Por Eva Llergo

La transposición del contexto de la Roma clásica a la Europa actual en Eneida, playlist para un continente a la deriva que hace LaJoven en su última creación, está llena de posibilidades. Se superponen en la lectura de la obra un macrocosmos y todos los microcosmos que lo contienen. Resuenan, a nivel general, ecos admonitorios que censuran la manera en que hemos ido tramando nuestra cultura globalizada actual sobre el enfrentamiento, el frenesí y la supremacía. Si aplicamos una lente de aumento, observamos una imagen de Europa que saca los colores: más rota que armónica, más desenfrenada que mesurada, más ignorante que sabia. Si cogemos el microscopio, es innegable encontrar, además, una crítica a nuestro supuesto humanitarismo y a nuestra (in)capacidad de acogida como sociedad ante el tema de los refugiados (polivalentemente para el público más joven, puede verse quizás como una mera lucha de bandas, ¿pero es que acaso no es el tema de los refugiados una lucha velada también por el territorio?). Y si ajustamos aún más la lente veremos a unos individuos, con sus anhelos, sus impulsos, sus deseos, sus bondades, sus contradicciones, luchando como infusorios en el plato del microscopio. Engrandecidos en su pequeñez.

Este Eneas no viste toga sino cazadora de cuero a lo Indiana Jones. El clan que le acompaña en su periplo va a perfecto juego con él. Cada territorio/barrio transitado tiene su propia estética: el toque surfero/exótico de Cartago con su exuberante Dido, el barrio pijo de casoplones del Lacio con una princesa Lavinia transformada en dulce patinadora y su pretendiente, Turno, enfundado en un polo con cuello subido; y, nuestro favorito, el antro de mala muerte en el que se transforma la visita que Eneas hace al averno (al que debe acceder por el sumidero del váter, ¡que lucidez en la transposición!) conducido por la Sibila, aquí una drag con taconazos y barba de tres días que se hace llamar Silvia (fantástico el actor Jota Haya, por cierto), aunque Eneas se empeñe en llamarla Sibila…

La lúcida y perfecta transposición de los episodios más relevantes del relato romano original transcurre a tal velocidad y con tal energía (al ritmo habitual de las producciones de LaJoven) que a veces resulta complicado seguir la trama al mismo tiempo que ir apreciando los  mecanismos usados en la adaptación. A menudo nos inclinamos a pensar que este vicio nuestro de ir buscando las correspondencias con el original es eso, solo un vicio, y no una necesidad para llegar al sentido último de la historia contada. Que la obra se puede degustar sin analogías, como producto propio desgajado de la Eneida original. Sin embargo, los pequeños espectadores que nos acompañan (que por supuesto no conocen la obra de Virgilio), nos miran perplejos, a menudo,  parpadeando. No entienden el repentino abandono de Dido, ni la súbita obsesión de Eneas por contactar con su padre, se les escapa ese deseo por bajar hasta el mismísimo infierno por él así como el hecho de que Eneas y Palante afirmen no reconocer a Andrómaca. Sin el original en mente la evolución del propio héroe se deshumaniza: Eneas transita de héroe (Eneas, el piadoso) a visionario enajenado demasiado abruptamente.  

Podemos alegar a su favor que, en Eneida, playlist para un continente a la deriva la información nos llega más a nivel sensorial que narrativa. No en vano, la música, la danza y las acrobacias nos cuentan lo que el texto y la gestualidad teatral deja solo velado. Hay 20 profesionales en escena del mundo de la actuación, la danza, la música y el circo trabajando por crear un significado compartido (fruto de la colaboración de LaJoven con el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila, la Escuela de Música Creativa y la escuela de Circo Carampa). Ese significado es a ratos tan multisensorial, tan apoteósico que a una le faltan ojos para mirar y sentir todo lo que sucede en escena. Especialmente nítido y tangible se torna el suicidio de Dido ante el abandono de Eneas gracias a la danza ejecutada por la verticalista Amaya Frías (aquí mis pequeños espectadores se me acercaron para cuchichearme “Mira mamá, es su alma que se escapa”).

