Por Jesús Eguía Armenteros

“¿Para qué hemos venido, papá? Que a mí no me gusta esto del teatro”, “Pues si no quieres, vete”, “Pues déjame el móvil”, “Calla”, “Pero si tiene razón”, “Si fuera en 3D, pero ¿qué hacen con esos ruidos”, “Se están preparando”, “Pues ya tenía que haber empezado, ¿no?”,“¡Llegan tarde!”, “Cariño, ¿de qué crees que va? No entiendo el programa”, “Si es que esto del teatro ya no tiene sentido”, “Mamá, me dejas el móvil”, “Otro que llega tarde”… Escucho decir a la familia que tenemos al lado, pero… Soñando el Carnaval de los animales ya ha comenzado y, sin darnos cuenta, nos ha transformado en espectadores que comentan, niños que incluso se quejan apoyados por alguno de los padres, público que observa un incómodo ajetreo en el escenario, y pasan minutos del desinterés, a la extrañeza, a la curiosidad, de regreso a la queja, hasta que de repente los que más tarde han llegado parecen ser atacados por otros músicos en batalla y sin haberse movido el telón.

“Pero ¿ya ha empezado?”, para al instante explotar a reír maravillados. Y, solo después, se oscurece y entre la música un muñeco blanco emerge ¡y vive! Apenas han pasado unos minutos más y nos tocamos los ojos para comprobar si soñamos o es real porque realmente parece un sueño. Y ¿qué es el teatro? Quizá esa es la esencia. Hace ya medio siglo esta obra habría servido para la definición de Peter Brook: sin una sola palabra, vemos y escuchamos (o soñamos) lo que supone existir. ¿“Ser o no ser”? La orquesta ha comenzado y animales (¿o títeres?) emergen de o por la música. ¿O es la música la que emerge de o por los animales? Debussy y Saint-Saëns habrían respondido que primero llegaron los animales y de ellos nacieron todas las composiciones. Pero, ¿qué animales? “¿Son reales, cómo se mueven?”, me susurra mi hijo, “no puede ser”, mientras la orquesta debate con caballos, un león, un burro, un elefante…

¿Y la trama? De una pieza se salta a otra, musical y animal, una suerte de magia que pasa de un piano, a un oboe, o el oboe que salta sobre el animal, o la música que salta entre ambos. ¿La trama? ¿Cómo podríamos sintetizar la VIDA? ¿Cómo podríamos meter en una botella de cristal (o un escenario) todo aquello que sucede en una jungla y un desierto durante millones de años? He aquí la trama, o la magia de este espectáculo, porque solo con ella se puede mantener a un público de todas las edades con la boca abierta, o cerrada, o abriéndose y cerrándose de risa o sorpresa, con los ojos hipnotizados de una luz a otra, de una pezuña a otra, de un acorde a otro ¡y sin una sola palabra! Teatro de títeres y orquesta, de músicos y titiriteros, que juegan con la esencia del teatro, ¿o de aquello de antes del teatro?

Música, luces y sombras entre símbolos de animales: ¿las Cuevas de Altamira? Y así el espectáculo me hace dudar si dormimos o estamos despiertos. En mis hijos veo lo mismo en su gestos porque “¿qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, Una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Por ello, la Cía Etcétera junto a la Murtra Ensemble, logra que desde niñitos de tres años hasta abuelos con bastón pasemos tres cuartos de hora levitando, Soñando el Carnaval de los animales.

Por Jesús Eguía Armenteros

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 2 de enero de 2025 en Teatro Español

Actores-titiriteros: Cristina Colmenero, Noche Diéguez, Julien Flotat, Leo Lanz, Christine Mackenzie, Yanisbel Martínez y Luna Navajas.

 MÚSICOS (MURTRA ENSEMBLE):

 

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