Por Fernando Solís

“Los monstruos son los patrones de nuestras imperfecciones y nos permiten contemplar la posibilidad de fallar y seguir adelante”

Guillermo del Toro

Ya hablamos en su día, a propósito de su espectáculo Papel,  de la compañía Ventrículo Veloz y de su apuesta por hacer un teatro alternativo que llegase tanto a jóvenes como a adultos. Así pues, volvemos al teatro y volvemos para ver otro espectáculo de esta misma productora, en este caso la más reciente de sus obras: Dados.

Si tratar cualquier tema desde la perspectiva teatral, simplemente contando una historia sin caer en intelectualizaciones, es en sí mismo bastante complicado, la tarea se vuelve mucho más ardua si el tema en cuestión es la identidad de género, un tema que por un lado está absolutamente conceptualizado y teorizado con mucha información al respecto, pero por otro lado, para mucha gente, sigue siendo un tema abstracto del que no se sabe mucho.

Y esto pretende Dados, narrarnos la historia de una persona en pleno proceso de búsqueda de su identidad, como un momento natural de la adolescencia, sin caer en etiquetas. Dice Ventrículo veloz sobre la obra: «Dados narra el viaje hacia ser quien se es realmente, hacia el encuentro con nuestra identidad y a nuestro derecho a ser quien de verdad somos». Así pues, entramos al teatro, con la mente abierta, rebajando las expectativas y con la intención de disfrutar de la propuesta que nos ofrezcan.

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La historia se desarrolla en el almacén de una tienda de juegos de rol y para recrear eso, Padilla (director y autor de la obra), configura una puesta en escena sin demasiados elementos.  Crea un almacén con cajas de cartón, una mesa, un flexo y un ordenador. El resto de componentes se sirven de la mente del espectador motivada por la cantidad de imágenes que nos va ofreciendo el texto a medida que se suceden los diálogos. Fundamental la iluminación de Juanjo Llorens que coloca la hilera de focos prácticamente dentro de la escena, jugando con el flexo y consiguiendo un ambiente de claroscuros que recrea tanto el lúgubre local como la confusión vivida en determinados momentos de la obra.

Dados es aparentemente sencilla. En ese almacén, el personaje protagonista de la historia aprovecha las horas en las que la tienda está cerrada para grabar unos podcast con partidas de rol. Es en ese momento íntimo suyo cuando aparece un extraño, sobresaltando al protagonista y sembrando la incertidumbre. A partir de ahí, las conversaciones y los acontecimientos que se van sucediendo atrapan al espectador hasta el desenlace de la obra que mantiene al público con los párpados abiertos.

Resulta interesante observar cómo una partida de rol guía a estos personajes durante toda la función. Padilla consigue trascender lo que podría ser una inocente partida de rol en algo tan profundo y complejo como el rol que ocupamos en la familia o nuestro círculo de amigos. Y es que el texto está minado de elementos simbólicos que recorren de cabo a rabo la obra. Cosas como que el juego de rol sea un tema que une a los personajes (¿no es una genialidad utilizar el rol para hablar de la identidad de género?), o que los personajes en cuestión se llamen X e Y (que podría recordarnos a ese par cromosómico que determina nuestro género) son solo algunos ejemplos de los numerosos detalles que plagan los discursos y las acciones de una dramaturgia excepcional.

La actriz y el actor que interpretan a los personajes merecen mención especial con el impresionante trabajo que hacen. El personaje más joven (X) lo interpreta Almudena Puyo, con una energía y una verdad que hace que desde que entra en escena veamos al adolescente en plena búsqueda del “¿quién soy yo?”. Está soberbia interpretando a un personaje realmente complejo, con una fachada dura y fuerte, en la que en seguida se intuye la fragilidad y la delicadeza del momento de la vida en el que se encuentra. Es de esos personajes ambiguos que atrapan. Desde el primer instante consiguió tener a los jóvenes espectadores de la sala, reclinados hacia delante, con los brazos sobre las rodillas, con esa expresividad de “cuéntanos más, queremos saber tu historia”.

