Por Eva Llergo
La propuesta de la compañía Da.Te Danza nos habla esta vez de la abstracción que supone el concepto identidad, de su complejidad, de su riqueza y, al mismo tiempo, de la manera rígida y reduccionista en que en algunas ocasiones es contemplado, a veces como excusa o como autolimitación, a veces por desconocimiento. No, no es una obra filosófica existencialista… ¿O sí? Si lo es, el logro es presentarlo en un código perfectamente comprensible a partir de 2 años. Como dice el fantástico dramaturgo infantil Luis Matilla, no hay temas incorrectos para los niños; hay tratamiento incorrectos. Y Da.Te Danza tiene experiencia suficiente para hablarnos de los planos más profundos del ser humano en los códigos más universales y comprensibles, como es la danza.
En escena dos bailarines-actores nos regalan una juguetona y risueña danza. Una de ellas muy resuelta y vital, quizás un poco mandona… El otro tímido, apocado pero con ganas de descubrir el mundo. Juegan, bailan, se relacionan con el entorno, conocen su cuerpo y el espacio, establecen sus límites, forjan su carácter. En este proceso de juego ¿casual? ella hará un viaje que parte del deseo de establecer conclusiones sobre los acontecimientos de la vida, de la necesidad de ponerle nombre a las cosas para conocerlas, de ese ansia cerebral de conocer las cosas casi antes de vivirlas para sentirnos seguros (¿les suena?). Sin embargo, descubrirá que muchas veces es más importante el cómo se transitan los caminos más que qué tipo de caminos estamos transitando.
Más allá de este trasfondo que se ofrece a los pequeños espectadores y que dota a toda la propuesta de un sentido y una dirección inequívocos, el espectáculo es un prodigio para la vista y el oído. La maravillosa coreografía que llena de vida a los personajes y forja sus personalidades y la propia acción de la obra, es sostenida a través de las dinámicas del juego propias de los niños, de las transformaciones y la polivalencia del cuerpo y los objetos que adornan la escena.
Las imágenes dibujadas con los cuerpos y los objetos, insólitas, oníricas, circenses a menudo increíbles, no son casuales. Representan ese juego con la identidad: cómo a veces entre los dos podemos ser uno y como al mismo tiempo uno mismo puede ser dos. Igual que un sillón puede ser solo un sillón o también un tren, una lámpara una amapola o una alfombra un espejo, yo puedo ser yo o quizás durante un rato ser tú, llamarme Luis, Rita o Cosme y ponerme un vestido sea chico o chica. Nos parece que la manera de transmitir este mensaje, sutil, casi colateral, ayuda más a la educación de igualdad e identidad de género que muchas bienintencionadas pero obvias y poco efectivas propuestas centradas en el tema.
Arriesgan ganando también Da.Te Danza con la duración de la propuesta. Estando anunciada para niños de a partir de 2 años, alargan hasta 45 minutos la danza, cuando las obras para estas edades tienden a no sobrepasar los 30 minutos. Va a tener razón Carlos Laredo (director de La Casa Incierta) cuando nos decía que las propuestas para la primera infancia suelen rondar los 30 minutos porque a las compañías les cuesta mantener la atención de los bebés más de ese tiempo, no porque los bebés no sean capaces de estar concentrados más.
Los pequeños espectadores a menudo ni pestañeaban. Sí rieron y se asombraron con los prodigios corporales de los actores; disfrutaron de principio a fin. Y lo más mágico quizás es que los espectadores adultos, como la protagonista, también dejamos de preguntarnos ¿cómo?, ¿por qué?, ¿para qué? y, finalmente, solo nos dedicamos también a estar en el momento y a disfrutar. Solo a disfrutar.
Por Eva Llergo
DATOS TÉCNICOS
DIRECCIÓN: Omar Meza
DIRECCIÓN TEATRAL: Rosa Díaz
GESTUAL DE MOVIMIENTO: Omar Meza y Da.Te Danza
VESTUARIO: Laura León
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Ernesto Monza
ESCENOGRAFÍA: Luciano Illanes
MÚSICA ORIGINAL: Jesús Fernández
REALIZACIÓN DE VÍDEO: Lansa Producciones
PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Laura Campoy
COMUNICACIÓN Y REDES: Sandra Pertíñez
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