Por Alejandra Gil
Cuando vi anunciada, en el Teatro Principal de Alicante, la adaptación de la deliciosa novela de M. Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn, saqué inmediatamente la entrada. No fue solo la fascinación que siento por el autor de narraciones clásicas de la LIJ, sino la curiosidad, traducida después como aprendizaje, por explorar fórmulas de lectura que puedan llevarse al aula y a las familias. La experiencia de asistir a obras de teatro bien en familia o con grupos de alumnos, además de crear hábitos de ocio compartidos, permite abrir las obras a la construcción de significados en la conversación, enriqueciéndonos en el más allá de la asistencia a un espectáculo de entretenimiento.
Ultramarinos de Lucas y sus tres actores despiertan la imaginación con una sencilla pero eficaz puesta en escena: solo necesitan una plataforma, que hace las veces de isla y de balsa, un telón de sacos, que sugiere la navegación comercial por el Río Mississippi, y unos cuantos elementos (sombreros, latas, un libro, una maleta…), que cobran vida en la imaginación del espectador. Pero si hay algo que nos conmueve en la representación es la sensibilidad para devolvernos el universo de la infancia, su dicha y su aventura. Hay añoranza (como en la obra de Twain) en la presentación de los personajes que van a encarnar a Huckleberry, al negro Jim y a otros actores de la trama, porque evocan a un niño ya ido que, sin embargo, regresa cuando comienza el periplo de los protagonistas en su navegar por el inmenso Mississippi. Y ahí niños y adultos quedamos disueltos en la misma atmósfera de canto a la amistad en la odisea del viaje.
A medida que van transcurriendo los episodios, pienso en la complejidad de la adaptación de una novela al lenguaje del teatro, en la necesaria capacidad de síntesis y de concentración emocional para transcribir descripciones y largos diálogos. Para condensar tantos sucesos en la hora que dura la representación. Y busco el secreto para poder trasladarlo al aula con lecturas de clásicos de la LIJ: seleccionar no significa vaciar sino elegir la sustancia y traducirla en visibilidad a través de la palabra, la expresión y el movimiento. Y pienso en que mis alumnos han representado cuentos clásicos para los más pequeños, ciñendo los textos a la emoción original, y que también lo han logrado con marionetas trabajando textos clásicos adaptados. La representación me confirma que es un camino que puede conducirnos a redescubrir paisajes de lecturas que, si dejamos solos a los niños, quizá no sean capaces de seguir por sí mismos o únicamente a través de mediadores, con lecturas en alto o cuentacuentos.
Merece la pena plantearse el acercamiento a los grandes clásicos a través de estas felices adaptaciones, pues abren la posibilidad de seguir disfrutando y profundizando en las obras más allá de la representación. La conversación, el diálogo abierto, es la técnica más apropiada y puede trabajarse tanto en familia como en el aula. A través de esta estrategia dialógica podemos adentrarnos en significados más complejos (personajes, contexto, tiempo y espacios…) adecuándolos siempre a las edades de los niños, pues ofrecen la posibilidad de despertar la curiosidad de tal manera que abra el apetito de conocer al autor, de buscar sus libros, de conocerlos y amarlos. De leerlos. M. Twain es uno de esos escritores que devuelven íntegra la memoria de una infancia dichosa en unos tiempos en los que los niños juegan poco en la calle. O donde el canto a la amistad, tan entrañable en su transmisión de un valor como la lealtad, como ocurre con el negro Jim y Huck, y al final del relato también Tom Sawyer, supone el centro de la aventura interior y de aprendizaje subrayado con fuerza en esta versión teatral.
Y para finalizar, una última apreciación: ¿qué ocurre con un aspecto tan fundamental en las obras clásicas de la LIJ en unos tiempos donde lo “políticamente incorrecto” despierta suspicacias? Siempre he sido de la opinión que los niños, dentro de su edad y respetando las fases de su desarrollo emocional y cognitivo, no son tanto el problema de la corrección, que somos los adultos quienes nos escandalizamos o tememos lo que nos parece que no pueden “comprender”, sobreprotegiendo u ocultando los “secretos” que los niños necesitan ir desvelando… Podemos hablar con ellos de la condición de las personas de raza negra y la esclavitud, de los ladrones que van engañando a la gente de bien, de los malos tratos que recibe Huck de su padre… Son realidades vivas a las que no son ajenos aunque las perciban veladas. Una buena oportunidad para abordarlas en conversación familiar o en el aula. Y transmitir los valores que la ironía de M. Twain encarna en estos maravillosos personajes donde la dicha de la niñez se conjuga con la aventura del viaje de la mano de la amistad.
Por Alejandra Gil
DATOS TÉCNICOS:
Página web: http://www.ultramarinosdelucas.com
Idioma: castellano
Duración: 60 minutos aproximadamente
A partir de seis años
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