El número de artistas junto con la escenografía cambiante, luminosa y polivalente, provoca con gran acierto que la escena esté abarrotada, vivaz y apoteósica; lo que no quita que otras pueda estar de golpe (casi simultáneamente) desoladoramente abandonada, vacía, rota… Como Europa.

La idea de crear un Playlist para arropar el espectáculo y hacer coincidir su número con los doce cantos de la Eneida es un guiño al público adolescente, propio de la compañía, que ayuda así a crear esos puentes de conexión tan necesarios entre las obras clásicas, curriculares, y el público joven. Bésame mucho o How Deep is your love suenan despreocupadamente mientras vamos anticipando el desastre en el que se sume el alma de Eneas.

En resumen Eneida, playlist para un continente a la deriva es un espectáculo lleno de fuerza y vitalidad, ambicioso en todas sus pretensiones de transmitir un mensaje al mismo tiempo que crea un espectáculo integral donde un buen puñado de disciplinas trabajan en armonía por crear un significado común que alcance al espectador desde todos los sentidos. Una sale del Circo Price enardecida y devastada a partes iguales, con la sensación de haber vivido un largo viaje, con todo lo que eso significa, en apenas hora y media. Esa es la magia del teatro. Hacernos recorrer medio mundo sin movernos de una butaca. Convertirnos en héroe y en villano, sacudirnos la conciencia, sobrecoger nuestros sentidos, hacernos palpar la belleza que existe incluso en la tragedia. Salvarnos un rato de la muerte. Y aún hay algunos que dicen que no sirve para nada…

Por Eva Llergo

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 17 de abril de 2021 en el Circo Price

 

Texto
Paco Gámez, a partir de Virgilio

Dirección
José Luis Arellano García

Escenografía y vestuario
Silvia de Marta 

Iluminación
Juanjo Llorens

Dirección musical y arreglos

Alberto Granados 

Coreografía

Andoni Larrabeiti 

Ayudantía de dirección

Paco Gámez

Diseño de sonido

Félix Botana

Caracterización

Sara Álvarez

Reparto

Javier Ariano – Palante
Jota Haya – Aqueménides/Silvia
María Heredia – Creúsa/Dido
Samy Khalil – Eneas

Ana Jara – Ana/Lavinia

Marta Velilla – Acates/Andrómaca 

Monika Budzinska – Trapecio
Cira Cabasés – Verticales/Báscula
Juan de las Casas – Acrobacia/Báscula

Sirio Fernández – Turno/Malabares

Amaya Frías – Suelo

Julia Cano – Bailarina

Andoni Larrabeiti – Bailarín

Cristina Vigil – Bailarina

Miriam García – Saxo/Flauta

Alberto Granados – Teclados
Jorge Henríquez – Percusión

Javier Lisón – Guitarra

Emma Weil – Guitarra
Vicente Pérez – Bajo

Ayudante de dirección

Paco Gámez

Dirección de producción

Olga Reguilón Aguado

Dirección técnica

David Elcano

Regiduría

Daniel Villar

Ayudantes de escenografía y vestuario

Karla Santiago

Nicolás Guindo

Gracia Collado (prácticas)

Ayudantes de iluminación

Rodrigo Ortega

Paloma Cavilla (prácticas)

Nacho Medina (prácticas)

Ayudantes de regiduría

Paula del Fresno (prácticas)

Joel Valiente (prácticas)

Ayudantes de caracterización

Paloma Rodrigo

Santiago Calzón (prácticas)

Ayudante de producción

Paloma Rodrigo

Mayte Navarro (prácticas)

Gestión de públicos y administración

Rocío de Felipe

Fotografía

Ilde Sandrin

Comunicación

María Díaz

Pedro Sánchez

Diseño gráfico

Guillermo Vázquez

Asesor Histórico-Literario

Oliver Baldwin

Asesor Circo

Javier Jiménez

Asesora movimiento

Eva Sánchez

Alianzas

Escuela de Circo Carampa

Escuela de Música Creativa

Conservatorio Superior de Danza María de Ávila

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