Por Celia Rojo Morate
Lo detuvieron por pensar, lo encarcelaron por escribir. Lo condenaron a treinta años de libertad arrebatada. Miguel Hernández, el poeta del pueblo o, para algunos, el poeta de la revolución fue encarcelado por su ideología izquierdista, por sus versos incendiarios, por ponerle palabras a la esperanza de los oprimidos. Y allí, entre rejas, su cuerpo se apagó lentamente, desmoronándose por la enfermedad, el abandono y el hambre.
De alma campesina y origen humilde, Miguel nació en Orihuela. Criado entre rebaños, fue lo que algunos llamaban con desprecio un “pueblerino”. Sin embargo, lo que no sabían es que sus versos contenían más lucidez y sabiduría que cualquier cátedra universitaria. Con una maleta vacía y unas pocas pesetas en el bolsillo, se dirigió a Madrid decidido a escribir.
Y es precisamente desde esa vida intensa, desde esas heridas abiertas y esos sueños indomables, que surge Para la Libertad, un espectáculo profundamente conmovedor que da forma a los episodios más significativos de la biografía y la obra del poeta alicantino. Bajo la dirección de Gabriel Fuentes, este montaje no es solo un retrato del hombre y del autor; es una celebración y un homenaje a su memoria.
Uno de los aciertos más brillantes del espectáculo es la forma en que la trama se entrelaza de manera orgánica con la música del maestro Joan Manuel Serrat. Lejos de ser un mero acompañamiento, las canciones se integran de manera excepcional dando voz a los poemas más emblemáticos.
A lo largo de noventa minutos, el público tiene el privilegio de poder escuchar algunas de las composiciones más memorables de la obra hernandiana. Destaca, en particular, la interpretación de la Elegía a Ramón Sijé, un momento que desarma al espectador, que lo quiebra y lo sumerge en un mar de lágrimas, conectándolo con el dolor universal de la pérdida de un ser querido. También resuenan con una fuerza devastadora Nanas de la cebolla, que desborda ternura y desesperación; El niño yuntero, con su rabia ante la injusticia social; y, por supuesto, Para la libertad, un himno inmortal de resistencia y esperanza.
Todas las canciones son interpretadas por Adrián Salzedo, quien no solo da vida a Miguel Hernández, sino que lo resucita en escena con una intensidad casi visceral. A través de una interpretación actoral sublime, Salzedo construye un Miguel Hernández cargado de matices y de autenticidad. Es el joven soñador de Orihuela, el pastor autodidacta que deja atrás su tierra; el combatiente que escribe entre trincheras; el marido profundamente enamorado, el padre desgarrado por la distancia y el hambre de un hijo al que no puede abrazar; y, sobre todo, el hombre cuya libertad no sucumbe ni siquiera ante la muerte.
Quienes acompañaron a Miguel en su camino (su amada Josefina, su querido amigo Ramón Sijé y otras figuras esenciales de su historia…) se presentan el escenario gracias al trabajo de Eva Rubio y Pablo Sevilla. Con entrega y una gran carga emocional, ambos actores dan vida a esos personajes que dejaron huella en el poeta.
Es una obra que recomendaría sin reservas a todo tipo de espectador, pero especialmente a los más jóvenes. Porque Miguel Hernández, para muchos, es solo un nombre que aparece en los libros de texto, un poeta citado de pasada en las aulas, una figura que se estudia para selectividad. No formó parte oficial de la Generación del 27, aunque compartió tiempo, ideales y heridas con ellos. Tal vez por eso, su lugar en la historia queda, a veces, relegado a la sombra. Sin embargo, hay una gran diferencia entre memorizar sus versos y sentirlos. No basta con recitar sus palabras, hay que comprenderlas, vivirlas y habitar en ellas.
Miguel decía que sus versos eran su mejor alimento. Y es que en ellos hay pan, hay sangre, hay dignidad. Escribía desde las entrañas, desde lo más profundo de un corazón herido, pero jamás vencido. Dio forma poética al odio, al miedo y a la rabia, pero también al amor, a la ternura y al deseo de un mundo más justo.
Y cuando lo encerraron, cuando quisieron borrar su nombre, su mujer, Josefina, recogió los trozos de su alma rota y los convirtió en testimonio. Juró defender sus “versicos” —así los llamaba ella— y enseñarlos al mundo. Y gracias a ella, y a tantos que no se rindieron, Miguel no desapareció. Su obra resistió, sobrevivió al silencio forzado, al tiempo, y a la censura.
Esto es un agradecimiento colectivo. Gracias, Miguel, por escribir desde lo más hondo, por ser ejemplo de coraje y humildad, por recordarnos que pueden arrebatarnos el cuerpo, incluso la libertad, pero nunca las palabras. Tu legado es inmortal. Tu poesía, un rayo que no cesa. Y no hay celda, ni dictadura, ni olvido que pueda callarla.
Por Celia Rojo Morate.

DATOS TÉCNICOS:
Vista el 16 de abril de 2025 en el Teatro Infanta Isabel.
ELENCO: Adrián Salzedo, Eva Rubio y Pablo Sevilla
DIRECTOR: Gabriel Fuentes
DIRECTOR MUSICAL: Daniel Molina
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Juanjo Llorens
DISEÑO DE VÍDEO ESCENA: Elvira Ruiz Zurita
ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Isi Ponce
ESPACIO SONORO: Gaston Horischnkik
PRODUCCIÓN: Pepe B Pérez, María Álvarez y Triana Cortes
SONIDO: Enrique Rincón
JEFATURA TÉCNICA: José Gallego
REGIDOR: Santiago Ayala
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