Por Eva Llergo

 

 

Aunque pensemos que es algo del pasado, en realidad, nos rodean aún muchos mitos. Por ejemplo, para algunos descreídos, pragmáticos y prosaicos, para los que lo único útil es lo que se puede tocar (y si tiene color verde y es rectangular, mejor que mejor) la gente no va al teatro ni consume cultura… Así que, ¿para que auspiciarla?, piensan, si el propio público la desprecia con su desinterés. Por eso da tanta alegría constatar y reivindicar que ese supuesto desinterés del público general hacia el teatro es, sí, un mito. Un mito basado en la ignorancia de aquellos que se atreven a opinar sin conocer (¿acaso ellos se acercan a los teatros u opinan de oídas?). ¿La prueba viva? El pasado sábado, la sofocante y tradicional temperatura del verano madrileño, la mitad de la gente de vacaciones y la otra mitad, pensamos, en las piscinas y ríos de la comunidad y, sin embargo, ¡voilá!, se obró el milagro. Contra todo pronóstico, la pequeña sala 1 del Off Latina se encontraba rebosante de pequeños y grandes espectadores al 50%-50%. Y también rebosante de entusiasmo por que se subiera a escena por fin el narrador oral Héctor Urién para deleitarnos con otros mitos mucho más interesantes e inspiradores: los mitos nórdicos. Y es que, después del éxito cosechado con su espectáculo Mitos griegos, Urién mira para arriba en el mapa y se enfunda en la piel de Thor, Odin y Loki para traernos condensados en una hora sus principales relatos mitológicos: el anillo de los nibelungos, cómo Thor consiguió su martillo o cómo se enfrentó al desafío de los gigantes.

Con un ritmo trepidante y una energía inagotable, Urién nos hace transitar por esa mitología que aparentemente nos resulta algo más desconocida que la grecorromana. Aunque enseguida descubrimos lo conectados que estamos con ella, aún sin saberlo, aunque solo sea por las versiones del mito que nos transmite Marvel y las reminiscencias que nos llegan a través del argumento de El señor de los anillos.

Urién, solo ante el peligro en un escenario vacío donde él campa a sus anchas, sin vestuario específico, ni atrezo alguno, construye a través de la palabra toda la imaginería nórdica, pinta en nuestras mentes los escenarios y personajes, con tanta nitidez como si estuviéramos viendo a Chris Hemsworth delante de nuestros ojos. Aunque este Thor de Urién es mejor, porque es tan suyo, que se deconstruye y reconstruye ante nuestros ojos para que podamos volver a los orígenes y conocerle desde cero, sin ideas preconcebidas, como si partiéramos de un lienzo en blanco donde todo está por dibujar.

Las historias se desenvuelven ante nuestros ojos a ritmo galopante y, lo mejor, con nuestra participación; la un de público, que debe ofrecerle continuamente réplica al narrador para no propiciar ni un segundo de desconecte o, incluso, decidir interactivamente (y, fíjese usted, ¡sin pantallas!) lo que va a pasar a continuación. Los pequeños espectadores llegan incluso a subirse al escenario para interpretar a los gigantes con los que deben batirse en duelo los dioses nórdicos; unos gigantes, eso sí, muertos de risa.

Urién crea un clima tan humano y cercano que una siente que aquello que presencia se parece, de verdad, a esas sesiones ancestrales de narraciones orales de cuentos de toda una tribu ante el fuego de una hoguera. Los pequeños espectadores entran tan orgánicamente en la dinámica que, con sus continuas intervenciones, enseguida se crea un microclima de referencias, un contexto íntimo compartido, que genera vínculos sin ni siquiera buscarlo. Se crea también la ficción de estar formando parte de la construcción conjunta de unas historias que son al mismo tiempo tan antiguas y tan modernas, hablan de mundos inexistentes pero, al mismo tiempo, de las pasiones de cualquier mujer y hombre actual.

No se pierdan ese elogio de la imaginación, de las posibilidades de la palabra para fundar mundos y exaltar sensibilidades. Y si son espectadores grandes o grandes espectadores, da lo mismo, acudan también a ver el resto de espectáculos en los que Urién nos deleita con su narración llena de humor y sensibilidad: El Quijote, La Celestina, El Lazarillo, Las mil y una noches, y, según nos prometió, muy pronto La vida es sueño.

Hay mitos para destruir (el de que la gente no va a al teatro) y mitos por reconquistar (como el del poder, únicamente, de la palabra para generar sueño y esperanza).  Reconquistemos este de mano de alguien conoce tan bien sus entresijos.

 

 

Por Eva Llergo

 

 

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 22 de julio de 2023 en Off Latina (C/ Mancebos, 4)

  • ÉNERO: Familiar
  • COMPAÑÍA: Héctor Urién
  • DIRECCIÓN: Héctor Urién
  • INTÉRPRETES: Héctor Urién
  • AUTOR- ADAPTACIÓN: Héctor Urién
  • DURACIÓN DEL ESPECTÁCULO: 60 minutos
  • EDADES RECOMENDADAS: +4

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