Por Eva Llergo
¿Es realmente Out una obra para todos los públicos?, me pregunto nada más salir de la sala del Teatro Valle Inclán con mis tres hijos. En muchos sentidos las respuesta es sí. Lo es por su lenguaje universal (es una obra sin palabras), la simbología básica en la que se sustenta el argumento, las imágenes que se construyen… Todo puede ser perfectamente comprendido por un niño de cualquier edad, y sin embargo… ¿Por qué ese peso en mi pecho? ¿por qué esa sensación de catarsis?
Para entenderlo, retrocedo un poco en el tiempo: cuando comienza la obra y el títere pelón y redondo se despierta en su cama. Todo normal. Pero enseguida descubrimos que en vez de pecho su pijama oculta una jaula y que, en lugar de corazón, nuestro títere tiene un pájaro. El protagonista se esmera porque su pájaro apure su desayuno, triste, frío y rápidamente, pero la vida llama desde fuera (risas, lluvia, coches) y el pájaro quiere volar. El niño-jaula tiene miedo de lo que ocurre fuera, no quiere salir. Ya está servido el conflicto y al final el triunfo es del pájaro que se escapa por la ventana. ¿Puede el niño vivir sin su pájaro-corazón? La realidad se descompone a su alrededor (materializada en un cambio de escenario utilizado magistralmente para masticar el caos interior del protagonista); hasta que se ve obligado a aterrizar en la ciudad y comienza un itinerario de búsqueda, tanto interior como exterior, en el que el protagonista debe recomponerse y reconocerse a sí mismo. Solo cuando se ha puesto a prueba su miedo y su valentía, su constancia, cuando se abierto al mundo para apurarlo y ha aprendido a vivir, cuando ha roto los límites de su pecho-jaula, el pájaro vuelve hasta él.
Me doy cuenta de que mis pequeños espectadores ven al títere y al pájaro como una misma cosa. Hombre y corazón. Y la obra les habla del temor por lo desconocido pero, al mismo tiempo, de sus ansias incontrolables de conocer y vivir. Sin embargo, comprendo ahora que mi peso en el pecho nace de que yo contemplo la obra con ojos de madre. Para mí el pájaro no soy yo, son los otros, ellos, mis niños. La obra me habla del temor a dejarlos crecer y marchar y el viaje del protagonista no es el trayecto vital necesaria hacia los otros sino el camino de vuelta a uno mismo.
Pero no son solo estas dos posibles lecturas las que contiene Out. Hay, como poco, una tercera, común y universal: la necesidad de abrirnos a los otros para vivir de verdad. Para ejemplificárnoslos la compañía italiana Unterwasser juega con nuestras expectativas. Esa vieja que aparece en el bosque en medio de la noche, haciéndonos temer el peor de los desenlaces, resulta ser bondadoda y compasiva, hasta el punto de compartir el contenido de todos los cajones de su pecho-armario para que el protagonista comprenda que todos tenemos heridas, cicatrices y miedos, pero también música, y que la luz que emana de ella siempre es más fuerte que la oscuridad de las sombras, pero debemos saber verla.
Todo un viaje para los sentidos este Out. Nace no solo de la delicadeza de la historia y sus símbolos, sino del despliegue sensorial que fragua la compañía gracias a los tres titiriteros que están constantemente en escena añadiendo matices a la historia. Y de esos matices que nos ofrecen nacen los distintos niveles de lectura. Todo un logro que Out, sin palabras, nos regale tantos mensajes distintos. Bravo por Unterwasser.
Por Eva Llergo
DATOS TÉCNICOS:
Out (Titerescena) de compañia Unterwasser (Italia)
26 al 27 de noviembre de 2016
Sala El Mirlo Blanco (Teatro Valle-Inclán)
Sábado a las 13:00 horas y 17:00 horas
Domingo a las 11:00 y 13:00 horas
Para todos los públicos
Idioma: sin palabras
Duración: 50 minutos
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