Por Sara Barquilla Guerrero

Orestes huye despavorido, le estalla la cabeza, le atormentan las dudas y los miedos. Las Erinias le recuerdan que tiene las manos manchadas de sangre; la de su madre, Clitemnestra. No fue fácil, pero alguien tenía que vengar a su padre, Agamenón, alguien tenía que castigar ese horrendo crimen perpetrado por la madre, según había asegurado Electra, hermana del matricida. Los dos censuraban la relación de su madre con Egisto y cómo ambos habían arrebatado el trono a Agamenón mientras este luchaba en la guerra de Troya. Así que Egisto también fue asesinado por Orestes. Si acaso alguien necesitaba más truculencia, esta matanza familiar tiene una prehistoria. Egisto y Agamenón estaban emparentados: sus padres, Tiestes y Atreo respectivamente, eran hermanos gemelos. Atreo mató a dos hijos de Tiestes y se los ofreció en un banquete. Este, horrorizado, lanzó sobre los descendientes de su hermano una maldición que se confirma con esta ristra de muertes. Así son las tragedias griegas: profecías y venganzas se entrelazan con odios y rencores. Desanudar estos embrollos se convierte en una verdadera quimera. Teatro Urgente presenta en el Teatro de la Abadía una versión de la Orestíada de Esquilo (siglo V a.C) muy modernizada, sin perder la conexión con el original, con las bases del teatro griego y, sobre todo, con los temas fundamentales del género de la tragedia.

La obra comienza con la huida de Orestes después del crimen y su búsqueda de Atenea para que le proteja ante el juicio en ciernes. Se produce entonces un flashback para contar la historia familiar (la correspondiente a las dos primeras partes de la trilogía Las Euménides): la vida loca del joven Orestes en Fócida frente la rutina triste de Electra en Micenas, junto a su madre Clitemnestra y Egisto; el regreso de Agamenón de la guerra, el crimen, el entierro y planto de Electra; finalmente, el regreso de Orestes con el consiguiente asesinato de Egisto y Clitemnestra. La puesta en escena se realiza con la presencia de técnicos que mueven los focos sobre el propio escenario, los reubican y señalan aún más de cerca a los protagonistas de la tragedia. Los espectadores parecen estar en un ensayo, en la grabación de una película o de unos hechos que están sucediendo justo en este momento. La representación se carga aún más de verosimilitud y de espontaneidad. La emoción de los personajes se ve más claramente con esos focos: la desesperación, la rabia y la impotencia quedan a flor de piel y se refuerzan con la música interpretada en directo por Bastian Iglesias; música electrónica interpretada con ceremin y otros sonidos persistentes, distorsionantes, acompañados a veces de luces estroboscópicas que sincopan los movimientos de los personajes y los parten como esta historia, en pequeñas dosis, para poder avanzar y profundizar en las causas y las consecuencias.

Orestes es un joven con chándal blanco que disfruta del tecno, las drogas y la fiesta cuando recibe una llamada de su hermana Electra, anunciándole la muerte del padre. Siente rencor hacia su madre por tenerle alejado del hogar así como la responsabilidad de vengarse de su padre, pero no se lanza impertérrito a matar a su progenitora. Debe armarse de valor frente a la persona que le dio la vida. Nicolás Illoro sabe imprimir las inseguridades de Orestes, la impetuosidad y las dudas, así como la desesperación y el arrepentimiento.

Electra, a pesar de su posición secundaria, tiene un papel fundamental animando a su hermano a llevar a cabo el plan. Es representada por Olivia Baglivi, que es además Casandra y Atenea. Con todas ellas logra con sus pausas y silencios transmitir la complejidad de la situación y la responsabilidad de la que es portadora con cada uno de los tres personajes.

Agamenón llega victorioso a casa, solo desea darse un baño y descansar, pero también disfruta recibiendo los honores que le recuerdan la heroicidad de los griegos frente a los troyanos. Gabriel Garbisu representa al gran héroe micénico, pero también es el enterrador y el juez del Ática que juzga con mesura y tibieza a Orestes. Por su parte, Alberto Fonseca se encarga de Egisto y refuerza su participación en este linaje de venganzas.

