Por Lidia López Teixeiro
A menudo, con poco se hace mucho. El espectáculo Torta y Leche, con su puesta en escena monoactoral, lo ha demostrado en el cierre del festival madrileño Titirescena 2018. Un espectáculo con sabores y sonidos traídos de otros tiempos, muy bien llevado a pesar del complicado público adulto que nos acompañó en la representación, hablando en alto entre ellos, explicando cada cuento y repitiendo las frases a los niños y niñas que allí había.
Lo primero que llama la atención es que no se trata de una pieza de títeres al uso, como cabría esperar dentro de esta programación. Se podría definir como un cuentacuentos ecléctico, donde lo tradicional, lo reciclado, lo recuperado, se da la mano. Se representa en la entrada del teatro, como en la plaza del pueblo, sobre una pequeña tarima que permite a Juan Catalina intereactuar con el público y para pasearse entre los y las pequeñas espectadoras, que se encuentran sentadas en el suelo. Diferentes objetos tradicionales se disponen en el escenario: a los lados y por la parte de atrás, de manera muy sencilla, como mercadillo de antigüedades en la calle o un desván que llevase mucho tiempo sin visitas. Destaca entre todo el atrezzo en madera y tonos claros, una rueda de afilador pintada en azul brillante y como medios técnicos se hace acompañar únicamente por unos altavoces sostenidos en un poste, por los que suena, mientras se empieza, coplas y canciones populares de diferentes grupos.
Cuando la música cesa, el espectáculo comienza de manera suave, pese a que la música había generado un clima propicio al alboroto. El hombre que se paseaba antes vestido de pastor, se sube al escenario y nos cuenta muy poco, dirigiéndose de manera sencilla y clara, que lo que va a contar hoy son historias y oficios que ha ido recogiendo en Extremadura y Castilla-La Mancha y que muchas de las cosas que podemos ver (cabezadas, aperos de labranza…) son donaciones y regalos. A partir de aquí, nos va guiando, ante las atónitas miradas de los pequeños y pequeñas que han asistido, en un viaje al pasado, donde cuentos tradicionales conocidos, como la gallina de los huevos de oro, se van alternando con historias y dichos de artesano con canciones de la tradición oral. Quizá se hace, a pesar de la variedad de actividades, un poco largo para edades entre los 2 y 6 años. Se diría que las edades más apropiadas estarían comprendidas entre los 7 y los 12 pero es difícil de valorar esto a partir de la representación a la que se ha asistido: el clima creado por las personas adultas acompañantes fue muy irrespetuoso. El tema del pasado y las raíces se presta para volver a la niñez y a los recuerdos, pero comentarios entusiastas y de sorpresa no se deberían de hacer a viva voz y en medio de la representación; fueron un factor determinante en el ambiente de distracción que reinó en algunos momentos. El actor supo, a pesar de todo, sobreponerse y continuar, aunque en alguna ocasión tuvo que llamar la atención, en tono de broma, para poder continuar.
Debe destacarse de Torta y Leche su contenido de folclore bien hilado, alejado de lo costumbrista, la calidad de lo musical y la parte de marionetas.
Los temas populares, muchas veces transitados, no se hicieron pesados y son contados de forma sencilla, con guiños a los mayores en las partes suavizadas de ciertos aspectos, como cuando se menciona la matanza. El folclore gana valor y se puede tocar, incluso, como cuando varios niños y niñas suben para “hacer” manteca, helado… Se hizo muy ameno y divertido, por lo que espectáculo sería ideal para realizar en colegios en relación con materias de las ciencias sociales: lengua y literatura, historia, ciencias sociales etc. Tiene muchas posibilidades educativas.
Las canciones intercaladas hacen las delicias de los más pequeños, no solo por la buena voz de Juan Catalina, si no por el acompañamiento de percusión con objetos de lo cotidiano (los instrumentos, mal llamados, “pobres”) con tijeras, martillos, sartenes, una amplia variedad de sorprendentes variaciones rítmicas. Unas interpretaciones muy sorprendentes. Hasta el público se animó a cantar en alguna ocasión. Y las marionetas con aperos de labranza, super simples y vistosas, un guiñol cuasi improvisado tras una sábana de lino que funcionó para grandes también, provocando las risas de todos.
Se trata, en definitiva, de una producción muy completa, tierna, bien trabajada. Nos transporta a las representaciones populares a pie de calle llena de variedad y alegría, vivas. Si preferís un teatro culto o experimental quizá no sea vuestro formato pero si sois amantes de las historias orales, de la tradición y lo popular, o si queréis acercaros a nuestro patrimonio inmaterial de manera original, el trabajo de Juan Catalina, precedido de investigación y más de 20 años de experiencia, os encantará.
Por Lidia López Teixeiro
DATOS TÉCNICOS
Compañía: Compañía de Teatro Juan Catalina
Obra: Torta y Leche
Año: 2018
Intérpretes: Juan Catalina
Duración: 50 minutos.
Vista en el Teatro Valle-Inclán, Titirescena, 2018, Junio.
Para todos los públicos.
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