Por María Jara

 Si no conoces la historia de Marcelino Orbés -como no la conocía yo cuando me propusieron la obra de La Petita Malumaluga y Teatro Español- la aproximación a esta figura fascinante, reivindicada y rescatada del olvido en los últimos años será un punto de partida maravilloso para entrar en una obra que nos presenta a un hombre que fue una pieza clave en la historia del teatro. Si también coincides conmigo en que en los últimos tiempos ha disminuido significativamente tu asistencia a espectáculos adultos en favor de los infantiles y (a pesar de la enorme calidad de estos últimos) echas un poquito de menos el teatro de hace años, enhorabuena. Las múltiples capas de Marceline atrapan también a los espectadores menos pequeños, en una propuesta que hace fácil lo difícil: tener enganchados a los niños a la magia del payaso, mientras los mayores asistimos a cómo se gestó toda una manera de entretener a lo largo de un siglo y cómo el ser humano que había detrás de ello sufría, luchaba y vivía.

La historia se basa en una búsqueda personal de Eva Vilamitjana, autora, dramaturga, directora (junto con Abert Vilá) actriz y tataranieta de Marcelino, que une la vida del payaso (la miseria, la migración, la creación de su espectáculo) con la historia de algunos de los grandes hitos de la dramaturgia del s.XX. Una voz en off le da un sentido diferente a las acrobacias, la danza y la música en directo de actores y músicos que llenan la escena con un juego de voces, de personajes que suben, bajan, caen, se ayudan o se estorban y que embelesan al pequeño espectador. Además, nosotros, su familia, escuchamos cuáles fueron las causas históricas o personales de las emociones (Marcelino lucha contra la pobreza, sufre por la atrocidades del siglo, canta algunas innovaciones y reniega de otras modernidades cinematográficas), lo que le da a la obra una profundidad de teatro documental. Sin embargo, no olvidemos que el corazón de Marceline no está en la historia ni en los datos, sino en esa emoción y esa manera de comunicarla, que inventó uno de los primeros payasos y que hoy se reinterpreta.

En muchas ocasiones, madres, padres y demás familia debemos desprendernos de prejuicios sobre los límites de la comprensión de nuestros niños y niñas. Mi pequeña espectadora tiene 20 meses y cuando las dos actrices luchan contra las sillas, contra obstáculos invisibles y contra sí mismas, rememorando a figura de Pina Bausch observo por el rabillo del ojo que mi hija se echa las manos a la garganta y pone una cara rara. Alarma inmediata. Tardo unos minutos en comprender qué pasa. Mi pequeña espectadora reproduce la angustia que ve en los gestos de las actrices. De alguna manera le ha llegado este mensaje tan complejo y yo me conmuevo de ver crecer a mi pequeña delante de mis ojos y me alegro de que esté en un espectáculo que no infravalora su capacidad.

Además, Eva recrea varios gags icónicos del payaso que hacen las delicias de los niños y lo moderniza con luces, llamadas telefónicas y otros artefactos que permiten a los pequeños espectadores jugar. “¡Má(s)!” gritan cuando cae el telón, dejando claro que algunas cosas siempre funcionan.

La escena limpia, con elementos sencillos de múltiples funciones, el cuarteto de cuerda, la belleza de la voz, los efectos de luz y de sonido y las proyecciones nos conducen a una escena final con un clímax para todos los niveles de esta historia: a un lado la música, el confeti que cae del cielo, el alboroto de los pequeños que ya se han unido al baile y a la fiesta. Por otro, Marceline, con una maravillosa y transformada gestualidad por parte de la actriz que lo interpreta, se coloca su traje de payaso y observamos cómo, en un mismo movimiento, se ha creado el mito y se ha precipitado y se ha ocultado el hombre. Hasta siempre, Marceline.

 

Por María Jara

 

 

 

 

DATOS TÉCNICOS:

Vista el 14 de junio de 2024 en Naves Español en Matadero (Sala Fernando Arrabal)

Autoría, dramaturgia y dirección: Eva Vilamitjana i Albert Vilà

Intérpretes: Eva Vilamitjana, Elsa Vitória Meneses, Ernest Martínez, Eduard Raventós, David Andújar i Luís Peña

Coreografía: Eva Vilamitjana

Dirección musical: Albert Vilà

Coordinación musical: Eduard Raventós

Diseño de luces: Alejandro Castillo i Albert Vilà

Vestuario: Elisa Sanz

Confección: Goretti Puente

Diseño de sonido: Albert Compte

Programación: Alejandro Castillo

Espacio escénico: Albert Vilà

Construcción: Arcadi Escursell

Producción: Silvia Fantou,

Producción ejecutiva: Ester Rodríguez

Contenidos de video: Blit studio

Distribución y Comunicación: Quim Ríos

Coordinación técnica: Roc Lain

Agradecimientos: Elisabeth Muñoz, Sergio Gracia, Joan Gervasi Colet

Una coproducción de La petita malumaluga y el Teatro Español. Con el apoyo del Institut Català de les Empreses Culturals de la Generalitat de Catalunya (ICEC) y el Instituto Nacional de las Artes Escènicas y la Música (INAEM).

 

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