¿Y Clitemnestra? ¿Por qué mata a su marido? ¿Por qué sus hijos desean su muerte? ¿Por qué solo ella recuerda el sacrificio de Ifigenia, otra de sus hijas, a manos de su marido, para que los dioses fueran favorables en la derrota de los troyanos? ¿Por qué solo ella valora los diez años de paz que lleva reinando mientras su marido mata en Troya a mujeres y niños, pero ahora regresa como un héroe? ¿Quién realmente crea tiempos de paz?

La segunda parte de la obra es el juicio de Orestes. Aquí aparece un nuevo personaje representante de las Furias, mujeres defensoras de Clitemnestra. De la propia boca de la protagonista, sabíamos los motivos que la llevaron a matar a Agamenón, pero ahora que está muerta son otras las que la defienden, las que la valoran no solo a ella, sino a tantas mujeres en la historia que están a la sombra de sus maridos, que son juzgadas desde el punto de vista patriarcal, que son ninguneadas y que, sin embargo, son las sostenedoras del sistema. La puesta en escena de esta parte se hace con luz. La misma luz que poseen los argumentos pronunciados por Marta Poveda, actriz que encarna magistralmente a Clitemnestra y se convierte ahora en la representante de las Furias. Desde el patio de butacas increpa al representante del Areópago, tribunal de justicia, justifica sus argumentos y exige que los dioses presentes, Atenea y Apolo, se definan. El monólogo que lleva a cabo es impresionante y completamente atemporal, conectando con la intervención final de Orestes, ¿en qué tiempo estamos? Porque la guerra, el rencor y el odio sucedieron entonces y suceden ahora. Nuestra responsabilidad es contenerlos, transformarlos en tiempos de paz, pero también de reconocimiento.

A excepción del entierro de Agamenón, con todo el fausto que merece un héroe griego, la escena aparece bastante desnuda, ya por sí llena con los complejos parlamentos de la tragedia. No obstante, cabe señalar la importancia de unos pupitres cuyas tablas reclinables tienen unos espejos donde se miran los personajes, donde se miran a los ojos todos aquellos que han cometido crímenes y no pueden escapar de los mismos, del arrepentimiento, del miedo ante la sinrazón, del vacío tras la venganza.

El pequeño espectador a partir de 16 años (edad recomendada para la función) estaba presente en la sala. Ciertamente la trama telenovelesca de la Orestíada es un barniz complicado que hay que superar, pero la puesta en escena es muy dinámica y moderna, los puntos de conexión con la actualidad son múltiples y la adaptación textual a modo de diálogo con el clásico facilitan entender los temas que atraviesan la tragedia: hacer justicia se puede interpretar de muchas maneras, pero que no sean palabras vanas, sino una realidad.

Por Sara Barquilla Guerrero

 

FICHA TÉCNICA Y ARTÍSTICA

Vista el viernes 25 de abril de 2025 en el Teatro de la Abadía.

Texto original: Esquilo
Dramaturgia: Esa Inmigrante (Karina Garantivá)
Dirección: Ernesto Caballero
Reparto: Olivia Baglivi, Alberto Fonseca, Gabriel Garbisu, Nicolás Illoro, Marta Poveda
Asesoría: Antonio López Fonseca
Composición y música en escena:
Bastian Iglesias
Iluminación: Samuel Silva
Plástica escénica: Fer Muratori
Vestuario: José Cobo
Ayudante de dirección:
Pablo Quijano
Vestuario: José Cobo
Plástica escénica y utilería: Fer Muratori
Fotos promocionales: Lorena Riga
Prensa: Futura Comunicación
Redes sociales: Clara Bosch
Auxiliares de producción en prácticas: Melissa López Albalat, Nerea Morcillo Martín, Andrea Catalina Guayasamin, María Carrascosa y Guillermo López
Auxiliar de producción en sala: Nayara Arévalo
Auxiliar de producción en oficinas: David Ruiz
Fundraising: Artia Partners
Gestoría: Abate Asesores
Ayudante de producción: Marc Treserras
Documentación y asesoría: Antonio López Fonseca
Distribución: Artyc Content
Una producción de Teatro Urgente
Con el apoyo de CREA SGR, Inaem y Comunidad de Madrid

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