la banda sonora hay un relato en off, cuasi radiofónico, de Alberto San Juan y Pilar Gómez? ¿Y si el hada tiene acento de Huelva? ¡Why not…! ¿Y qué tal música electrónica para bailar?
(Nota: busquen Pinocchio dance Canti Vaganti en su app de música)
Que se me llene el cerebro de serrín, si los efectos sonoros no son un hallazgo, extraídos de otros contextos y sorpresivamente integrados en la acción. Una de mis partes preferidas es la fabricación del muñeco, con un serrucho que suena a metralleta y lluvia de virutas como confetti.
La escenografía también está vivita y coleando en este cuento terrestre y marino y la carpa de circo se monta más rápido que un igloo de conocida tienda de deportes, para luego, ¡tachán!, transformarse, de golpe y cachiporrazo en la boca de un escualo gigante (que no ballena, pues así lo describió Collodi en el texto original). Una escalera de pintor versátil lo mismo es estrado de tribunal que barca para escapar de la ballena, digo del tiburón…
El vestuario aporta imaginación, sobriedad y frescura (precioso ver un pájaro con alas de saco) y Pinocchio resulta ser un mechón de madera, una especie de gorro de dormir, un collar de cartón y un corazón de tela que le da vida. Kateleine/Gepetto puede ser tantos otros personajes gracias al diseño cuidado de la caracterización y los cambios.
¿Estamos entonces preparados para este viaje iniciático de Pinocchio, para dejarle que se equivoque, que caiga, que le huelan los talones a chamusquina, que le timen como en la Bolsa, que se transforme momentáneamente en títere de cachiporra, junto a sus hermanos de la también italiana commedia dell’ arte Arlecchino y Pulcinella?
Que me convierta en pasta de papel, pero yo tampoco querría ir al cole si la otra opción fuera ver este Pinocchio de nariz crecedera (a base de cinta métrica), narrado en español y actuado en italiano, en el que siempre manda el gesto sobre la palabra. Un regalo visual.
Los pequeños espectadores acabaron tan arriba como empezaron, participando activamente (y más que les hubieran echado, -tomen nota los Vaganti-), respondiendo, bailando, aplaudiendo…
El sábados 25 de septiembre, la función se hará en inglés.
Por Luis Pradilla
DATOS TÉCNICOS:
Vista el 18 de Septiembre de 2021 en el Teatro Infanta Isabel.
Dirección: David Ottone y José Luís Sixto
Intérpretes: Bruno Gullo y Kateleine van der Maas
Voces en off: Alberto San Juan y Pilar Gómez
Texto: Pinocchio (Carlo Collodi)
Adaptación: Kateleine van der Maas y José Luis Sixto
Escenografía y máscaras: Eleni Chaidemenaki
Diseño de iluminación: Raúl Baena
Diseño de Vestuario: Anna Tusell
Música y espacio sonoro: Mauri Corretjé (Riera Sound)
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