Juan Blanco (Y) interpreta a ese extraño que irrumpe en el mundo de X, tarde, cuando la tienda está cerrada y que, además, insiste en quedarse. Este actor, que sin duda lleva muchas tablas a sus espaldas, consigue llevar al público desde la irritación más absoluta a la carcajada en tan solo cuestión de dos frases y un par de movimientos. Una excelente interpretación de un personaje que resulta el contrapunto del anterior y que nos va ganando poco a poco.

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Almudena y Juan hacen que la relación entre X e Y sea especial. Es una puesta en escena tan sencilla (que no simple), sin grandes elementos escénicos, que sería muy difícil atrapar la atención de los adolescentes de la sala de no ser por la combinación entre dos actores buenísimos y una dramaturgia muy bien escrita. Esto es lo que hace que el público no pueda perderse ni un momento lo que está ocurriendo.

Destacar, también, el trabajo corporal que hace con ellos Edu Cárcamo, que consigue que la gestualidad de los personajes, sobre todo en el caso del adolescente, sea absolutamente certera y creíble. Completa este plantel el espacio sonoro creado por Sandra Vicente, que juega con sonidos que nos transportan de esa oscura trastienda al mundo de ficción en el que tienen lugar las batallas de rol. Un trabajo muy sutil que está de colchón y de apoyo durante toda la historia.

Y después de este viaje, finaliza la representación, como es costumbre, con un aluvión de aplausos de un público entusiasmado con lo que acaban de presenciar.

Dados representa el conflicto de la identidad de género sin la necesidad de entrar en explicaciones ni en conceptos como orientación, identidad, transexual, transgénero… ninguna de estas palabras aparecen en la obra y sin embargo todas ellas están ahí, entre línea y línea del texto. Se entiende todo sin necesidad de poner etiquetas ni de conceptualizarlo. De esta manera resulta sorprendente cómo llega el mensaje a los jóvenes espectadores de la sala. En sus intervenciones (en las funciones para institutos, Ventrículo Veloz propone un pequeño coloquio para finalizar la experiencia) se podía escuchar cómo para ellos la cuestión de la identidad de género es un tema que está a la orden del día y lo viven sin juicios ni de clasificaciones de ningún tipo.

Y es que Ventrículo Veloz consigue algo que es muy complicado. Transmite el mensaje de una manera vivencial. Los y las jóvenes pueden ver en directo, con los protagonistas de carne y hueso, la historia sobre las dudas y los conflictos que ellos y ellas están viviendo en ese mismo momento. Y ahí reside, precisamente, la importancia de un teatro para la juventud y su unión con las instituciones educativas. No podemos reducir la educación de los jóvenes a una racionalización de conceptos enfocada al futuro profesional. También hay que dotar al adolescente de herramientas que le conduzcan al libre pensamiento, a comprender el mundo que les rodea y  a aprender a gestionar su parte psicológica y emocional. En esta cuestión, el teatro y, en este caso, Ventrículo Veloz, juegan un papel fundamental.

 “Aquí estamos. Entretenednos.”

Nirvana, Smells like teen spirit

 

Por Fernando Solís

EQUIPO ARTÍSTICO Y TÉCNICO:

Autor y director: José Padilla.

Coreógrafo: Edu Cárcamo.
Diseño sonido: Sandra Vicente.

Diseño Iluminación: Juanjo Llorens.

Diseño gráfico: Verónica Pérez.
Fotógrafo: Stephen W. Thomson.
Voz en off: Jaime Lorente.

Equipo técnico: La Cía de la Luz.

Material didáctico: David González.
Productores: Verónica Pérez y Cristóbal Suárez.

Distribución: Caterina Muñoz.

REPARTO:

Almudena Puyo

Juan Blanco

DATOS TÉCNICOS:

Recomendado a partir de 14 años.

Duración: 55 minutos + encuentro con el público.

Reservas y fechas: https://www.ventriculoveloz.com/reservas-y-fechas/