Por Araceli Hernández

«A los niños todo el mundo les da órdenes. Si les dejáramos, todos los mayores harían de padres o de profesores»

La historia original Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi, mucho más inclemente y ácida que la archiconocida versión de la factoría Disney (con la que posiblemente esté más familiarizado el pequeño espectador), ya de por sí destemplada, sirve muy a propósito a Ultramarinos de Lucas para construir una fantástica oda de amor al títere (hay que tener en cuenta que la obra de Collodi  también tomó el nombre, en algunas de sus publicaciones, de Storia di un Burattino o Historia de un títere).

Pinocho ultramarinos

Rescatan la mayor parte de los episodios y personajes originales, relatando las desventuras de un travieso e inocente Pinocho que se escapa de casa en busca de diversión y, por el camino, vivirá experiencias verdaderamente espeluznantes. Porque Pinocho tendrá que aprender, como le advierte el Grillo, aunque él no le haga ni caso porque «a los niños todo el mundo nos riñe, todos nos dan la chapa…», que los niños no pueden hacer siempre lo que les da la gana. Tendrá que enfrentarse directamente a los aspectos más desafiantes de la vida, como el genio destemplado de Comefuego, la bellaquería de la Zorra y el Gato o la crueldad del dueño del circo.

Collodi, y ahora Ultramarinos de Lucas, no se lo ponen nada fácil a Pinocho. Las penurias que atraviesa la marioneta son tantas y tan variadas que a veces la historia parece dar demasiadas vueltas, generando un ritmo algo confuso, aumentado a través del diálogo repetido al final de cada episodio: «-Y aquí podría acabar la historia… – Pero no…». Si bien, en todo momento se respira un aire de descaro inocente, una especie de reto travieso y alegre trasladado al público, de ganas de jugar con el espectador y no sólo presentar la historia, que inevitablemente atrapa.

Pinocho ultramarinos 2

Ultramarinos de Lucas nos traslada un relato gamberro y potente, sin escatimar la crudeza de algunas escenas verdaderamente pavorosas, como cuando ahorcan al pobre Pinocho («- Se quedó inmóvil. – ¡Cómo muerto!».) Pero esto se ve perfectamente equilibrado con el uso de una mezcla de géneros, próximos al mimo o el clown (especialmente acusados en el preludio entre Maese Cereza y Gepetto), en los que el humor se convierte en el principal elemento conductor, con un gran peso de la comicidad física. Conseguido, fundamentalmente, gracias a la soberbia interpretación de Juam Monedero y Juan López Berzal, que arrancaron numerosas carcajadas del pequeño espectador, ganándose enseguida la complicidad del auditorio.

Con un diseño espectacular y sumamente ingenioso, la madera se convierte en el elemento esencial sobre el que giran todas las concepciones que configuran los diferentes protagonistas y los elementos del escenario (circular, como el tronco de un árbol). La madera en todas sus formas, natural y labrada, y los objetos habituales con los que se trabaja o que la contienen, se reconvierten, a partir de una imaginación brillante, para confeccionar todos los personajes: sobre una escalera se erige el imponente esqueleto del titiritero Comefuego, que completa su portentosa figura con una larga barba de corteza; los cuerpos de Arlequín y Polichinela salen de dos patas de mesa, y los de la Zorra y el Gato, de los magos de unos paraguas; y ese tiburón, que devorará a Pinocho, se trae a colación a partir de la una amenazadora sierra en una inteligentísima reinterpretación de sus terribles mandíbulas. La calidad de los detalles en la producción, y la aguda y elaborada conexión entre los objetos y la trama, denotan un verdadero mimo por el teatro de títeres que no sorprende en absoluto tratándose de una obra de Ultramarinos de Lucas.

Pinocho ultramarinos 3

En esta versión, respetuosa con la tradicional, el espectáculo no gira en torno a la conversión de Pinocho en un “niño de verdad”. Tampoco haría falta: si aquí no interesa esa transformación de madera a carne y hueso, es porque el Pinocho de Ultramarinos de Lucas ya es sumamente humano, con todas las contradicciones presentes en nuestra especie. Pinocho es a la vez descarado y crédulo, caprichoso y entregado, fiero y miedoso… pero, sobre todo, es un niño. Y lo demuestra en su falta de experiencia que le hace caer en las trampas de los malvados Zorra y Gato; en que no quiere ir al colegio sino que prefiere ir al “País de los Juguetes” (¿qué pequeño espectador se resistiría, con ese nombre?); y en que tendrá que aprender, poco a poco, cómo funciona la vida; como todos cuando empezamos nuestro periplo vital.

La fábula reside aquí en la reivindicación del esfuerzo y el tesón, en el no caer en los caminos fáciles ni en las soluciones fantasiosas, y, más que nada, en entender que, si ser un niño no es nada fácil, tampoco los padres se enfrentan a una tarea sencilla. Colaborando unidos el camino se hará mucho más llevadero. Sin caer en una moralina trillada, a través una concepción audaz, traviesa, y entusiasta, y, sobre todo, con muchísimo humor, como siempre, Ultramarinos de Lucas, acierta.

Por Araceli Hernández

 

FICHA Y TÉCNICA

AUTOR:         Carlo Collodi y Ultramarinos de Lucas

DIRECCIÓN:       Jorge Padín

INTÉRPRETES:       Juam Monedero y Juan Berzal

ESCENOGRAFÍA:       Raquel Fernández

ATREZZO:         Sandra Illana, Izaskun y Juli de Nájera

VESTUARIO:       Martín Nalda

CREACIÓN MUSICAL:   Borja Ramos

ILUMINACIÓN:       Juan López Berzal

DISEÑO GRÁFICO:       Borja Ramos

PRODUCCIÓN:       Ultramarinos de Lucas

Duración: 1 hora y 15 minutos.

A partir de 4 años