The silence of sound, por Alondra de la Parra, Chula de Clown y la ORCAM

Por Toni García Martínez

Alondra de la Parra (Nueva York, 1980) es desde septiembre de 2024 la directora titular y artística de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM). Además de dirigir buena parte de los conciertos de la temporada regular de la orquesta, la directora mexicana ha querido traer a Madrid algunos de los proyectos que ella personalmente había impulsado en otros lugares. Un ejemplo de ello es este The silence of sound, estrenado en México en 2022, aunque gestado desde 2016 en colaboración con la artista teatral Gabriela Muñoz, conocida como “Chula the Clown”, también mexicana.

Se trata de una propuesta muy interesante, inédita al menos para mí, en la que se une la música sinfónica con las disciplinas escénicas y circenses del clown y el mimo. La principal virtud del montaje es que esta unión permite que se acerque un público mucho más amplio y diverso del que suele frecuentar las salas de conciertos sinfónicos. En esta ocasión, el domingo 2 de marzo, la sala roja de los Teatros del Canal estaba totalmente llena de un público muy variado, incluida una cantidad no desdeñable de pequeños espectadores, incluso aunque algunos de los temas que se esbozan en el espectáculo, como cuestiones relacionadas con el amor romántico y el sexo, pudieran parecer no especialmente indicados.

El clown es una técnica que conecta mucho con la infancia, o con las partes más infantiles de todos los adultos. Busca y consigue hacer reír, pero también expresar y conectar con una amplia paleta de emociones. La interpretación de Chula the Clown apeló fuertemente al público, cuyas risas se fueron incrementando a medida que avanzaba el espectáculo, con su punto más fuerte en el momento en el que Chula subió al escenario a cuatro varones del público elegidos aparentemente al azar. Un momento de risa un poco facilona pero desde luego efectiva.

El empaste entre la música y la puesta en escena fue total, pues la presencia de la orquesta en el escenario pasaba casi “inadvertida”, ante la atracción que ejercía la actriz. La música acompañaba a la escena de manera perfecta y plenamente integrada, como debería suceder en todo teatro musical, no de un modo meramente ornamental o accesorio.

El punto del espectáculo, ya desde su título, es el contraste entre el sonido de la orquesta y el silencio (aunque, a diferencia de un mimo puro, no había un total silencio, sino también sonidos no articulados) de la clown. Bien podría haberse llamado, por tanto, también The sound of silence. 

En la primera escena el personaje aterriza en el mundo de la orquesta y va descubriendo e interactuando con sus distintos componentes: los fagots, los clarinetes, los oboes, las trompetas, los trombones, las trompas… guiada por el “Juego de parejas” del Concierto para orquesta, Sz.116 de Béla Bartók.

En una noche estrellada, en una segunda escena, la música de El mar, L. 109, de Claude Debussy, con la ayuda de un telón frontal semitransparente y unas proyecciones que simulan el fondo marino, dan lugar a una escena muy potente, en la cual toda la orquesta, la directora y la actriz parecen estar en el fondo marino junto a todo tipo de seres.

Algo destacable fue la participación del conjunto de la orquesta a modo de “actores” con pequeñas expresiones escénicas en la mayoría de los casos, o con mayor protagonismo en el caso de la propia directora, o del cellista y el violinista solistas, que representan a esos dos amores que acompañan a la actriz en distintos momentos de la función. Un amor más tranquilo y apacible en el caso del cellista, y un amor más apasionado y, a la postre, doloroso en el caso del violinista.

En definitiva, el personaje de la actriz representa de algún modo un trasunto de cualquier persona cuando se acerca y se deja embargar por la música, que la puede llevar a todo tipo de pensamientos, sensaciones, emociones o ensoñaciones…

Un repertorio musical variado pero bien empastado y bien ejecutado por directora y orquesta dieron lugar a un espectáculo muy recomendable, especialmente, como decíamos al principio, para acercar la música “clásica” a todo tipo de público que habitualmente no la escucha, tanto en el caso de los jóvenes y pequeños espectadores como en los no tan jóvenes.

Programa musical

Claude Debussy (1862-1918)
El rincón de los niños
5. El pastorcillo

Béla Bartók (1881-1945)
Concierto para orquesta, Sz.116
II. Juego de parejas

Nicolai Rimsky-Kósakov (1844-1908)
El cuento del zar Saltán
Interludio del Acto III, El vuelo del abejorro

Claude Debussy
El mar, L.109
I. Del alba al mediodía en el mar

Claude Debussy
El rincón de los niños
2. Canción de cuna de Jimbo

Gordon Hamilton (1982-)
En el vientre de la ballena *

Carl Maria von Weber (1786-1826)
Invitación a la danza, op. 65 (orquestación de Hector Berlioz)

Jules Massenet (1842–1912)
Thaïs
Intermezzo del Acto II Meditación

Jean Sibelius (1865-1957)
Concierto para violín en re menor, op. 47
3. Allegro ma non tanto

Sergei Prokofiev (1891-1953)
Sinfonía n.° 1 en re mayor Clásica, op. 25
I. Allegro

Sergei Prokofiev
Sinfonía n.° 5 en si bemol mayor, op. 100
II. Allegro marcato

Federico Ibarra (1946-)
Sinfonía n.° 2 Las antesalas del sueño

Johannes Brahms (1833-1897)
Sinfonía n.° 3 in fa mayor, op. 90
III. Poco allegretto

*Obra comisionada para este espectáculo.

Fotos de Santiago Lanzagorta.

Por Toni García Martínez